Una de las grandes cuentas pendientes de nuestro país es contar con empresas capaces de insertarse y competir internacionalmente. Una explicación para esta deficiencia radica entre otras cosas en el bajo nivel de innovación. Según el índice global de innovación 2022, elaborado por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (WIPO por sus siglas en inglés), la Argentina ocupa el puesto 69 sobre 132 países, mientras que si solo tomamos en consideración la región de América Latina y el Caribe, la cosa tampoco mejora demasiado, ocupando el puesto 8.
En este sentido, no es casual que las últimas olas de innovación que moldearon la economía internacional no hayan sido bien surfeadas por la Argentina. Como un reflejo, basta tan solo con ver la evolución de la composición de nuestro índice Merval, que no tuvo cambios significativos en las últimas décadas en lo que refiere al peso de los principales sectores que lo conforman, evidenciando un claro desacople tecnológico.
Para exportar más e internacionalizarse, es preciso estar en sintonía con las revoluciones tecnológicas que ocurren en el mundo y con los desafíos globales que éstas se proponen abordar y resolver. Aquí es donde la biotecnología aparece como una oportunidad para la internacionalización, por diversas razones:
1) Hoy, el mundo se encuentra justamente inmerso en una nueva revolución tecnológica -probablemente, la más disruptiva que haya atestiguado la humanidad a la fecha-, signada por la intersección y los significativos avances en los campos de la inteligencia artificial (AI) y la biotecnología, configurando una verdadera “biorrevolución”.
2) En la actualidad, los principales problemas globales se resuelven con biotecnología. Las pandemias, los desastres ecológicos asociados al cambio climático, la pérdida de biodiversidad y los desafíos que supone la seguridad alimentaria, entre otros, exigen soluciones de base biotecnológica que además de ser sustentables, resulten eficientes y rentables. En 2020, la consultora internacional Mc Kinsey publicó un informe titulado The Bio Revolution en el cual destaca que el 60% de los insumos físicos de la economía mundial podrían producirse biológicamente, en tanto que el 30% de la carga global de enfermedades podría abordarse a partir de desarrollos biotecnológicos.
3) Naturalmente, todo lo expresado en el punto 2 impacta en la reconfiguración de las cadenas globales de valor y de los flujos comerciales. En tal sentido, los países capaces de liderar desarrollos biotecnológicos y de promover una agenda funcional al surgimiento de empresas de base biotecnológica, tendrán mayor peso diplomático -la geopolítica de las vacunas es tan solo un ejemplo de esto- y mayor participación en el comercio internacional, con las consecuentes externalidades positivas en materia de generación de empleo e ingreso de divisas.
4) La Argentina, para sorpresa de muchos, cuenta con algunas ventajas interesantes para construir un modelo de desarrollo apoyado en la biotecnología, que le permita posicionarse como proveedor en distintos eslabones de las nuevas cadenas globales de valor. Recursos naturales diversos y abundantes, una vasta biodiversidad, amplia capacidad para la producción de biomasa, recursos humanos altamente calificados y líneas de investigación bien desarrolladas en distintas verticales de las denominadas “ciencias de la vida” dan cuenta de esto. El país tiene condiciones para erigirse en un hub para la biomanufactura y el desarrollo de bioplataformas que habiliten el surgimiento de startups biotecnológicas.
5) En el contexto de las crecientes tensiones internacionales y la referida reconfiguración de las cadenas globales de valor, gana espacio el concepto de “friend-shoring”, esto es la relocalización de inversiones en lugares seguros y amigables desde una perspectiva geopolítica (mitigar riesgos es hoy tanto o más importante que reducir costos). La Argentina -alejada del ruido geopolítico global-, bien puede hacer de esto una ventaja y presentarse como un eslabón seguro de las nuevas cadenas de suministro global.
6) Las barreras para-arancelarias prometen estar cada vez más asociadas a la necesidad de contar con desarrollos de base biotecnológica, sustentables y amigables con el medio ambiente. En tal sentido, la biotecnología puede ser la llave de acceso a mercados para muchos productos en el futuro inmediato.
Las razones expuestas ponen de manifiesto la importancia de la biotecnología como clave para la inserción internacional al tiempo que exigen con urgencia el desarrollo de una verdadera “agenda biotech”. Aquellos países que no lo hagan quedarán nuevamente rezagados y deberán esperar por una nueva ola de innovación para recuperar terreno. Mejor no perder esta oportunidad.
Para esto, además del trabajo sectorial, una condición sine qua non es ordenar los desequilibrios macroeconómicos. Bien vale recordar: una mala macro puede herir de muerte hasta a la mejor micro.
El autor es Director de Negocios Internacionales en Terragene y Profesor de Política Internacional Argentina (UNR)
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