No, claro que esta no es una derrota. Habrá quienes enrostren el fallo como si cambiara algo y las redes se llenarán de anónimos diciendo barbaridades, pero Juan Darthés ya perdió la causa contra tres de las mujeres de las que abusó, un patrón reconocido públicamente por muchas de sus ex compañeras de elenco. Y fue condenado socialmente de una manera que cambió la mirada sobre lo que nunca debió ser tolerado, y de eso no puede ni debe haber vuelta atrás.
En el caso de Thelma Fardin, que lo denunció en diciembre de 2018 por violarla en Nicaragua durante una gira de la tira infantil en la que actuaba cuando ella tenía 16 años y el actor 45, la Justicia brasileña lo absolvió porque no pudo probar la penetración –la misoginia legal todavía mide hasta dónde y cómo nos agreden–, pero sí acredita que existió el abuso –”actos libidinosos”–, aunque haya prescrito según la normativa de ese país en el año en el que ocurrieron los hechos. Es decir, que tal como se viralizó con hashtag en las redes, #AbsueltoNoEsInocente.
Esta absolución es incomprensible y dolorosa justo porque no niega el abuso, sino que no lo toma en cuenta pese a que Fardín tuvo que relatarlo más veces de las que nadie debería para poder sanar en paz. Y sin embargo ahí está ella, más grande, más sólida, formada en género y en delitos sexuales para defenderse del drama colectivo que jamás debió atravesar, como una Erin Brockovich, “cansada, pero no quebrada”, como dijo ayer por la tarde en la conferencia de prensa en la que anunció que apelará la medida.
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Ese abuso al que ayer se soslayó fue el que destapó la olla de lo que se conoció como el #MeToo argentino, y dio vuelta de una vez la carga de lo que un adulto le dijo a una chiquita para hacerla responsable de su propia violencia. El de aquel “Mirá cómo me ponés” que escucharon sin pedirlo tantas mujeres, transformado en la potencia del #MiráCómoNosPonemos que hizo que miles de personas de todos los géneros contaran las historias de violencias sexuales que habían callado por años.
Los cuestionamientos de entonces, lamentablemente, no cambiaron, ¿por qué Thelma y tantos chicos abusados no hablaron antes? ¿Por qué no hablamos? La respuesta sigue siendo la misma: hablamos cuando podemos, y muchísimos –como el propio Lucas Benvenuto, cuya acusación contra Jey Mammon fue noticia el mes último– pudieron hacerlo gracias a Thelma. Lo hicieron por la única razón que anima a romper el silencio pese al calvario que implica someterse a la revictimización de todo el sistema y la sociedad y del que tanto Thelma como Lucas son ejemplo: por una vez ya no se sentían tan solos.
Igual que en Hollywood, los Weinsteins argentinos habían estado blindados durante décadas por un pacto tácito de silencio con sus pares –varones y mujeres– que compartían las mismas prácticas o eligieron mirar para otro lado. La excusa también es la misma siempre: eran otros tiempos. Pero en ningún tiempo la violación ni el abuso de menores fueron algo correcto. Que fuera tolerado y que las víctimas no tuvieran espacio para hablar por miedo a perder su carrera, su trabajo, o el futuro ante los poderosos protegidos (un miedo tan justificado como que Calu Rivero tuvo que dejar la tira en la que trabajaba y durante años fue ella la señalada) no lo hace menos grave.
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Todos vimos en 2018 la entrevista que Darthés le dio al desaparecido Mauro Viale antes de escapar a Brasil donde por tener esa nacionalidad no podía ser extraditado. Lo vimos reconocer entonces que Thelma estuvo en su cuarto de hotel y justificar su supuesta negativa a avanzar sobre la menor con una frase que todavía da asco: “Yo le dije ‘¡Estás loca! ¿Qué te pasa? Tenés un novio’”. Era la voz de alguien que normalizaba su perversión: en su versión, lo primero que lo frenó no fue la edad de la menor, sino que tuviera novio.
La Justicia argentina probablemente habría sido más severa con él si no hubiera tenido vía libre para salir del país aconsejado por un abogado mediático que ahora pretende ser político. Aunque siempre es difícil probar violaciones y abusos y este es un caso testigo de cómo se pone en duda la palabra de las víctimas, Amnistía Internacional Argentina –que seguirá acompañando a Fardin en su apelación– dijo que según la UFEM, la tasa de condena por violación sexual en nuestro país es del 15%, mientras en Brasil es sólo del 1%.
Una vez más, este fallo decepcionante no es ni puede ser visto como una derrota, porque lo que consiguió Thelma –poniendo literalmente su cuerpo en juego y exponiéndose a amenazas de todo tipo, no sólo hacia ella sino al equipo que estuvo con ella desde el primer momento, incluyendo a la periodista especializada en género de Infobae Luciana Peker– es mucho más grande. Además de haber impulsado a que se atendieran denuncias previas que habían sido desoídas, como las de Rivero, Ana Coacci y Natalia Juncos, sentó un precedente histórico para las víctimas de abuso sexual: tres países consideraron que había prueba suficiente para investigar, tal como recordó también Amnistía.
Es incalculable el efecto dominó que animó a personas como Lucas a denunciar abusos que nos habían enseñado a esconder abajo de la alfombra como si la vergüenza y la culpa fueran nuestras. Para dar una idea, desde que Fardin relató los hechos por primera vez en público, los llamados a la línea para víctimas de violencia –144– y por abuso sexual infantil aumentaron en un 123% y 1200%, respectivamente.
Por eso fueron tan importantes las palabras de la actriz ayer, cuando dijo que, aún ante este revés, en clave social la suya es una batalla ganada: “Le quiero pedir a todas esas personas que se atrevieron a romper el silencio, a hablar después de esa conferencia en 2018, que no sientan que esto los adoctrina. No me adoctrinan a mí; por favor, que no las adoctrinen a ustedes”.
En los próximos días probablemente oiremos cosas horribles y veremos gente muerta que volverá a plantarse con la impunidad del poder que les permitió atacar antes sin siquiera notar la violencia que ejercían. En los próximos días veremos zombies profugados dando declaraciones y llorando para invertir la carga igual que cuando abusaban sin el freno de la condena social y pidiendo que los miren; pero la fortaleza de esa chica a la que no quebraron ni lograron convertir en una víctima perenne, seguirá siendo el abrazo para muchos de los que sufren en silencio. Es también por todos ellos que hoy debemos acompañar a Thelma en su pedido de Justicia. Para que sigan sintiendo que no están solos.
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