Cuando el Estado se corre, el delito avanza

La ideología ha puesto un manto de oscuridad en la pelea contra la inseguridad

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El asesinato de Daniel Barrientos, el chofer de colectivo de La Matanza que, a un mes de jubilarse y mientras hacía su trabajo, fue baleado durante un hecho delictivo, no fue un caso aislado. No fue algo raro o inusual, como escuchamos decir. Fue una muestra de cómo vivimos hoy los argentinos. De lo desprotegidos que estamos ante un delito creciente. La inseguridad, que es uno de los problemas que más nos afecta y preocupa, no es una sensación. Según el Sistema Nacional de Información Criminal, en 2021 se cometieron más de 2.000 homicidios dolosos en el país. Se registraron, además, más de 360.000 robos y más de 5.300 robos agravados por lesiones o muerte.

En la provincia de Buenos Aires, según los datos del Ministerio Público Fiscal, en 2021 los homicidios en ocasión de robo aumentaron 55% con respecto a 2020, los abusos sexuales un 25% y las estafas un 77%. En Rosario, el narcotráfico se sigue cobrando vidas inocentes: el año pasado hubo récord de asesinatos desde que hay estadísticas, y en lo que va del 2023 ya se registran más de 80 homicidios.

Estos no son solo números. Es la intranquilidad de una madre cada vez que uno de sus hijos sale a la calle. Es el miedo de esperar el colectivo en una parada, sea de día o de noche. Es la necesidad de que las familias se organicen en los barrios para poner alarmas vecinales y tratar de cuidarse entre ellas porque saben que con el Estado no pueden contar.

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Después de tres años es evidente que para el gobierno la seguridad no es una prioridad. Hoy no hay una política activa de lucha contra el delito en Argentina. La ideología ha puesto un manto de oscuridad en esa pelea. Y cuando el Estado se corre, los violentos y las mafias avanzan. Y el delito crece.

(Adrián Escándar)
(Adrián Escándar)

En 2023 vamos a tener la oportunidad de elegir entre un espacio político que pone la ideología por sobre las preocupaciones de la gente y que niega serialmente la realidad, y otro que comparte la agenda de los argentinos y trabaja para resolver los problemas. Porque no es cierto que la seguridad no tiene solución. Es difícil y lleva tiempo, pero con decisión política se puede dar una respuesta.

Así como digo esto, soy muy consciente de que no se puede esperar un solo día. No se puede esperar 8 meses a que asuma otro gobierno. Se necesitan respuestas ya. Por eso es que mis propuestas y planes en materia de seguridad están a disposición del gobierno.

Esos planes son el resultado de la experiencia, de los aciertos y los errores que tuve como gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Entre 2015 y 2019 redujimos 36% los homicidios dolosos, 16% el robo y hurto automotor, 90% los secuestros extorsivos. Derribamos 150 búnkers narcos. Todo esto con el apoyo a nuestras fuerzas de seguridad, que implicó una inversión enorme en equipamiento, capacitación y modernización, y una decisión política clara de avanzar en la transparencia, apoyando al policía que hace bien su trabajo y separando al que no: más de 13.000 oficiales fueron apartados.

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No hay dudas de que se puede. Así como lo hicimos en la provincia, propongo impulsar una transformación profunda a nivel nacional que permita combatir a las mafias y al delito. Propongo dejar la ideología de lado, poner la seguridad como una prioridad, incluir en la mesa de trabajo a especialistas en la materia, diseñar un plan integral y ponerlo en marcha.

La seguridad empieza en las fronteras y por eso hay que concentrar los esfuerzos en proteger y defender nuestro territorio de las mafias. También hay que hacer reformas estructurales en cada provincia y a nivel nacional para que la gente vuelva a creer en una policía íntegra y transparente.

De la misma manera, con objetivos y lineamientos claros, que sean fruto de consensos, es necesario incluir en el presupuesto el equipamiento y la infraestructura de seguridad, la profesionalización de las fuerzas y su modernización, la lucha contra las mafias, la promoción de mecanismos de articulación entre las diferentes fuerzas policiales, nacionales y provinciales, y el fomento a la cooperación internacional en seguridad.

Con ese rumbo, no tengo dudas de que podemos tener un impacto significativo en la reducción del delito y la violencia. Los argentinos no tenemos que resignarnos a vivir con miedo. Hay un camino de salida. Emprendámoslo.

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