Se sabe que el ser humano tiene debilidad por las apuestas. Eso explica el éxito histórico de las loterías, de los casinos y de las carreras de caballos. En estos tiempos, la sociedad global apuesta en los partidos de fútbol, en los de tenis y hasta en los partidos de ping pong. Lo que pocos saben es que la incertidumbre de la economía argentina le ha abierto a las empresas de apuestas un nuevo mercado: acertar el índice de la inflación en Argentina. Parece broma, pero no lo es. Hay un sitio de internet (bplay) que recoge las apuestas sobre los anuncios mensuales del Indec. Lo hace en un espacio digital llamado “Mercados Locos” y lo frecuentan economistas, agentes financieros y yuppies con ganas de arriesgar algunos pesos. La inflación de marzo resultó un caramelo para los apostadores. La mayoría de ellos ofertó su dinero a un índice entre el 6,9% y el 7%. La banca les hubiera pagado cada peso multiplicado por 1,65. Es que los favoritos siempre pagan menos. Los que habían apostado al 7,1 o 7,2% hubieran multiplicado sus pesos por dos.
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El que creyó en la eficacia del Gobierno y apostó al 6,5% hubiera multiplicado ganancias por siete. Es que eran pocos los que se animaban a un índice que empezara en seis. Pero los únicos que acertaron fueron los más escépticos: ganaron quienes apostaron a una inflación del 7,7% para el mes de marzo y se llevaron cada peso apostado multiplicado por diez. En la Argentina, la suerte acompaña a los que apuestan que todo puede estar peor. En la política también hay apuestas arriesgadas. Quizás estemos en la antesala de dos de los experimentos electorales más exóticos de los las últimas décadas.El primero es el del ministro de Economía, Sergio Massa, quien mantiene su idea de ser el candidato a presidente del Frente de Todos. Aún con la inflación de marzo en el 7,7%; la inflación anual superando el 104% y la inflación de abril con subas en alimentos y vestimenta que llevan a algunas consultoras a arriesgar otro índice que empiece con 7. A comienzos del año, Massa había explicado que para consolidar su apuesta presidencial, la inflación de abril debía empezar con el número 3. Y eso ya no va a suceder. Tendrá suerte el ministro si la suba de precios arranca con 6. Esa precisión le llegará en la tercera semana de mayo, muy cerca ya del mes de junio. Es decir, pocos días antes de que el Frente de Todos (y también la oposición) definan quienes van a ser sus candidatos para las PASO. Muy complicado.
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No han dado resultado los planes de congelamiento a los que el Gobierno bautizó Precios Justos. No han dado resultado el canje de bonos para postergar el pago de las deudas en pesos para el año próximo y no han dado resultado las mini devaluaciones conocidas como dólar soja 1, 2 y 3 para adelantar un poco las liquidaciones de los agro exportadores y equilibrar como fuera la caída de las reservas monetarias. La inflación parece indomable. Tampoco termina de quedar claro el resultado de los seis viajes en seis meses de Sergio Massa a Washington para negociar con la directora del Fondo Monetario, Kristalina Georgieva, y con quien es su mano derecha, la economista india Gita Gopinath. El FMI reconoce el impacto de la sequía en la economía argentina; acepta el argumento de que la invasión rusa a Ucrania también fue dañina, pero saben en definitiva que la inflación en la Argentina no baja porque nunca se redujo el déficit fiscal. En el FMI cayó pésimo que el Congreso aprobara la moratoria previsional que impulsó el kirchnerismo. Los gestos de Massa con los organismos de crédito; sus buenos contactos con funcionarios del gobierno de EE.UU. y la entrevista de Alberto Fernández con Joe Biden en la Casa Blanca no fueron suficientes para cambiar aquella mala impresión. A esta altura, en el Fondo están convencidos de que el Gobierno actual no va a cumplir con las metas del acuerdo y solo esperan que llegue hasta diciembre.
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En medio de este panorama, Massa esperará hasta fines de mayo para definir si es candidato presidencial o no. Uno de los mayores obstáculos, además, es la definición que el ministro de Economía ha deslizado en varias oportunidades. Ha dicho que no será candidato y ministro a la vez. Es decir, que dejaría Economía si a pesar de las dificultades emprende el camino de competir por la Presidencia. ¿Quién lo reemplazaría? Algunos creen que lo haría el vice ministro Gabriel Rubinstein para que todo siguiera más o menos igual. Otros creen que debería reemplazarlo un político. “Cristina sigue convencida de que el único candidato que tiene es Sergio y lo va a esperar hasta último momento”, explica uno de los dirigentes que escucha sus elucubraciones. La pregunta que recorre al Frente de Todos son varias. ¿Puede ser candidato a presidente un ministro de Economía con un escenario de super inflación? ¿Cómo encarar una campaña en la que Massa debería explicar todo el tiempo las razones de la suba de precios? ¿Y qué pasaría si la economía se desbocara después de las PASO, cómo le sucedió a Juntos por el Cambio hace cuatro años? No hay antecedentes históricos sobre ministros de Economía candidatos desde que la inflación se convirtió en una enfermedad crónica de la Argentina. Con una híper, Raúl Alfonsín llevó en 1989 al entonces gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz. Con una inflación cercana al 30% anual, Cristina Kirchner optó por Daniel Scioli en 2015, quien era el gobernador de Buenos Aires. Y con más del 50% de suba, Mauricio Macri prefirió ir por su reelección en vez de llevar a otro candidato de su espacio. En los tres casos, todos esos candidatos perdieron. A pesar de los indicadores pésimos del Gobierno, Cristina Kirchner y Massa son los postulantes con el piso electoral más alto en todas las encuestas por el Frente de Todos. Detrás de ellos, se ubica Scioli, quien ya expresó su intención de postularse y es el candidato más factible si Massa desistiera de competir.
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En el peronismo, nadie toma demasiado en serio los intentos de Alberto Fernández para hablar de su reelección, ni los del ministro Wado de Pedro, quien recorre las provincias y se presenta ante auditorios empresarios con el oxímoron del kirchnerista moderado. Con cualquiera de ellos, el Frente de Todos correría el riesgo de salir tercero y quedar fuera del ballotage. Una advertencia que cada vez formulan más encuestadores. Si bien Javier Milei sigue apareciendo en tercer lugar, la inoperancia del oficialismo y la confrontación extrema de Juntos por el Cambio lo ubican en el centro de las expectativas. En medio de la decadencia del Gobierno que ella misma impulsó al elegir a Alberto Fernández como candidato presidencial, Cristina pergeña una última estrategia para poder sobrevivir en el poder. Su plan consiste en que Massa resista como pueda y compita por la presidencia; armar con él y con los intendentes peronistas del Gran Buenos Aires las listas de legisladores, y apostar todas las fichas a una boleta bonaerense en la que Axel Kicillof vaya por la reelección como gobernador y ella como primera candidata a senadora. Toda la carne al asador del kirchnerismo puesta en el refugio electoral bonaerense. La Provincia tiene cajas financieras imprescindibles y retener la banca en el Senado le facilitaría a Cristina los fueros parlamentarios para evitar cualquier complicación en el futuro inmediato. Así no tendrá que preocuparse por la condena a seis años de prisión que el Tribunal Oral Federal 2 le impuso por fraude al Estado en el caso Vialidad. Muy lejos quedaron aquellas banderas de la proscripción contra Cristina por las causas judiciales. Las consignas gastadas no prendieron en una sociedad agobiada por la crisis económica y apenas concitan el entusiasmo de los activistas más religiosos. La Plaza de Tribunales a medio llenar del jueves pasado convenció a los kirchneristas (y a la propia Vicepresidenta) que deben encontrar otras respuestas si no quieren ser sepultados por la ola de desencanto a que atraviesa a la mayoría de los argentinos. Cristina, pero también Massa y hasta Alberto Fernández evaluaron con preocupación los resultados de las elecciones del domingo en Neuquén y en Río Negro, los dos primeros comicios de una serie que culminará en octubre con la batalla por la Presidencia. No solo advirtieron la caída, después de 60 años, de un gigante provincial como el Movimiento Popular Neuquino. También recibieron la noticia de que el kirchnerismo quedó tercero y muy lejos de la victoria en las dos provincias patagónicas. Ya no es solo el oráculo falible de las encuestas. Ahora son los resultados en las urnas los que empiezan a anticipar un destino de derrumbe para un oficialismo sin rumbo. Nadie está a salvo en un país en el que la incertidumbre es el sentimiento que gobierna el desánimo de los argentinos.
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