El rey está vestido

A los 74 años, Carlos III se convirtió en rey. Un multitud de dos millones de personas llenaron las calles para festejar la coronación

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El rey Carlos III de Gran Bretaña saluda a la multitud desde el balcón del Palacio de Buckingham tras la ceremonia de coronación en Londres (AP Foto/Frank Augstein)
El rey Carlos III de Gran Bretaña saluda a la multitud desde el balcón del Palacio de Buckingham tras la ceremonia de coronación en Londres (AP Foto/Frank Augstein)

Ahora ya con corona, Carlos lll, el paciente listo. Nadie podrá hacer juegos de palabras con el cuento de Andersen. De ningún modo desnudo, rey vestido con algo que ha percibido el pueblo en las calles como algo mejor de lo que se suponía de él, el rostro. Carlos lll, expresó un talante por instantes melancólico y tristón.

Siempre es entretenido y curioso- bueno, pasa poco- ver todos y cada uno de los detalles y personajes que asisten a los fastos de una coronación. Dos mil soldados en la escolta, los caballos formidables, los vestidos, la gente en las calles que en este caso significó, por la gran cantidad, aceptación y una mejor llegada a la idea de que el rey no está finalmente tan mal y que había que ponerle una ficha.

Rey, después de tanto tiempo. Isabel ll fue muy longeva y muy querida: jamás pensó en una abdicación. Sería de algún gusto dudoso que la sucesión recayera con alguna frustración en él después de una auténtica era como conformaron los años del reinado de la madre. Pero llegó, a los 74 años y la corona llegó a su cabeza blanca, la cara colorada de siempre, las manos hinchadas por una enfermedad crónica. De una elegancia invencible, pocas palabras, comprometida con la causa de recuperar y sostener el planeta, vegano, en protesta por los edificios altos y de arquitectura vanguardista: “Un grano en la nariz de Londres”.

A los 74 años, Carlos III se convirtió en rey (AP)
A los 74 años, Carlos III se convirtió en rey (AP)

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La coronación fue tan solemne como corta mirada desde la Historia, pero las presencias fueron resonantes. Tenemos que hablar de Carlos y de Camilla, y el amor de los dos apenas revelado cuando se casó con Diana Spencer, Lady Di, hasta la muerte en París, aquel choque alocado para evitar a los paparazzi al salir del Ritz junto con Dodi Al Fayed, rico propiedad de Harrod´s y numerosos negocios gordos. Un musulmán en las filas de los Windsor provocaban malas digestiones en el Palacio.

Al morir Diana, la prensa británica, sobre todo los diarios populares de Londres con cifras de 3.000.000 ejemplares diarios, no tuvo el menor límite- es una sociedad abierta y libre, finalmente-, y todo lo de Carlos y Camilla se supo pronto: “Desearía ser tu tamponcito en este momento”, se pescó en una conversación de teléfono. Las cosas del querer aún en la dudosa susurrada de una conversación caliente.

Diana no ocultó la anorexia, ni la bulimia, ni sus lágrimas contenidas en público, ni sus cuernos vengativas y explícitos, a la par que ganó en cariño y popularidad, capaz de romper protocolos y formas a cada rato: la reina la detestaba. Batir - por decirlo al modo porteño- todo lo que pasa, es un espanto, pensaba y no disimulaba la legendaria Isabel.

El rey Carlos III y la reina Camila de Gran Bretaña viajan en el Carruaje Dorado de Estado de regreso al Palacio de Buckingham desde la Abadía de Westminster después de la coronación en Londres (Foto AP/Petr David Josek)
El rey Carlos III y la reina Camila de Gran Bretaña viajan en el Carruaje Dorado de Estado de regreso al Palacio de Buckingham desde la Abadía de Westminster después de la coronación en Londres (Foto AP/Petr David Josek)

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Claro, era muy joven, 25 años, y los varones de Windsor son golosos con las mujeres atractivas y de otros-corrijo: nadie es de nadie, por si el feminismo, digo-, pero está el deseo, el prójimo y todo eso. Una tendencia, pongamos hacia las “prójimas”, y todos contentos. De gran belleza y encanto, Lady Di adoraba bailar, y lo hacía muy bien. No se perdía concierto de rock (prefería a los Dire Straits con su poderosa guitarra, Mark Knopfler y a Elton John).

Se sabe por información o sección fija de cada día que el príncipe Andrés ha fijado la justicia norteamericana por la frecuentación y no se sabe si además alguna clase de sociedad con Jeffrey Epstein, proxeneta y pedófilo de enorme fortuna con el perverso negocio, ahorcado en la cárcel oficialmente por suicidio o por mano ajena, lo más probable: sabía mucho Andrés era, aquí no se duda, un cliente asiduo. Es tal vez el remolino en el que da de comer, de soñar y satisfacerse cuanto concierna a Buckingham. Están las manifestaciones de problemas entre William y Kate Middleton, la rebelión de Harry, su hermano radicado en Estados Unidos junto a Megan Markle, un matrimonio no imaginado por algo parecido hasta entonces. Lechuga para el canario –con hambre-, aunque los sondeos indican que los británicos quieren sostener la monarquía, al menos en Inglaterra, que en Escocia, Gales, (Irlanda del Sur independiente no cuenta, y la del Norte opta por el sí , por la permanencia con mínimos bolsones en desacuerdo.

Monarquía y estupidez

Hasta este punto, toda –casi- de la llegada a la corona de Carlos Tercero El Impaciente en un ámbito traspasado por una tradición antigua de silencio y prudencia, un montonazo de veces traspasada por crisis o escandaletes que salen a la luz. Las dinastías monárquicas parlamentarias y sus pueblos específicos resultan siempre un llamado a miles de millones. Los Windsor, que inventaron el apellido para sacarle un poco de gusto alemán en sus orígenes, no son una excepción.

La coronación fue tan solemne como corta mirada desde la Historia (Photo by James Manning / POOL / AFP)
La coronación fue tan solemne como corta mirada desde la Historia (Photo by James Manning / POOL / AFP)

El rey continuará un sistema dinástico y una monarquía donde se vota y los derechos son cumplidos. El partido ganador propone al rey o reina un primer ministro, verdadero gestor político. Hay diez monarquías parlamentarias en los países con mayor satisfacción general en el mundo sustentado el método compuesto para determinar la felicidad de los pueblos a la cabeza: Reino Unido, España, Luxemburgo, Suecia, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Dinamarca, Mónaco y Liechtenstein. Los mejores.

La necedad ideológica surge como un reflejo condicionado negarlo: la monarquía- dirán siempre- es un modelo, anacrónico, injusto, privilegiado, sin reparar en esos 10 países y en la diferencia entre las parlamentarias y las absolutas como Tailandia o, en otra dirección, en los reinos árabes, de otra fuente y devenir.

Sería ridículo que uno imaginara una monarquía en la Argentina – los primeros tanteos de emancipación americana reparó en una figura de la realeza europea o en un inca, sin embargo-, porque nosotros nos dimos una democracia- hoy de baja intensidad y sin brillo recuperada con Alfonsín tras la dictadura . No hay manera. No se puede. La estupidez integra el genoma del estúpido seudo progre, sin inteligencia, sin lectura, sin capacidad para comparar sistemas, holgazanes que nunca vieron un pobre o fanáticos rugientes.

El presidente de Colombia, Petro, asistió a una recepción ofrecida por los reyes de España y se negó a la etiqueta requerida por expresar que se trataba de ropajes para élites: “Como presidente represento al pueblo, me niego”, insistió. Elegido hace poco, su formación política sólo cuenta con los años en las FARC.

La ofensa a la realidad y a la torpeza impedirán siempre la estabilidad y propiciarán la decadencia.

Cuando Felipe Gonzales visitó China como presidente del Gobierno o primer ministro español fue recibido por Deng Xiaoping, el hombre fuerte en la sucesión de Mao, con la manicomial revolución cultural, encuentro histórico y verificación de que la dictadura del Partido se abría a formas capitalistas- propiedad, empresas, iniciativas- con gran éxito. Un salto impresionante. El chino le dijo

al andaluz: “Es cierto. No se trata de que el gato sea blanco o negro. Lo que importa es que cace ratones.”

Difícil de entender para el estúpido ideológico, un animal peligroso.

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