La Iglesia alza su voz ante la dura realidad

Los obispos deben cumplir su rol de alertar a la sociedad sobre la gravedad de la coyuntura actual del país y de promover soluciones políticas efectivas

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Monseñor Oscar Ojea
Monseñor Oscar Ojea

Los obispos argentinos, se reunieron en Asamblea en la Casa del Cenáculo de la localidad de Pilar. Hacía tiempo que como Episcopado estaban en silencio frente a una realidad nacional cada día más complicada. No es que la Iglesia no se haya pronunciado durante el gobierno de Alberto Fernández, pero fueron declaraciones de instancias institucionales menores y, generalmente, por cuestiones puntuales. La excepción la constituyó el debate parlamentario por la legalización del aborto, donde la Iglesia presentó batalla.

La convicción de la necesidad de pronunciarse en el plenario no surgió del consenso entre el centenar de obispos. Primaba la creencia de que toda crítica iba a ser manipulada desde uno u otro lado de la grieta y que, en definitiva, se terminaría echando más leña al fuego de la pelea política. Si ese argumento fuese cierto no habría que hablar jamás. La Iglesia debe advertir al conjunto sobre la gravedad de ciertas coyunturas, especialmente en esta situación de desesperanza cuando se cumplen 40 años de democracia y la sociedad cada día confía menos en las soluciones políticas. Parte del Episcopado suele ser más complaciente con los gobiernos peronistas. Sin embargo, los que no eran partidarios empezaron últimamente a repensar su posición. El agravamiento de la situación del país en varios frentes y la eventualidad de quedar ante la historia habiendo guardado silencio los comenzó a interpelar. Terminaron de convencerlos las peleas en la propia coalición gobernante, que tiene la mayor responsabilidad, así como la pérdida de esperanza en la población.

Las primeras señales comenzaron en diciembre a raíz del desconocimiento del oficialismo de la decisión de la Corte Suprema que benefició al gobierno de la ciudad de Buenos Aires ante un recorte de fondos coparticipables. El propio Monseñor Oscar Ojea redactó una declaración en la que reclamó “el máximo respeto” a la Constitución y abogó por “dejar de lado todo (…) lo que ponga en riesgo la institucionalidad”. Demasiado silencio frente a tantos embates contra la Justicia.

Resulta curioso que el Episcopado haya revisado la actuación de la Iglesia durante la dictadura, abriendo sus archivos, algo sin duda más que interesante, motivado en especial por el Papa Francisco y no tengamos el mismo reflejo para mirar la realidad de hoy. Hubo sí señales dispersas, en febrero los obispos del noroeste afirmaron que la democracia siempre debe basarse en “la división de poderes” y que no la hay plenamente “sin inclusión e integración de los pobres, excluidos y sobrantes de nuestra sociedad, que son cada día más”. Semanas antes, el mismísimo Papa Francisco había expresado su preocupación por la extendida pobreza y la alta inflación.

Finalmente, tras el asesinato del colectivero Daniel Barrientos, los dos obispos de La Matanza denunciaron “territorios liberados o negociados” y “una guerra de pobres contra pobres” a la vez que advirtieron sobre “el riesgo de ser una sociedad que empezó a hacer justicia por su propia mano”, lo que generaría situaciones de injusticia y de violencia “aún más grandes”.

Así se llegó al plenario de esta semana donde las exposiciones de muchos obispos fueron elocuentes. Crecimiento de las necesidades básicas de la gente, expansión del narcotráfico no solo en Rosario y el Gran Buenos Aires. La grave situación de inseguridad que vive la ciudad de Rosario, atrapada por el accionar del narcotráfico, provocó que el Arzobispado de la ciudad santafesina emitiese un comunicado refiriéndose al tema. La Pastoral Social de la Arquidiócesis rosarina planteó una declaración titulada “Una injusticia que clama al cielo”, en referencia a las palabras del papa Pablo VI (junio 1963 - agosto 1978) pronunciadas el 26 de marzo de 1967 en su carta encíclica popolorum progressio.

En el punto 30, en relación a la tentación de la violencia, el ex Sumo Pontífice decía que “es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo”. Y se extendía en su enunciado expresando que “cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandes injurias contra la dignidad humana”.

La deserción escolar es otro tema alarmante, el desastre que se provocó en la educación durante la pandemia también es tema de preocupación, dada la gran cantidad de establecimientos educativos que tiene la Iglesia. Al punto que en el documento los obispos se preguntan: “¿qué hicimos con nuestra patria?”.

Pero los obispos no quisieron quedarse en la mera denuncia, dicen en la declaración, “la bronca y el cansancio no son buenos consejeros”, ni tampoco las “soluciones tan seductoras como inconsistentes”, en lo que se interpretó como una alusión a Javier Milei.

Por eso, piden a los gobernantes que escuchen “el sufrimiento del pueblo” y busquen con la oposición puntos en común, a la vez que exhortan a la sociedad a “seguir confiando en el camino democrático con la esperanza de que todavía estamos a tiempo”.

Tambien alentaron al Papa Francisco a venir a la Argentina por considerar que su visita sería “un bálsamo para nuestro pueblo herido en la esperanza” y “un puente tendido entre orillas políticas e ideológicas distanciadas”, además de un aliento a la evangelización, luego de que el diario La Nación publicara el pasado fin de semana que el pontífice estaba proyectando viajar a su patria tras las elecciones presidenciales en 2024.

“Los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina, reunidos estos días en asamblea plenaria, ante las noticias de tu posible venida a nuestra patria, queremos expresarte nuestro beneplácito y anhelo de que así sea”, comienzan diciendo los obispos.

Destacan que “lo deseamos en primer lugar y sobre todo porque creemos que tu presencia será un bálsamo para nuestro pueblo herido en la esperanza. Un puente tendido entre orillas políticas e ideologías distanciadas”.

Y completan: “Para nosotros, un renovar nuestra adhesión y fortaleza para seguir tu huella pastoral y apostólica en clave de una sinodalidad encarnada en gestos. Confiamos en que lo que decidas al respecto será lo que Dios te dicte en el corazón, queremos que sepas que contás con todo nuestro apoyo y afecto”.

No obstante, en medios vaticanos se afirma que el hecho de que su figura sea objeto en su país de polémicas políticas en el marco de la grieta complicó la concreción del viaje.

Es que se cree que todo lo que pueda decir o hacer puede ser objeto de controversia en vez de contribuir con su presencia a la unidad de los argentinos como es su deseo.

En cambio, hay quienes creen que su visita podría ayudar a cerrar en parte la grieta y los obispos argentinos parecen ahora inclinarse por esta posición. El domingo el periodista Joaquín Morales Solá en el diario La Nación reveló que el Papa le dijo que está proyectando venir al país el año que viene.

Los próximos 4 y 5 de mayo, tendrá lugar en el Vaticano un importante evento con el aval de la Secretaría de Estado de la Santa Sede y la Prefectura de la Casa Pontificia. Estará organizado por el Instituto de Diálogo Interreligioso de Argentina. En ocasión de los 10 años de Pontificado se ha querido reflexionar sobre la continuidad del ministerio del Cardenal Jorge Bergoglio y el Papa Francisco. Este evento trabajará con importantes panelistas en el Auditorio Agustiniano. La apertura estará a cargo de Luis Almagro, Secretario General de la OEA y del Cardenal Miguel Ayuso. Serán recibidos el día 5 por el Papa en el aula del Consistorio, en el Palacio Apostolico.

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