A horas del discurso de Cristina en Plaza de Mayo- amaneció y lluvioso como en 1810 según manuales de historia , con paraguas (había pero pocos y no eran impermeables), se reunió el Congreso del Partido Justicialista.
Quinientos asistentes entre peronistas ventrudos y otoñales hasta semi jóvenes traídos al mundo desde el útero de los años 70, reunidos en el mini estadio de Ferro y muchos de ellos sin disimulo al odiarse unos a otros, confluyeron, sin embargo, en un punto de unión: fue erigido presidente por unanimidad el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán. Homenajeado por segunda vez por tal honor, se vio encantado y regresó a su provincia en su avión para mantener el rodeo en orden y dominio. Es el dueño. Deja pocas veces Formosa: el ojo del amo engorda el ganado.
El veterinario Insfrán gobierna con mano dura y pocas palabras la provincia, la más pobre del país, la de mayor analfabetismo, la de mayor índice de desnutrición infantil y muertes consiguientes. El veterinario Insfrán no ejerció esa profesión- tal vez un par de perros y gatos desparasitados, no más- y sintió el ardiente llamado de la política.
Ocupa su sitio desde 1995 y se entrena para alcanzar la sexta gobernación, una tras otra. Desde allí, vio pasar a Alfonsín, Menem, De la Rua, Néstor y Cristina Kirchner, y con todos mantuvo buenas relaciones con el agregado de recibir millones, del mismo modo en que los argentinos han ido incorporando su figura: ¿Quién otro podría ser?
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Si se lo piensa un poco, no mucho, suavecito, el hecho de que Gildo Insfrán existe y con seguridad se propone quedarse como gobernador hasta el último suspiro es novelesco, produce un malestar entre el miedo y la pesadilla, pero se juzga, desde el poder, como el mejor gobernador de la Argentina, lejos, al punto de abrazarse y expresarlo con énfasis. Algo nos dice acerca del destino sudamericano que nos ha reservado Borges, en “Poema conjetural”, y de “El otoño del patriarca “, García Márquez, a quien le encantaban los dictadores empenachados, todopoderosos y crueles.
Aunque el veterinario no lleva sombrero emplumado ni esculturas a caballo y es reelegido hasta el aullido por elecciones, es desde luego la cabeza de una dictadura donde toda ley puede ser pateada, los humanos viven en cuchas que se denominan módulos habitacionales de un ambiente, los originarios sobreviven en la miseria y el abuso, la genuflexión y el culto a la personalidad mandato.
Hubo un tiempo en que la producción rural beneficiaba a la provincia, se proyectaban innovaciones industriales. El sueño terminó con Insfrán: el 80 por ciento de sus habitantes vive del Estado y el campo con su ocupación y trabajo se trasladó a la capital. Hay una razón nunca comprobada: las propiedades de campo grandes son de Insfrán con uso de testaferros. No es ningún secreto que el veterinario es riquísimo. Sí, el mismo que ha sido presidente del Congreso Nacional Justicialista hace poquito. Por unanimidad.
“Acá ni hay trabajo ni futuro. La principal industria es la terminal de ómnibus: rajarse. Los jóvenes se van porque con consiguen empleo y escapan dela inseguridad, la corrupción y el narcotráfico.”, expresó a Reymundo Roberts en La Nación el gobernador anterior, Joga, enfrentado con Insfrán de tiempo largo.
Vale recordar el manejo de la pandemia, cuando no se permitió regresar a las casas, una muerte por intentarlo a nado, los espantosos lugares donde se recluyó a muchos para comprobar síntomas y purgar una cuarentena demencial bajo candado.
En sus años verdes se integró al Partido Comunista Revolucionario, una formación maoísta con cierta presencia en el 70, sobre todo entre universitarios. Fue un fiel aliado del presidente Menem y hoy kirchnerista fervoroso.
Tal acumulación de cuestiones abominables es el gobernador modelo para una sector político y social. Cualquier persona al tanto de su carrera no puede hacer otra cosa que sentirse mal, reprobar, no terminar de entenderlo. Pero no es difícil: aquí, en gran medida las cosas son así. Es mejor admitirlo y digerirlo, no mentirse.
Verlo es comprobar que los cimientos no son confiables. Pretender una realidad justa, menor pobreza urgente (el 50% en Formosa), algo de optimismo y respeto, legalidad, debate y elegir es tarea hercúlea.
¿Cómo se hace para mejorar una democracia y lograr prosperidad y optimismo, justicia y oportunidades si se vive duerme en la misma cama que el veterinario Gildo Insfrán?
Respuesta: no se puede. Que la suerte acompañe y la voluntad honrada – no por medio de seres angélicos, que no existen, con hombres y mujeres que no admiren al veterinario- puede ser que ocurre.
O, en todo caso, elegir la serie de esta noche y descansar de la realidad retorcida de estos momentos: ¡Salud con papas fritas y good show!
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