Hace 22 años, cuando todavía estaba lejos del cuarto que hoy ocupa en la Residencia de Santa Marta, en el Vaticano, el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio creó en la Argentina el Instituto del Diálogo Interreligioso (IDI), compuesto por dirigentes de diversas tradiciones espirituales.
El organismo que yo mismo presido, en conjunto con el Padre Guillermo Marcó y el profesor Omar Abboud, tiene la misión de promover el entendimiento de los hombres de fe e impulsar en todos los ámbitos la cultura del encuentro como grandes denominadores comunes para alcanzar la paz y la justicia.
Es por eso que, a 10 años del Pontificado de Francisco, que lo llevó a lo más alto de la Iglesia Católica, quería destacar algunos de los principales aspectos de la tarea que viene llevando adelante desde entonces, principalmente en lo que tiene que ver con su compromiso con los migrantes, el diálogo interreligioso y el medio ambiente.
En cuanto al primero de esos puntos, considero que es importante recordar que uno de los gestos iniciales del ahora papa fue el de dirigirse a la isla de Lampedusa para aseverar su posición sobre los refugiados, hombres, mujeres y niños que, escapándose de hambrunas y persecuciones, arriesgan sus vidas dejándose llevar en frágiles barcazas hasta alguna costa del viejo continente.
En una de sus homilías, el Sumo Pontífice aseveró que “nuestra indiferencia nos hace culpables” y, en este sentido, propuso “algunas palabras que provocan en la conciencia de todos”, para inspirarnos “a cambiar realmente ciertas actitudes”.
Consecuente, Francisco, en el alto compromiso de su ministerio y siendo obispo de Roma, determinó que todos aquellos predios que en la actualidad no se utilizaban como seminarios e iglesias, fueran destinados al trabajo y albergue de los migrantes. En cada oportunidad que se le presenta, apelando a la memoria y a las raíces de las historias personales, el papa es la voz firme y pausada de los migrantes que sufren las guerras y las nuevas formas de esclavitud.
En lo que respecta a su compromiso con el diálogo interreligioso, cuyo principal objetivo, a mi entender, es la promoción de la riqueza que nace del intercambio entre tradiciones religiosas, quienes somos creyentes en la Trascendencia de la existencia y profesamos esta consideración con una visión pluralista, pensamos que la misma no se expresa en términos de la revelación a una fe con exclusividad a una comunidad de iluminados. En oposición a una religiosidad que acarrea el peligro del fundamentalismo, sostenemos que el diálogo es la base del encuentro y que debe ser plasmado en los diversos ámbitos (el religioso, el social, el político). En este sentido, vemos en el papa al gran guía de nuestro tiempo.
Aún cuesta ser conscientes del momento histórico que estamos viviendo. Por ejemplo, aún nos va a llevar tiempo metabolizar el enorme gesto ejercido por Francisco cuando, en febrero de 2019, con motivo de su primera visita a la península arábiga, elaboró y firmó, junto al Gran Imán Ahmad Al Tayyeb, el Documento sobre la Fraternidad Humana. Y lo mismo ocurre en el diálogo ecuménico y con los factores religiosos judíos.
Por último, cabe destacar también su compromiso con el medio ambiente, ya que, preocupado por la Creación, el papa sostiene que el clima es un bien común, de todos y para todos. En su encíclica Laudato si: Sobre el cuidado de la casa común, Francisco emite un llamado de alerta ante el cambio climático actual, con consecuencias desastrosas, y a su vez propone acciones concretas ante la degradación social que ha sufrido el planeta en los últimos dos siglos, identificando “las raíces humanas” del deterioro ambiental que vivimos.
“Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”, escribe el Papa, con lenguaje simple y directo, accesible a todos.
En un análisis de su encíclica, Edna Goldman señala que el papa en sus palabras incluye el flagelo de la pobreza y el azote de los poderes económicos. Aborda la problemática ecológica a través de la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta; la convicción de que en el mundo todo está conectado; la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología; la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso; rechazar la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
Organizado por el IDI, estos son algunos de los tópicos que serán analizados y desarrollados por diversos especialistas en el Seminario “De Jorge a Francisco” que se llevará a cabo en la ciudad del Vaticano entre los días 4 y 5 de mayo próximos.
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