Política y Sociedad como espejo: aportes bíblicos

A pesar de que los estudios de la historia del pensamiento han excluido a menudo la Biblia como fuente de ideas políticas, las Escrituras contiene muchos de sus temas centrales como la justicia, el poder y el gobierno

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Moisés
Moisés

Tradicionalmente la historia del pensamiento político comienza desde los presocráticos, prosiguiendo con Platón, Aristóteles, Roma y Medioevo, llegando a los contractualistas modernos y finalizando con autores del siglo XVIII al XX. Este es el caso de Sabine, Strauss y Wolin. Y aun cuando estos frecuentemente se basan en ejemplos bíblicos, muy pocos incluyen Las Escrituras como fuente de ideas políticas a pesar de que Bodin, Grotius, Selden, Milton, incluso Hobbes, Locke y Montesquieu, las toman como base para la concepción del Estado moderno.

Si bien la Biblia contiene similares tópicos a los del pensamiento político como guerras y paz, justicia e injusticia, gobierno y gobernados, obediencia y desobediencia, poder y derecho, individuo y Estado, ley y anarquía, el problema surgió en la Ilustración distinguiendo la revelación respecto de la razón relegando Las Escrituras a la exclusiva teología y concibiendo los clásicos griegos como primeros exclusivos productos de la razón para abordar el pensamiento político. Pero esta relegación de un texto debido a su fuente se ha corregido durante las últimas décadas por investigadores como Waltzer, Hazony, Elazar y Wildavsky, entre otros. Dicha falacia estigmatizante juzgando las verdades político-bíblicas por la hipótesis de los sucesos, juzgaría también las verdades teórico-científicas por la capacidad de explicar la fuente de su original idea o creatividad.

Los tradicionales estudios sobre liderazgo abordan situaciones donde el líder es probado más sus características personales. Pero en la Biblia, además, el principal interés del líder es aprender lo que debe hacer, no asumiéndolo conocido, tal como en la secularidad que focaliza su estudio en la toma de decisiones. A diferencia de las clásicas teorías del liderazgo, lo bíblico enfatiza en los fracasos más que los éxitos dado que es más difícil e inapropiado aprender del último porque puede adscribirse a múltiples factores fuera de las propias acciones y tienta a repetirlas en contextos menos apropiados.

Así, fuera de la perspectiva personal de Moisés como líder, descripta en mi anterior artículo El Modelo de Liderazgo que Necesitamos, su liderazgo político se encuentra en función del régimen que atraviesa, experimentando dilemas actuales del liderazgo. Desde la esclavitud en Egipto, a la anarquía ante el becerro de oro, la igualdad como asociación sin autoridad en el desierto y hasta la institucionalización de un sistema jerárquico. Del Éxodo al Deuteronomio la política es concebida como elección entre diversas formas de vida, con su reflexión religiosa, congruente con el contexto social y resultante en un estilo de liderazgo. Es decir, los regímenes son culturas políticas cuya sociedad comparte los valores que la justifican y cuyas prácticas políticas se fundan en las de la propia forma de vida cotidiana. Allí, acertando y errando, Moisés es un diseñador de regímenes políticos compatibles con su religión y personalidad.

Al salir de la esclavitud de Egipto, Moisés como todo revolucionario, vilipendia los grupos de poder y glorifica al pueblo libre pleno de promesas. Deberá aprender cómo una población esclavizada entronando la libertad, pudiendo incluso elegir regresar a Egipto, resistirá ataques y tentaciones externas que motivan abandonar sus creencias y unidad.

Moisés establece un régimen de igualdad formando líderes que ganan consenso mostrando cuán peor pueden ser otros, pero al no demandar inspiración divina no podrán mantenerse. Un liderazgo puro no coercitivo restringiendo ciertas libertades e igualdades, no permanece. Moisés configura un régimen de jerarquías apuntalando su liderazgo, pero a la vez evitando los abusos de los que el pueblo había escapado, para que la Tierra Prometida no se convierta en un nuevo Egipto.

Bajo la esclavitud, la religión era narcisista manipulando al individuo y cuyo gobernante era adorado divinamente, único receptor de la revelación y liderando despóticamente con un rango y duración de poder ilimitado. Ante el faraón, reacio a toda oposición y a desarrollar sucesores creando una sobredependencia hacia él mismo, para Moisés basta con escapar sin pensar cuál será luego el régimen apropiado.

Ya libres, el pueblo es anárquico compitiendo cada tribu por el poder y golpeados por influencias externas. El suceso del becerro de oro y las rebeliones internas manifiestan la falta de gobernantes y de una divinidad permanente, reinando el ateísmo o politeísmo. La revelación no se brinda a nadie o bien es diferente para cada uno. El liderazgo en la anarquía es muy limitado y discontinuo, erigiendo un líder para satisfacer una necesidad y luego deshaciéndose de él. Moisés aquí advierte que, si no cumple con sus demandas el pueblo designará un nuevo líder.

No concibiéndose como líder temporario, al menos hasta alcanzar la Tierra Prometida, y definiendo la esclavitud como idolatría, Moisés tampoco tolera la anarquía y así lo demuestra en el episodio del becerro de oro. Manteniendo la igualdad, apuntala un conjunto de límites para que el pueblo resista la desintegración frente a intervenciones externas, pero colateralmente también resistirá liderazgos internos. Este régimen de igualdad donde hay un solo Dios el cual se revela y aplica directa e igualmente a todos, a su vez facultados para interpretarla, impide liderazgos salvo los carismáticos, quienes gobiernan totalitariamente, aunque son reemplazados. Todo líder unánimemente consensuado, en la medida que su gestión no sea adecuada o surjan sospechas, cae, al no tener poder por sí mismo. Así, para mantener su poder debe expulsar a quien se desvía de su concepción, atacando a todo otro quien emerja y condenando al mundo exterior mostrando cuán peor es.

Moisés, entusiasmado por la espontánea anarquía producto de la súbita libertad, ahora debe cuidarse del entusiasmo participativo de la igualdad. Y para evitar jaquear su liderazgo, encontrará un equilibrio entre debilidad y absolutismo desarrollando mecanismos para la toma de decisiones ante la falta de unanimidad, evitando la sectorización en castas. Pero la igualdad demandará también la separación respecto de otros pueblos para mantener su singularidad y fortaleza mediante límites constitutivos. Consecuentemente, Moisés sigue apelando a la idea de igualdad, pero bajo la autoridad decisora del líder ante desacuerdos. Es decir, sustrae un poco de igualdad en favor de más jerarquía.

La jerarquía como régimen pro-liderazgo, es donde la revelación de un único Dios universal con un solo conjunto de leyes desciende a todo el pueblo por igual, pero a través de su líder. La mediación entre Dios y el hombre es construida y reglada dentro del régimen. La jerarquía regla el liderazgo, donde hay decisores y métodos autorizados, y aunque el liderazgo es continuo su rango y duración es limitada. Quienes se encuentran más desprotegidos tienen derechos frente a los más pudientes y las mismas leyes aplican a líderes y liderados. Pero su dificultad radica en que la obediencia reemplace la iniciativa y la falta de criticismo embrutezca al pueblo.

Por eso, Moisés, equilibrando jerarquía e igualdad, hace que la primera estabilice la segunda y esta modifique la primera, siempre bajo la supremacía de la ley más centros de poder independientes y limitantes de los gobernantes. Permeable a la crítica, diferencia la competencia entre rivales respecto de excluir toda oposición y reconoce el derecho a cambiar tanto de líder como de sostén.

En este mapa político de Moisés, aunque la esclavitud y la anarquía estén proscriptas por idolatría y politeísmo, no se prescribe un régimen ideal. Su razón es que al convertir una política, régimen o estado en un fin en sí mismo dejando de ser instrumento, resulta en idolatría sacrificándose la gente por aquel, tal como los totalitarismos. Moisés aprende a resolver dilemas entre conflictos de roles, preocupado en no devenir tan poderoso como para que Dios lo derribe ni tan débil que le impida llevar a cabo Sus instrucciones. La supervivencia de su pueblo y el temor que este abandone a Dios regresando a Egipto, conduce a Moisés a tomar innovadoras y radicales medidas. Una vez conquistada su ambigüedad respecto de liderar a su pueblo, descubre en el faraón aquello que no debe hacerse. Concluye que la ley aplicada a todos por igual debe ser más severa en quienes ejercen poderes públicos, y finalmente alecciona con grandeza liberando al pueblo de su propia tutela. Moisés, sin ingresar a la Tierra Prometida, ejemplifica la mayor realización del político, prepara un digno sucesor e independiza a su pueblo para que aprendan por sí mismos.

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