Con el Papa rogamos a San José Obrero para que en “todo lugar y para todos, el trabajo sea digno, que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!” (Francisco, 2022)
Todos soñamos una vida digna para cada hijo de Dios que habita en esta tierra. Cuando soñamos solos caemos en la tentación de la fantasía, cuando nos animamos a soñar juntos, pero sobre todo unidos, deja de ser solo sueño para ser un ideal, un proyecto. Y queremos que una vida digna, con trabajo, salud y educación, sea un proyecto y no solo un sueño.
Los dones que Dios le ha regalado a esta bendita tierra argentina son abundantes, y si no alcanzan es porque todavía es grande la mezquindad. Falta el pan y el trabajo en muchos hogares porque falta la compasión en muchos corazones. Se le echa la culpa a la crisis económica global, o nacional, pero la crisis primeramente es ética, espiritual y humana, y su consecuencia es económica. La crisis económica empieza con la crisis del corazón interesado, especulador, egoísta, inescrupuloso y mentiroso. La crisis tiene nombre, apellido y cuenta bancaria.
Por eso, en este día le pedimos a San José lo que necesitamos, pero a lo grande.
Pidamos para todos los hombres de buena voluntad un corazón compasivo, y una mente que sepa mirar bien y con honestidad. Un corazón de pueblo que busque el bien para todos y que no traicione a sus hermanos. Todos podemos ser traicioneros cuando no hacemos lo que se nos confía: desde el trabajo más pequeño hasta la responsabilidad más grande, pasando por todos los escalones.
El hambre de los chicos y la mortalidad infantil tienen sabor a traición. El desempleo juvenil y la plata fácil de la delincuencia de muchos pibes y jóvenes, tienen sabor a traición. La calle como escuela de vida, la cárcel a temprana edad, tiene sabor a traición. La inseguridad, la violencia y el robo, que muchas veces empieza por llevar el pan a la mesa, tienen sabor a traición.
Pidamos que aquellos que tienen por vocación mirar el bien de todos apuesten a la esperanza para recrear una cultura del trabajo que sea fuente de dignidad. El trabajo dignifica, cuando además de ser el medio legítimo del sustento del trabajador y de su familia, es el medio que le permite su desarrollo integral como persona. No solo es trabajo esclavo el que se realiza a las sombras y en la ilegalidad, sino también es aquel que no le permite a los hijos gozar de tiempo con sus padres, que fractura las familias y les impide crecer. Las personas no son cosas, ni piezas de una máquina, aunque muchas veces también se funden y se las tira.
Pidamos que haya empresarios que apuesten a la esperanza y se arriesguen a invertir para garantizar la ocupación y no pretendan aumentar la rentabilidad, a costa del achicamiento del mercado laboral que crea nuevos excluidos y más sobrantes.
Pidamos trabajadores esperanzados y conscientes que luchen por sus derechos, pero que sean responsables de sus obligaciones. Los derechos deben ser respetados y promovidos. Las obligaciones deben ser cumplidas con espíritu de responsabilidad y autoexigencia. Trabajar responsablemente no tiene que ser una carga o un castigo; es la oportunidad de mejorar, de contribuir con la comunidad a la que pertenecemos y de cumplir con nuestra vocación. Los trabajadores no son simplemente mano de obra, son las manos de Dios en la obra de construir un mundo mejor para todos.
Pidamos que la droga no marque el ritmo de la vida de nuestro pueblo y su falta de trabajo. Si hoy está entre nosotros y sentimos que ha venido para quedarse, es porque no solo hay productores, sino también cómplices y quienes hacen la vista gorda traicionando al pueblo y a sus propias familias, porque mañana sus hijos, nietos o hermanos son los que pueden caer en la maraña de lo que ellos mismos hacen. No dejemos que nos roben la esperanza, ni que se la arrebaten a nuestros jóvenes. Cuidémonos los unos a los otros estando particularmente cerca de los más frágiles y pequeños.
Ponemos en las manos de San José, el trabajador sincero y silencioso, el padre de familia, el hombre con corazón de pueblo y arraigado a su pueblo que se animó al desafío de Dios, nuestro sueño simple y sencillo y nuestra oración confiada que pide: pan, paz y trabajo.
Que Dios bendiga nuestra Patria.
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