En toda la región, en el siglo pasado se inició un proceso de universalización de los beneficios. Esto quiere decir que se buscó cubrir a todos los trabajadores. En el caso argentino, el proceso comenzó con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión y la designación de Juan Domingo Perón como secretario.
Si bien la idea y la voluntad eran buenas, no puede decirse lo mismo de la ejecución. Esta expansión en los beneficios requería una planificación que no se hizo con la minuciosidad y el detalle requerido y su resultado fue una serie de sistemas diversos y normativas con importantes omisiones y falta de conexión entre sí que resaltaban las desigualdades en los beneficios de los distintos casos. Acá empezaron las malas decisiones, y casi inmediatamente los agujeros y los parches en el sistema.
Tras idas y vueltas entre reparto y capitalización, fueron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner en 2007 y 2008 los que terminaron con el sistema de capitalización que administraban las AFJP y con un mal manejo de los fondos en cuestión (FGS), pusieron fin a la esperanza de muchos trabajadores que aspiraban a una jubilación decente luego de una vida de trabajo y aportes incesantes.
Automáticamente cada trabajador perdió todo el ahorro que había acumulado, mientras las contribuciones mensuales se transformaron en un impuesto.
El FGS, que hoy está en boca de todos por el canje que propuso el actual ministro de Economía, está integrado por los aportes efectuados por los trabajadores activos durante la vigencia del Sistema de Capitalización y que fueron transferidos a la ANSES en el año 2008 al estatizarse el sistema de privado de las AFJP.
Debemos entender que, en el sistema de reparto, los trabajadores del mercado laboral formal realizan aportes y contribuciones de carácter obligatorio que no se acumulan, sino que son empleados para financiar los beneficios adquiridos aquellos que cumplieron con los requisitos que la ley determina para acceder a una jubilación mensual – los jubilados -. Quienes hoy aportan, adquieren derechos futuros de una pensión que será financiada por los trabajadores en etapa activa al momento de su retiro.
En el lado opuesto tenemos el sistema de capitalización (antiguas AFJP) que se basa en el ahorro individual. En este sistema, cada trabajador o individuo aporta para sí mismo. Por consecuencia, las prestaciones futuras tienen una relación directa con los aportes realizados, su acumulación en las cuentas personales y su evolución financiera y temporal. Cabe mencionar que en algunos países existe un sistema mixto de seguridad social que combina los dos anteriores.
En un país donde la informalidad en el mercado laboral es altísima, donde el sistema se financia con una mezcla de recursos muy disímiles, donde hay gran variedad de prestaciones disponibles, donde afloran las moratorias, donde prima la imprevisibilidad normativa y donde la transición demográfica que se está viviendo nos lleva a un envejecimiento acelerado de la población, nos quedan pocas oportunidades para revertir la tendencia negativa hacia dónde nos dirigimos.
Una vez comprendidas las limitaciones de cada sistema, podría pensarse la implementación de un sistema mixto que perdure en el tiempo. Podrían tomarse varias medidas, aisladas o combinadas para subsanar el déficit del sistema. Es fácil decirlo, pero por el contrario el consenso y la decisión social y política son difíciles de conseguir.
Todas las medidas afectan a uno o más sectores de la sociedad, ergo serían de muy difícil aplicación ya que políticamente tendrían un costo altísimo al ser socialmente repudiadas. Los encargados de tomar las decisiones deberán ser muy cuidadosos al momento de seleccionar el tipo de cambios y reformas que llevarán adelante, considerando aquellas que mejor se adapten a las aspiraciones de la población presente y futura.
Más que alarmar sobre la (in)sostenibilidad del sistema y los problemas que una deficiente asignación de recursos generaría, lo que se busca es una reflexión que derive luego en un involucramiento para entre todos poder construir la vejez que merecemos y anhelamos.
Un análisis exhaustivo y un entendimiento del tema es sumamente importante si se tiene en cuenta que el haber previsional es algo que afectará a todos los que trabajen, aporten y se retiren en Argentina. Los impactos sociales, económicos y políticos de la valuación y gestión del sistema tienen consecuencias en todo el entramado productivo de la economía.
En conclusión, una revisión integral del sistema resulta imprescindible. Para ello, el constante debate y la incorporación del tema a la agenda del día en la sociedad son fundamentales. De no ocurrir, no alcanzarán los parches de ninguna mercería para tapar los agujeros que seguirán apareciendo en los sistemas en detrimento de todos los jubilados.
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