Hace varias semanas que el debate de la campaña presidencial en Argentina está dominado por los temas que plantea el candidato de la Libertad Avanza, Javier Millei. La discusión propuesta por el diputado son un batiburrillo de temas que por momentos nos transportan a debates antiguos que creíamos superados o a programas políticos cargados de viejas doctrinas que forman parte de la tradición política de sectores conservadores o reaccionarios. Además, en algunas oportunidades la forma de debatir se torna violenta y en distintas ocasiones sus mensajes de campaña refieren a significantes vacíos que responden más a artilugios de estrategia electoral que a ideas concretas.
Sin embargo, los espacios de discusión política fueron invadidos por estas categorías que degradan el nivel del debate y complican la convivencia entre los partidos mainstream. Los principales precandidatos presidenciales de Juntos por el Cambio al no lograr imponer su propia agenda, empiezan a participar de la impuesta y, tal vez, como consecuencia de la necesidad electoral radicalizan cada vez más sus posiciones, asemejándose a los extremos de su propia ala ideológica que alimentan la profundización de la polarización.
Asimismo, la principal referente del Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner, decidió como parte de la estrategia electoral, confrontar con Millei, pero sin debatir sus propuestas, aunque por su gran poder de difusión, contribuye a potenciar su visibilización.
¿Qué es la polarización afectiva?
Cuando en los medios de comunicación hablan de la famosa grieta o del enfrentamiento de posiciones, a lo que se están refiriendo es a lo que se denomina polarización afectiva, pero ¿qué es?, ¿a quién afecta? y principalmente, ¿para qué se puede usar políticamente?
Franco Delle Donne es un politólogo especializado en ultraderechas y en política alemana, director de Rombo podcast con un gran trabajo de difusión con podcast como Epidemia Ultra que analizan este tipo de problemáticas, Delle Donne señala que existen por lo menos dos tipos de polarización: la ideológica “es la que se genera en torno al posicionamiento que los partidos políticos y la ciudadanía adoptan sobre los grandes temas de debate en la sociedad.”; y la afectiva “se basa en identidades y se rige por la lógica de la pertenencia y la exaltación del conflicto”.
La polarización afectiva es anterior a la aparición de estas fuerzas neoreaccionarias, no surge con Trump, Bolsonaro o Vox, y esta situación queda en evidencia cuando se observa que gran parte de los partidos tradicionales se venían enfrentado cada vez con mayor dureza, hasta llegar a rozar la posibilidad de cancelar instrumentos democráticos como el debate o la negociación, alentando a la aparición de discursos extremos con propuestas de exclusión e individualismo.
Los grupos que conforman las sociedades suelen polarizarse en cuanto a creencias de distintos tipos, particularmente, las políticas. Las actitudes políticas son las que inciden directamente hacia las identidades con las que se identifican los sujetos en los distintos contextos y la polarización no solo se genera a partir del enfrentamiento entre dos o más grupos, sino también puede aparecer hacia dentro de uno solo con posicionamientos diferenciados.
Desde que las derechas radicalizadas lograron tener centralidad política, el debate se fue focalizando en exacerbar identidades e incrementar enfrentamientos que impiden lograr consensos básicos para el funcionamiento democrático.
Delle Donne marca que la polarización se basa en visiones maniqueas y simplistas de los adversarios políticos, derivando en un enfrentamiento nosotros-ellos, planteada en términos de enemigos a eliminar que se niegan la existencia física.
La lucha por el sentido como estrategia de poder
Argentina es una más de las democracias liberales que atraviesan algún grado de crisis de representación política, como consecuencia que los Estados no pueden funcionar como tales al ver disminuido sus capacidades reales de ofrecer soluciones puntuales a la ciudadanía, al perder competencias ante los poderes fácticos.
Esta situación propicia la aparición de las derechas radicalizadas con discursos que apelan a la bronca y se amparan en la falta de posibilidades que siente un electorado desencantado que no encuentra respuestas en el sistema actual.
En distintos grupos focales que se realizan a lo largo del país para elaborar las distintas estrategias de campaña, se encuentran definiciones muy similares sobre Milei, se lo categoriza como alguien nuevo (outsiders) sin los vicios de los políticos tradicionales y sobre todo solicitan que tenga una oportunidad porque los demás ya la tuvieron y no funciono.
Este patrón se acentúa en los rangos etarios medios y jóvenes, segmentos que por su recorrido de vida los partidos tradicionales son el statu quo, además, la crisis socioeconómica que se viven en continuado desde el 2018 se sigue acrecentando y sienten que las categorías que se están debatiendo en la agenda pública les es ajeno a su día a día. La alternancia entre las coaliciones mayoritarias en el poder tampoco le ofreció respuestas; es más, alimentaron el “son todos lo mismos.”
La disputa del sentido que realizan las derechas radicalizadas con construcciones narrativas que proponen repuestas innovadoras, pero que en realidad encierran políticas con tintes conservadoras y reaccionarias, debe ser contrarrestada por la acción de los partidos moderados que deben apostar a la convivencia política utilizando los mecanismos que ofrece la democracia para lograr consensos que permitan construir e implementar políticas públicas de calidad.
Los medios de comunicación deben cumplir con un rol de contención en esta situación y dejar de emplear la polarización afectiva para simplificar enfrentamientos que cautiven mayores cantidades de audiencia. Según Delle Donne “las redes sociales contribuyen a la polarización afectiva porque permiten el anonimato y las posiciones más radicales, pero también porque viralizan fake news y desinformación.”
La polarización afectiva es un fenómeno que se expande entre las democracias liberales y son las ultraderechas quienes lo promueven como una estrategia de poder para lograr imponer agenda, pero sobre todo para reconfigurar a la sociedad de acuerdo a su visión de mundo.
La maniobra es profundizar la polarización afectiva de la sociedad, ahondando en fomentar las identidades y confrontándolas mediante la apropiación de la palabra y del sentido, creando marcos mentales que justifiquen sus propuestas y erosionando la democracia para permitir posiciones más restrictivas y autoritarias.
La situación actual amerita cuadros políticos que comprendan esta dinámica y que, conjuntamente, a los medios de comunicación recurran al debate constructivo, sosteniendo posiciones plurales que se encuadren dentro de los lineamientos democráticos, ampliando este formato a los usuarios de las redes sociales, empero, todo indicaría que la sociedad continúa por el camino de la polarización afectiva.
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