
Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es (Borges, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz).
Siempre me interesaron las personas que un día se atrevieron a cambiar de vida por su coraje para animarse a transitar por una incierta “segunda vida”. Brian May pudo vivir como astrofísico, pero sin saber si el éxito le llegaría se convirtió por su talento musical en pieza clave de Queen, al lado de Freddie Mercury; le llegó.
De Sábato a Pinter, pasando por Alterio
La primera persona que llamó mi atención fue Ernesto Sábato. Supe en Madrid en 1982 que en su juventud Sábato había sido un notable físico que había trabajado en el Laboratorio Curie en París y en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Siendo todavía joven lo dejó todo por la literatura.
Más tarde, en los 90, entrevisté en Madrid a Héctor Alterio para mi revista Intramuros. Allí me contó cómo un día, a sus cuarenta años, dejó de trabajar en la empresa Terrabusi para dedicarse completamente a la actuación. Eso me llamó mucho la atención, tanto como su relato -sin resentimiento- en torno a su radicación en España con motivo de las amenazas de la Triple A. No volví a verlo hasta que un día lo vi sentado en las escaleras del Palacio de Justicia (Buenos Aires) en un descanso de la filmación de la película Cenizas del paraíso.
Registré el momento con una foto para mí muy querida en la que está con Leonardo Sbaraglia y el director Marcelo Piñeyro. Siempre lo vi como un hombre feliz y ejemplar.
Más tarde y luego de haber trabajado textos suyos en un taller de actuación amateur en inglés, la tercera persona que incluí a mis admirados fue Harold Pinter, quien ya consagrado mundialmente dejó la dramaturgia para dedicarse de lleno al activismo cívico.
Otros que cambiaron: Leo Castelli, Javier Moreno y Rubén Blades
Leo Castelli fue abogado y trabajó en compañías de seguros y en la banca antes de convertirse en un brillante galerista de prestigio internacional (primero en Europa y luego en Nueva York). Lo conocí en Nueva York en un openning de Roy Lichtenstein, a quien también saludé.
Otro a mencionar es Javier Moreno: es químico y trabajó como tal en una empresa alemana antes de dedicarse al periodismo y llegar a director del diario El País (España, 2006/2014 y 2020/2021). Le tocó nada menos que la publicación de la información brindada por Julian Assange a través de WikiLeaks junto a los diarios The New York Times, The Guardian, Le Monde y Der Spiegel.
Rubén Blades es abogado y también egresado, a sus 37 años, de la Universidad de Harvard (1985). Pero todos lo conocemos por su “segunda vida” como músico de gran proyección internacional. Incursionó en la política -fue ministro en su país-, es activista cívico y también actor.
Los que sin cambiar, amplían y enriquecen sus vidas sumando nuevas pasiones: García de Enterría, Cassagne y Williams. Liderazgo y civismo.
Eduardo García de Enterría fue uno de los más importantes juristas del Siglo XX (en Derecho Administrativo), maestro de maestros, líder de una gran escuela de iuspublicistas. Me resultó muy interesante saber y disfrutar de su gran fervor por la poesía de Jorge Luis Borges. Escribió varios libros sobre ésa, una de sus pasiones. Tuve la ocasión de tratarlo en Madrid y en Buenos Aires desde 1984.
Y si de ampliar la trayectoria vital se trata, Juan Carlos Cassagne, además de ser hoy uno de los más prestigiosos juristas de Latinoamérica, mi maestro, mi socio y mi amigo, me enseñó siempre a agregar valor desde el humanismo con su ejemplo vital.
Sin abandonar nunca el Derecho Administrativo -mi más fuerte pasión- y la consultoría internacional, ya en España seguí sumando. Lo último en el campo del liderazgo junto a la experta norteamericana Marta Williams, formadora de líderes en el mundo entero. Y el civismo siempre presente, como Blades y Pinter.
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