En los últimos días, el Indec nos muestra que los índices de pobreza alcanzan el 40 por ciento: 18 millones de habitantes en nuestro país son pobres. Esta cifra empeora en los menores de 25 años, de los cuales el 60% viven por debajo de la línea de pobreza. Tenemos ante nosotros un espejo que nos refleja una terrible situación y en el cual tenemos que mirarnos.
La pregunta que inevitablemente nos surge es: ¿cómo llegamos hasta acá?
Yendo algunas décadas atrás, hace solo 50 años, teníamos el 6% de pobres, con una población de 23,3 millones de personas. Crecimos en población y también crecimos en cantidad de pobres, pero de un modo desproporcionado: hoy hay 16 millones de pobres más con relación a la década del 70. ¿Qué pasó con la actividad privada que implica la capacidad de un país de dar respuesta al crecimiento de la población?, ¿Qué sucedió con el empleo?
La comparación entre ambos valores nos muestra que el problema radica en la falta de creación de puestos de trabajo, en la falta de ampliación del sistema productivo y en la falta de generación de oportunidades laborales para todos aquellos nuevos habitantes de nuestro suelo. Desde la década del 70 hasta la actualidad, en términos de producción y empleo el país creció por debajo de la media de los países limítrofes, de los países en desarrollo y centrales.
El problema radica en la falta de creación de puestos de trabajo, en la falta de ampliación del sistema productivo y en la falta de generación de oportunidades laborales para todos aquellos nuevos habitantes de nuestro suelo
Hace unos meses le pregunté a un intendente de la Provincia de Buenos Aires cuántos chicos nacían por año en su ciudad. Me respondió que nacían cerca de 2000 bebés. Acto seguido, le consulté cuántos puestos de trabajo se creaban durante el mismo período de tiempo, su respuesta fue: entre 300 y 400. La cuenta es muy clara: la población está creciendo a un ritmo mucho mayor que el empleo, y esto sólo puede significar una cosa, y es que el sector productivo no logra acompañar ese crecimiento y en consecuencia incorporar a los jóvenes que se suman a la oferta laboral. Estamos hoy, ante una situación, donde los gobernantes no toman conciencia que la “generación de pobres” en verdad radica en la no generación de puestos laborales por parte del sector privado. Este desequilibrio que vemos en este simple ejemplo es la forma en que “generamos pobres” y de la cual los gobernantes se deben responsabilizar.
La cultura de la pobreza, es cuando se piensa en lo que uno tiene. la cultura de la riqueza es cuando pensamos en lo que generamos.
Desde hace muchos años como país hemos puesto el foco en la distribución de lo que tenemos, posicionándonos nuevamente como campeones, pero en este caso por tener el récord mundial de presión fiscal. Según el último informe de la UIA “Carga fiscal sobre el sector formal”, publicado hace tan solo 1 mes, Argentina lidera el ranking cuando se observa la presión fiscal sobre el sector formal, teniendo un 51% de presión fiscal sobre el PBI, esto revela que el foco ha sido grabar la actividad productiva como única solución a los problemas económicos y sociales de nuestro país, mientras que, en simultáneo, el Estado y el gasto público han crecido al mismo tiempo que se multiplicaba la pobreza. Grabar la actividad industrial indiscriminadamente solo provoca una disminución de la inversión, falta de confianza y en consecuencia limita la posibilidad de crecimiento y de generación de oportunidades para los 18 millones de personas económicamente activas que lo necesitan.
Desde la década del 70 hasta la actualidad, en términos de producción y empleo el país creció por debajo de la media de los países limítrofes, de los países en desarrollo y centrales
Este sistema de presión tributaria, disfrazado de “paradigma redistributivo”, que no tiene en consideración el fomento de la actividad privada, ha sido el resultado de un gran acuerdo de todos los sectores políticos. Sí: en la Argentina han habido acuerdos entre todos los sectores políticos. Primero, en la creación de impuestos como único camino para la solución a los problemas económicos/financieros. Segundo, en gastar más de lo que se recauda. Es decir, vivir en déficit fiscal, sin tener en cuenta el continuo efecto negativo que se resume en emisión, inflación, pulverización de los ahorros y destrucción del valor de la moneda (las únicas instituciones capitalistas para financiar el crecimiento). Tercero, en la promulgación de leyes laborales que, al igual que las tributarias, no alientan la generación de empleo formal. Cuarto, no teniendo un sistema educativo para el futuro y formación técnica que permita a nuestros jóvenes insertarse laboralmente. Y así podríamos seguir…
Todas estas acciones son el resultado de un paradigma que responde a que todo se soluciona “redistribuyendo”. Sacándole a uno y dándole a otro, y no todos juntos construyendo una sociedad que genere confianza y condiciones para invertir, para producir más, para crecer.
Este paradigma, a mi criterio equivocado, ha sido transversal a todas las fuerzas políticas que nos han gobernado en los últimos años. Poner el foco en la distribución y no en la producción fue el gran acuerdo (implícito) de la Moncloa que tuvimos en nuestro país. Los resultados están a la vista, somos un país que “fabrica pobres”.
Todas estas acciones son el resultado de un paradigma que responde a que todo se soluciona “redistribuyendo”
Tenemos la obligación de revertir esta situación. Nos debemos un debate serio y profundo para establecer nuevos acuerdos y políticas que nos permitan tener un crecimiento sostenido en el tiempo como solución a la situación de pobreza que atravesamos.
Sobran momentos de la historia, donde ante cada aumento de la actividad y del sector productivo, solo lo utilizamos para profundizar la presión fiscal en vez de pensar en la oportunidad para transformar ese proceso en crecimiento y desarrollo.
El desafío por delante es cómo construir un plan productivo. Lograr la elaboración e implementación de políticas de promoción industrial/económica, con continuidad en el tiempo, que permitan el desarrollo del sector y en consecuencia de toda nuestra sociedad. Es un doble desafío. Un proyecto de país que nos permita primero, integrar al mercado laboral a este alto porcentaje de pobres, y segundo que nos prepare para todos los que vendrán.
Esto solo es posible con un nuevo pacto, donde entendamos que la solución a la pobreza se logra duplicando la cantidad de empresas, triplicando la cantidad de puestos de trabajo y cuadruplicando las exportaciones. El desafío es el crecimiento y solo es posible si construimos bases sólidas para lograrlo.