El problema no es la falta de dólares, sino que el FMI dejó emitir demasiados pesos

En las próximas semanas veremos si Argentina implementa un mini plan pseudo ortodoxo con algún respaldo del Fondo o si recurre a más policía, cepos y heterodoxias, cuidando los dólares hasta agosto

Foto de archivo: ilustración que muestra un billete de100 dólares sobre diversos billetes de 100 pesos argentios en Buenos Aires, Argentina. 3 sept, 2019. REUTERS/Agustin Marcarian/Illustration

Arranco recordando la escena final de la película “Quémese después de leer”, una muy recomendable sátira de los hermanos Cohen sobre los servicios de inteligencia.

En esa escena, el supuesto director de la CIA o algún organismo de inteligencia similar le pregunta a su segundo:

—¿Qué hemos aprendido de esta situación, Palmer?

—No lo sé, señor.

—Supongo que aprendimos a no hacerlo de nuevo.

—Sí, señor.

—Si tan solo supiéramos qué hicimos.

—Es difícil decirlo, señor.

Traslado este desopilante diálogo, en mi habitual asociación libre a lo que debe estar pasando hoy entre los integrantes del staff del FMI que lidia con el caso argentino desde el 2018.

Se encuentran tratando de explicarse cómo, en medio de un programa con el FMI, un país se queda con reservas negativas, no tiene acceso al mercado de deuda privada voluntaria, más que duplicó su tasa de inflación desde el inicio del acuerdo, y la brecha cambiaria supera el 100%.

Lo cierto es que hoy, el dilema que enfrentan las muchachas y muchachos del Fondo es cómo responder al pedido de “ayudar” a la Argentina, que reciben del Departamento de Estado de los EE.UU., sin seguir cometiendo los errores que ignoran, pero que no quieren repetir.

Repasemos el escenario macro.

Como ya recontra saben, el problema central es que el Gobierno nunca pudo volver de la super emisión de pesos generada por el mal manejo de la cuarentena pandémica, agravada por el intento de financiar los vencimientos de deuda en pesos con el “mercado local de capitales”.

En ese contexto, dado el exceso de pesos, aún con récord de exportaciones -en valor, no en cantidades- el Banco Central tuvo que racionar cada vez más las importaciones y el cupo para el acceso a dólares de las reservas y aun así se quedó sin dólares de uso libre.

El acuerdo original con el FMI, que cerró el Ministro Guzmán, el año pasado, implicó un desembolso inicial que “devolvía” los intereses pagados durante el 2021, unos 5.000 millones de dólares. Y, a partir de este año, pagos netos a favor del FMI, por unos 3.000 millones de dólares en 2023 y algo parecido en el 2024. A cambio de esos 5.000 millones iniciales, y de desembolsos trimestrales equivalentes a los vencimientos de capital del acuerdo anterior (para que podamos pagarlo, es decir los dólares entran y salen), la Argentina se comprometía a cumplir ciertas metas fiscales y de acumulación de reservas y a instrumentar las políticas necesarias para poder alcanzar dichas metas.

En otras palabras, el acuerdo con el FMI cambia los vencimientos originales de capital por un nuevo préstamo, en dónde el FMI pone la plata para que le paguemos en cada trimestre, y devolvamos ese desembolso, diez años después, pagando, mientras tanto, los intereses.

Dentro de las políticas comprometidas con el FMI, estaba la reducción del déficit fiscal, con aumento de los precios de los servicios públicos y reducción de otros gastos. Tasas de interés en pesos tendiendo al menos a “empatarle” a la inflación, una política cambiaria que evitara que el precio del dólar oficial se atrasara respecto de la inflación e, implícitamente, la no intervención del Banco Central en los mercados “libres” del dólar, con metas de acumulación de reservas. Y, finalmente, límites muy laxos a la emisión del Banco Central para financiar al sector público, en forma directa al sector público.

Sergio Massa y Kristalina Georgieva en Washington

Y en este último punto está la clave.

Sin el ánimo de corregir a la Vicepresidenta en su clase magistral -lejos de mi semejante irrespetuosidad- está claro que le han vendido conejo de la galera por liebre. El problema no es que el acuerdo con el FMI no deja vender dólares de las reservas, el problema de la política homologada por el FMI es que le permite emitir pesos, sin control, al Banco Central para financiar indirectamente al Tesoro, comprando deuda en el mercado secundario.

Dicho de otra manera, el Banco Central no puede intervenir en el mercado de cambios libre porque se quedó sin dólares, aún con récord de exportaciones. Pero se quedó sin dólares porque estuvo agregando pesos. Y son esos pesos “de más” los que presionan sobre las importaciones, sobre el precio de los dólares libres y sobre la brecha. Agotando las reservas.

Sin exceso de pesos, no hubiera habido faltante de dólares.

Y sobre no llovido, no mojado, llegó la sequía, que alteró tanto la meta de acumulación de reservas, como la meta de déficit fiscal, por la caída de la recaudación de impuestos a la exportación.

Y es aquí dónde estamos. La oferta de dólares cayó en, digamos, veinte mil millones, pero el exceso de pesos se amplió, porque el Banco Central tiene que emitir más para cubrir más déficit fiscal, por la caída de la recaudación. Tiene que emitir más por la menor renovación voluntaria de deuda interna. Tiene que emitir más, por la diferencia entre el precio al que compra dólar agro y al que vende dólar de importación, y ahora tiene que emitir más por la suba de la tasa de interés de las leliqs, sobre un monto de deuda remunerada creciente.

Más oferta de pesos, y menos oferta de dólares. Ecuación letal.

Con este panorama, y dado que el exceso de pesos resulta inevitable, el Ministro de Econmía le dice al Fondo: “No me hagas pagar neto este año, modificame el cronograma, y dejame dólares libres para intervenir en el mercado, para que pueda controlar la brecha, y atender la demanda de importaciones sin tener que restringirlas todavía más. Porque si no, entro en un círculo vicioso, la brecha sube, y acelera la demanda de dólares de todo tipo, eso acelera la tasa de inflación y a la vez incentiva aún más la demanda de dólares. Y cualquier restricción adicional de las importaciones, es más recesión, menos recaudación, más déficit fiscal, más emisión de pesos, más inflación, más brecha, más demanda de dólares…”

Y, adivinando la respuesta de las muchachas y muchachos del Fondo -que conste en actas que hace rato que no hablo con ellos, por las dudas-: “Tenés razón respecto de los efectos de la sequía, de manera que podemos replantear las metas. Pero eso no te exime de ajustar tarifas, de terminar con el atraso del tipo de cambio oficial y de controlar el mayor gasto público. No podés evitar el stock de pesos acumulados, pero podés reducir el flujo de emisión de aquí en más. Y contra eso, como ayuda, puedo reprogramar pagos hasta pasar las PASO. Lo que no puedo es darte dólares a vos y sacárselos al futuro gobierno. Y mucho menos, prestarle más pesos a un gobierno que se va”.

Pues bien, de esa negociación surgirá la política económica de los próximos meses.

Veremos si hay un mini plan pseudo ortodoxo con algún respaldo del FMI. O si hay más policía, cepos y heterodoxias, cuidando los dólares hasta agosto y con el Fondo haciendo la vista gorda.

Insisto, el pecado original del acuerdo fue el diseño de la política fiscal y monetaria. El abuso de la emisión monetaria es la causa del incremento de la tasa de inflación y del vaciamiento de las reservas.

Volviendo al cine metafóricamente, en una gran película del cine negro norteamericano de fines de los 40 del siglo pasado, una mujer encuentra un bolso con 60 mil dólares - ¿cuánto será a valores de hoy? - y se los quiere quedar a toda costa. Y así transcurre la película, cuyo título es “Demasiado tarde para lágrimas”.

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