El acoso escolar no es un “juego de chicos”

Sus consecuencias son peligrosas y es el deber de todos escuchar a las víctimas, hablar por ellas y acompañarlas. El caso de éxito del método KiVa, implementado por Finlandia en 2006 para combatir el bullying en las escuelas y replicado por otros países del mundo

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Cientos de chicos sufren acoso escolar o bullying a diario
Cientos de chicos sufren acoso escolar o bullying a diario

“Entrar a la escuela era un infierno”, me dijo Brian Giner, joven español de 23 años y autor del libro “Golpeado, pero no derrotado”, donde cuenta cómo fueron los 12 años en los que sufrió acoso escolar.

“El acoso escolar, las burlas, la violencia, todo eso te hace pequeñito y te acabas creyendo lo que te dicen”, me dijo Brian cuando lo entrevisté en mi podcast “Hablemos Libertad”, después de contarme que sus “compañeros” llegaron a clavarle una lapicera en la mano, luego intentaron clavársela en el cuello, e incluso intentaron tirarlo por la escalera.

Esto pasa todo el tiempo: el ejemplo de Brian Giner, el caso de las hermanas que se tiraron de un balcón por sufrir acoso escolar y miles de casos más que suceden todos los días, hoy, en este momento, y de los que muy pocas personas hablan.

Teniendo en cuenta las cifras en aumento, UNICEF elaboró un informe titulado “Violencia contra niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe”, donde afirma que el 70% de los jóvenes latinoamericanos fue víctima de la intimidación o acoso escolar alguna vez en su vida: desde golpizas, lesiones, ciberacoso, discriminación, violencia verbal, física, psicológica o sexual.

El acoso escolar y el ciberacoso, como señala el informe, son “asesinos silenciosos que cada año matan a 200 mil niños en todo el mundo”. El informe reporta que 150 millones de adolescentes en todo el mundo, de entre 13 y 15 años, tienen interrupciones en su educación debido a este problema. En Estados Unidos, más del 77% de los estudiantes dicen ser acosados verbal, física o psicológicamente; hay que tener en cuenta que la mitad de los casos de bullying no son denunciados y los de ciberbullying (el acoso y la intimidación por internet) todavía menos. Más de 160.000 estudiantes faltan cada día a las escuelas estadounidenses por miedo a ser acosados, y al mes más de 282.000 estudiantes de colegio secundario son físicamente atacados.

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El acoso escolar pasa en todos lados, no hay institución que se salve. Sus consecuencias son peligrosas: llegan al suicidio, que es el lado visible del iceberg, y debajo hay una inmensidad de personas con traumas que pueden quedar para toda la vida, sumado a la ansiedad y a la depresión que puede causar el bullying.

Detectar estos casos, identificar los comportamientos abusivos y resolver esta problemática es clave para cuidar a los niños, quienes además de enfrentarse a la posibilidad de padecer violencia dentro de su hogar, también la pueden padecer en las escuelas. Escucharlos, hablar por ellos, acompañarlos. Es el deber de todos.

También es crucial sensibilizar a las personas (niños y adultos) acerca de este problema para que deje de normalizarse y se vean sus consecuencias. Hace falta impulsar e incorporar educación emocional y social en las escuelas, educación sobre la no-violencia, la importancia de la empatía, del respeto, de la ternura.

Acoso escolar. (Getty Images)
Acoso escolar. (Getty Images)

Lo peor del caso es que hay una cultura complaciente con el bullying. En el caso de los varones incluso forma parte de la programación machista de la masculinidad hegemónica donde el varón se “tiene que hacer fuerte”, es decir amoldar su carácter y su capacidad de raciocinio a la básica función de subsistir a un grupo hostil. ¿Por qué razón? Deberíamos empezar a considerar que el bullying es siempre un acto ilícito y que, aunque en la mayoría de los casos quienes lo ejercen no pueden ser jurídicamente responsabilizados, eso no cambia nada para la víctima que también es menor de edad. Para la víctima no hay morigeración de las consecuencias, sino que es al revés. Los niños van a las escuelas para ser inteligentes y productivos, no para que se les transmita la ley de la selva.

Creo que se podría hacer más desde el punto de vista de la responsabilidad. El bullying o acoso escolar, como decía, es ejercido por menores, pero ellos están a cargo de mayores, tanto de quienes dirigen los establecimientos como los padres de los abusadores. No es una mera “cuestión de chicos”, con más razón cuando muchas veces el bullying es consecuencia de prejuicios culturales arraigados que la propia familia propaga y enseña.

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Los números de acoso escolar crecen y la normalización de las agresiones en las aulas tiene que parar. Hasta hace pocos años había un consenso claro para cambiar las cosas, ahora la cuestión se agrava porque hasta en la política se ha convertido en tendencia la veneración de personajes que hacen del bullying de adultos un instrumento de seducción de personas que celebran cosas como un “derecho a ofender” y un machismo que se vincula al maltrato. Encima lo llaman “libertad de expresión”: pareciera que sin maltratar y abusar no hay suficiente libertad. Por eso el cambio depende de que expandamos las herramientas y el compromiso para ponerle fin a tanta violencia, acoso, burlas y discriminación también en la actividad política.

Cuando nos toca hablar de respuestas o soluciones, un caso para destacar en la lucha contra el bullying es el de Finlandia, que, tras los crecientes casos de acoso en el país en el año 2006, desarrolló a través del Ministerio de Educación y la Universidad de Turku el método KiVa en contra del acoso escolar. Más del 90 por ciento de las escuelas de Finlandia han aplicado el método KiVa y dmostraron su eficacia, y fue replicado en los Países Bajos, el Reino Unido, Suiza, Francia, Nueva Zelanda, España y otros. En uno de mis episodios de “Hablemos Libertad” pude entrevistar a Federico Malpica, fundador y director del Instituto ESCALAE (Calidad de la Enseñanza y el Aprendizaje) y Laura Alcocer, colaboradora y entrenadora de KiVa en Argentina, quienes están trabajando en el impulso de este método para prevenir el bullying en nuestro país y en Hispanoamérica.

Este método consiste en formar a los docentes con metodologías y herramientas para prevenir, intervenir y seguir los casos de bullying, en ayudar a los niños a reconocer un sistema de valores para afrontar el acoso, en ofrecer a los padres información para poder identificarlo y en desarrollar una comunicación escuela-casa que se vuelve fundamental en dicha metodología. Con KiVa se busca influir en el grupo escolar para que no fomente el bullying y corrija las situaciones que puedan llegar a suceder. Los que observan desde afuera los casos de acoso escolar pueden jugar un rol fundamental: defendiendo a las víctimas, hablando, contándolo. No sean testigos silenciosos, pueden cambiar una vida para siempre y para bien.

Brindar formación básica sobre el tema para despertar conciencia a todas las personas que trabajan en la institución también es una buena herramienta: desde los que trabajan en la cafetería, a los que manejan los transportes escolares, los porteros y todos los que comparten el espacio escolar.

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Urge hacer un llamado a los alumnos, a los padres y a los miembros de la comunidad educativa, y así lo hacemos hoy, 2 de mayo, en el Día Internacional Contra el Bullying. Sus hijos, sobrinos, nietos, primos, hermanos, amigos pueden ser acosadores, pueden ser acosados o también pueden observar desde afuera los casos de acoso escolar. En ninguno de los casos saldrán indemnes de estas experiencias. Un comienzo sería que hablen con los niños, que generen conciencia, que ayuden en el desarrollo de la empatía, pero además que los “escuchen”. Los adultos tienen que tomar en serio las preocupaciones y los comentarios de los más pequeños.

Todas las instituciones educativas deben tener un protocolo de acción rápida para el momento en el que se detecta un caso de bullying, sumado a las medidas preventivas como actividades para generar conciencia y atajar situaciones. Además, no es un detalle menor que hay que trabajar no sólo con el agredido, sino también con los agresores.

El acoso escolar no es “cosa de niños”, no se trata de “niños siendo niños”, no es una “broma”, no es un “comportamiento normal”, es un crimen, y no “ayuda a fortalecer el carácter” de los niños. El acoso escolar es un comportamiento dañino que destruye la autoestima de los menores y atenta contra su dignidad. Es un comportamiento que fue normalizado durante mucho tiempo y que tenemos que ayudar a detener. El acoso no es un juego. No podemos seguir tolerando el bullying.

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