El pensamiento de Bergoglio y el campo político nacional

El Santo Padre, desde su formación como jesuita, desarrolló un esquema de pensamiento donde presta especial atención a los problemas que plantean las tensiones existentes entre gracia y libertad, lo grande y lo pequeño y entre contemplación y acción

El Papa Francisco

“Cultura es lo que salva del naufragio vital, lo que permite al hombre vivir sin que su vida sea una tragedia sin sentido” (J. Ortega y Gasset - Misión de la Universidad, 1930, Vol. IV p.321).

La tensión polar como génesis del pensamiento bergogliano

El filósofo Massimo Borghesi autor de la biografía intelectual de J.M. Bergoglio desarrolla el tema de la polaridad como modelo de su pensamiento en un estudio disponible en la web titulado: “El modelo de la polaridad. La influencia de Gaston Fessard y Romano Guardini en Jorge Mario Bergoglio (2019)”. Ahí nos recuerda que el actual pontífice encuentra en ese modelo “la formulación de un entendimiento dinámico, en tensión y abierto. Y también halla que el catolicismo, como sujeto de paz, opuesto al maniqueísmo, se enriquecía en su afán de que los polos opuestos -por ejemplo, progresistas/conservadores- encontraran una conciliación superior, sin que con esto se eliminaran. Superando así -agreguemos- la dialéctica de los contrarios. En el plano de la teología, partiendo de esa filosofía de la polaridad Bergoglio desarrolla una teología de la ternura (Reflexiones de Francisco el 14 de diciembre de 2017 en Santa Marta y Austen Ivereigh, El Gran reformador, 2014) a partir de la relación del hombre con Dios.

El Santo Padre, desde su formación como jesuita desarrolló un esquema de pensamiento donde presta especial atención a los problemas que plantean las tensiones existentes entre gracia y libertad, lo grande y lo pequeño y entre contemplación y acción. Y formula los cuatro principios liminares de su pensamiento a los que nos hemos referido. También aclara que esta manera de pensar es aplicable a múltiples oposiciones polares.

Nuestro propósito

Nuestro propósito en esta nota no es otro que preguntarnos si estos principios gnoseológicos pueden ser herramientas para acercarnos a la comprensión de la complicada vida política y social de nuestra sociedad inexplicable y en ese desafío asumimos todos los errores como nuestros.

A pesar de la prédica del cristianismo en el mundo se siguen produciendo conflictos de extrema gravedad y si bien la solidaridad se hizo carne en la conciencia y la acción de las mayorías poderosas minorías siguen practicando el mal.

En nuestro pueblo lo que se observa es el altísimo grado de ebullición al que llegan los conflictos de las dirigencias políticas y sociales sin que se intente un camino superior.

Las tensiones polares de los dirigentes políticos y sociales

Cum grano salus decían los latinos. Los graves conflictos que adolece nuestra nación -pobreza, diferencias, inseguridad entre otros- hoy se ven agravados por dos circunstancias:

La crisis política que atraviesa nuestro país donde se fue construyendo un complejo edificio sin un diseño ni consenso profundo del modelo de país que queremos los argentinos.

Es sabido que como en el campo de la salud las infecciones oportunistas ocurren cuando hay debilidad inmunológica. Hoy nos encontramos en una crisis política y económica casi terminal que crea condiciones para la aparición de utopías que se proponen “pescar” en un mar revuelto, con pescadores financiados desde afuera.

Unidad en la diversidad para el diseño de un camino

Que importante sería -decimos -que los dirigentes sociales y políticos se plantearan las oposiciones polares tales como riqueza y pobreza, intereses nacionales y multinacionales, fuga e inversión, transparencia y corrupción, bien común y bien particular, verdad y falsedad, industrialización y no industrialización, extractivismo y explotación minera, forestación y deforestación contaminación y no contaminación, estado fuerte y estado mínimo, y entre las otras múltiples oposiciones polares que se plantean en esos y otros campos fundamentales como son seguridad, salud y educación.

Pero antes de todo eso, los dirigentes de todos los partidos político e ideologías deberían -elecciones aparte -sentarse en una mesa y por la salud de la Nación y la paz social discernir cómo lograr la unidad en la diversidad, para salir de este gran pantano en el que estamos hundidos. Para lo cual, en estos 40 años quedó comprobado que son necesarios, pero no suficientes, la observancia de la Constitución y de los poderes constituidos.

Dice el Papa Francisco que lo divino y lo político pueden armonizarse

“No temas, yo te ayudo, tu redentor es el santo de Israel”. Y así “es el Dios grande que se hace pequeño y en su pequeñez no deja de ser grande y en esta dialéctica grande es pequeño: es la ternura de Dios, el grande que se hace pequeño y el pequeño grande”.

“… lo que es divino -dice Francisco -es tener ideales que no estén limitados ni siquiera por lo más grande, sino ideales que estén al mismo tiempo contenidos y vividos en las cosas más pequeñas de la vida… “no asustarse de las cosas grandes, sino a tener en consideración las cosas pequeñas: esto es divino, las dos juntas”. Como decía un pensador alemán “lo pequeño es hermoso”.

“La concepción ignaciana es la posibilidad de armonizar los opuestos, de invitar a una mesa común conceptos que en apariencia no se podrían acercar, porque los coloca en un plano superior en el que encuentran su síntesis”.

Entre tradicionalistas y utópicos, mejor clásicos

Una antinomia que fuera del ámbito religioso se da con frecuencia en nuestra realidad nacional, es la antinomia entre conservadores y utópicos. “Aquí -dice Bergoglio con especial referencia a la Iglesia -entra en juego la relación con el tiempo que desafía tanto a quien quiere reducir la historia a un «taller de restauración» como a quien la quiere como «un laboratorio de utopías». “Ni una cosa ni otra: ni tradicionalistas ni utópicos” (1978: 35). Para trascender esta (falsa) oposición, es necesario el recurso a «lo clásico», bien distinto del recurso fácil a «lo tradicional», al tradicionalismo vacío que sólo cuida mantener la paz… pero la de los sepulcros. Al hablar de «clásicos» nos referimos a aquellos momentos fuertes de la experiencia y reflexión religiosa y cultural que hacen historia, porque de algún modo tocan hitos irreversibles de la marcha de un pueblo, de la Iglesia, de un cristiano. Se trata de tener ante la vista el núcleo fundamental que nos constituye y nos identifica (cf. Hb 10, 32 ss.; 13, 7 ss.), para poder dar, sin desviarnos de nuestra identidad, los pasos que nos exigen situaciones históricas concretas y actuales. En los «clásicos» nos inspiramos para llevar adelante esas dos actitudes, aparentemente antinómicas, pero que dicen a nuestra manera de ser: memoria del pasado y arrojo para abrir nuevos espacios a Dios.”

¿Políticos clásicos en la política nacional?

Este cronista se formula esta pregunta y tres nombres fundantes de la prevalencia de una sola Patria en el horizonte del siglo XIX aparecen incuestionados, Manuel Belgrano, José de San Martín y Juan Bautista Alberdi. Y aunque hayan incurrido ambos en la falta de un acertado discernimiento que presipitó males irreparables a la República, ¿no fue acaso el encuentro final de Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín la mejor página de filosofía política de la segunda mitad del siglo pasado? ¿Hay sello y guía de unidad superior? No es hora de incorporar a nuestra cultura política esa lección de la historia? La literatura ya lo había grabado en la cultura criolla:

“Los hermanos sean unidos

porque esa es la ley primera;

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos pelean

los devoran los de afuera.”

José Hernández - Martín Fierro

La Compañía de Jesús como “coincidentia oppositorum”

Dice Borghesi que “Tanto en 1976 como en 1978, la idea rectora del joven provincial es, por lo tanto, la de la Compañía de Jesús como “coincidencia de opuestos”. En la conciencia, dramática, de que los conflictos políticos sociales y las ideologías tienden a crear muros infranqueables, odios profundos y víctimas, Bergoglio lucha por la unidad de la Iglesia y la unidad del pueblo.”

“Lo hace -prosigue el filósofo -a partir de un pensamiento «católico» que ve en la síntesis de los opuestos la meta ideal. Con todo, no se trata, de la síntesis hegeliana. Para Hegel, lo particular es sólo aparentemente «conservado» en lo universal. En cambio, en el pensamiento de Bergoglio y del catolicismo en general, no es así, no desaparece lo particular en lo universal concreto…” El Santo Padre pone el acento en “el cuidado de lo particular, la conciencia de que el más pequeño es el más grande en el reino de Dios. Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo, divinum est, capacidad sintética le falta al idealismo y a las ideologías que le siguen, fundadas sobre el sacrificio de lo finito, de lo limitado, de lo contingente. La auténtica totalidad -dice Francisco -opuesta al totalitarismo, no destroza a nadie”.

Tabla de principios

Las tres parejas polares, unidas a los cuatro principios, son explicadas por el Papa Francisco en Evangelii gaudium, nn. 221-237, sobre lo cual hemos escrito en notas anteriores y a cuya Exhortación Apostólica remitimos.

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