Feminista en falta: Flor Freijo, Rebord y el método de la violencia virtual

Rebord es un militante que hizo de youtube su territorio y molesta a los periodistas con sus charlas con récord de audiencia. Freijo es la feminista que más vende en la Argentina y molesta a parte del colectivo con un discurso en el que no omite hablar de competencia. Es natural que choquen, pero el hostigamiento es inaceptable

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Tomás Rebord y Florencia Freijo
Tomás Rebord y Florencia Freijo

Aunque algunos creen que es periodista, Tomás Rebord es un militante que hizo de youtube su territorio. Es lo que les molesta a muchos periodistas: que un abogado de 30 años logre entrevistar a figuritas difíciles como Pergolini, Maslatón o Máximo Kirchner y que cada emisión de su programa sea vista por una audiencia inimaginable para la mayoría de los que trabajan en medios.

En rigor, lo que hace Rebord no son entrevistas, sino charlas extensas y amigables con personalidades en general afines. No hay repreguntas, el diálogo es cómodo y relajado y, en todo caso, el rebote y las dudas quedan para las redes. Es lógico que se sienten en su mesa: saben que serán bien tratados y que llegarán a millones de jóvenes. Cero costo. Y está bien, ése es su método.

Siempre pienso que los que lo critican seguramente no tengan la mitad de su carisma ni habilidades retóricas. Y que si hay espacio y tan grande para esta otra forma de contar, eso tiene bastante que ver con lo rotos que están los lugares tradicionales para hacerlo. Es como criticar a Ibai Llanos –el streamer e influencer deportivo español que consigue hacer vivos hasta con Messi–: en todo caso hay que preguntarse por qué el público elige consumirlo.

Pero su origen profesional también sirve para explicar algunas cosas. Sólo alguien lejano a este oficio consideraría un mérito lo que este domingo lo puso en boca de todos, cuando le festejó el cumpleañitos a Alberto Fernández en un mano a mano que fue un verdadero regalo para un presidente devaluado al que ya no respetan ni sus viejos aliados. En todo caso, el valor de Rebord está dado por el hecho de que logra que personajes poco interesantes se vuelvan atractivos para una audiencia que no es la suya. De nuevo, un regalazo.

Como sea, ocurrió lo dicho: el encuentro puede haber sido intrascendente para un país que llegó al límite de las puebladas y linchamientos de ministros en la calle, pero estuvo en boca de todos y llegó a los medios hegemónicos, con recortes que parecen propios de una comedia negra. El presidente divagando en tercera persona sin que nadie intervenga más que para alcanzarle una porción de torta mientras –como también se supo esta semana– el 40% de los argentinos vive en la pobreza.

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Florencia Freijo tiene una comunidad de 375 mil personas que la siguen en Instagram
Florencia Freijo tiene una comunidad de 375 mil personas que la siguen en Instagram

Florencia Freijo es la feminista que más vende en nuestro país. Sus libros –Solas, aun acompañadas (2019) y (Mal) Educadas (Planeta, 2020)– fueron rotundos éxitos editoriales. (Mal) Educadas lleva más de trece ediciones y se publicó en España, Colombia, México, Uruguay, Perú y Chile. Suele hablar de algo que vive de cerca: el patriarcado no lo construyen sólo los varones y la competencia entre mujeres puede ser descarnada y cruel.

Igual que a Rebord, una buena parte de los sectores tradicionales –del feminismo en este caso– no la quiere. La critican por liviana, por frívola, por tonta, por rubia. Los argumentos no son en absoluto distintos de los que siempre usó el machismo. Lo que les molesta a muchas, igual que a tantos varones rancios, es que una mujer que sale del molde de lo que debería ser tenga voz y sea seguida por miles.

¿Cómo debería ser una feminista? Hay muchos prejuicios sobre eso. Freijo es rubia y se gana muy bien la vida escribiendo, dando charlas y compartiendo contenidos sobre género en Instagram con la comunidad de 375 mil personas que la siguen con atención y comentan cada uno de sus posteos. Freijo le habla a un público más o menos instruido que no se identifica con los discursos de manual y sin embargo fue atravesado por la marea verde y el #NiUnaMenos y quiere saber más.

Supo captar como ninguna de las que peleaban por leer en la plaza que esas mujeres no necesitaban que les dijeran de nuevo lo que había que hacer. Ella misma suele definirse como una mala feminista y tiene muy claro que crea y sostiene una comunidad de la que habla con pronombre posesivo. Es suya. Es su método, y está bien.

El Método Rebord, el canal de Youtube de Tomás Rebord, tiene 178.000 suscriptores
El Método Rebord, el canal de Youtube de Tomás Rebord, tiene 178.000 suscriptores

Freijo es blanca, dicen otras feministas blancas, como si eso fuera un problema, como si no rankeara lo suficientemente bien por su status identitario frente a voces más atendibles si se tiene en cuenta la interseccionalidad. En todo caso, no parece que la búsqueda de silenciar voces de mujeres que acumulamos menos desgracias tangibles sea un camino muy sensato ni muy sororo: somos diferentes, no necesitamos parecernos ideológica ni físicamente para compartir la lucha por una sociedad con menos inequidades de género y de inequidades, en general, que siempre refuerzan las de género.

Mientras nos hacemos callar entre nosotras, los machitos hablan más fuerte. O se hablan entre ellos, como hace el propio Rebord, que apenas si cumplió con un magro cupo del 25% de charlas con mujeres en su ciclo nac & pop.

El lunes, justo al día siguiente de la entrevista de Rebord con Fernández, la politóloga escribió en su cuenta de Twitter un posteo en el que aludía al youtuber: “Es el ejemplo más claro de cómo se sobreestima a los tipos por el hecho de construirse una narrativa de flaco inteligente, del ámbito ‘popular’ y voz gruesa. Lo inflado que está, Dios mío, no entiendo cómo no se avivaron que es un pelotudo bárbaro”. Una opinión con la que se puede estar de acuerdo o no, como con todo lo que se dice en esa red.

El hilo seguía con otro tuit que la autora después borró porque fue malinterpretado: “Necesito que el ámbito joven del peronismo revea a sus ídolos del entretenimiento que construyen, porque siempre son el mismo perfil de chabón soberbio con denuncias por abuso contenidas que en cualquier momento saltan”. Freijo no hizo nombres y uno puede, otra vez, estar más o menos de acuerdo con el revoleo de acusaciones a la marchanta, pero lo cierto es que los abusos y la violencia machista en las agrupaciones de la juventud han sido un hecho denunciado por la propia militancia. Y que ella no acusó a nadie en particular; incluso, ante la controversia desatada, negó rotundamente haber acusado a Rebord de abuso sexual.

Pero los fanáticos no se detienen en los detalles. Interpretan y ajustician, como manda la ley de las redes. Así que un aluvión de fanáticos llegó a amenazar a Freijó y hasta a publicar la dirección de su casa. Se trata de una práctica que ya han padecido y padecen muchas feministas, hostigadas a diario por los resortes más dispares, acusadas de asesinas y perseguidas de manera sostenida durante meses.

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Florencia Freijó en el espacio de Infobae en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2022. Escribió Solas, aun acompañadas (2019) y (Mal) Educadas (Planeta, 2020)
Florencia Freijó en el espacio de Infobae en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2022. Escribió Solas, aun acompañadas (2019) y (Mal) Educadas (Planeta, 2020)

En última instancia, con demasiada frecuencia los violentos se salen con la suya y las mujeres terminan cediendo espacios para preservarse. El acoso no sólo proviene de varones. En el caso de Freijo –cuyo apellido sigue siendo trending topic ahora mismo, mientras escribo–, no sólo proviene también de mujeres, sino de mujeres que aseguran que miran el mundo con perspectiva de género. No lo parece.

Y claro, por supuesto que tiene que haber lugar para el disenso. Por última vez: no hace falta que estemos de acuerdo en todo. No hace falta defender lo indefendible. No hace falta ni siquiera que saltemos a defender a una compañera que consideramos que fue agredida injustamente. Nadie pide tanto. Pero desacreditar con el dedito levantado a una referente que se convirtió en la mayor divulgadora de feminismo hoy, huele más a envidia que a cuestionamiento.

Todas las semanas nos apuramos a sacrificar a alguien en las redes, da lo mismo si son violadores o infractores veniales. El acoso no mide, se vuelve masivo y brutal en su hambre de likes. No hay registro de cuánto daño se puede causar en un mundo donde todo se volvió virtual. No hay registro del daño porque parece que no es físico, que no pasa al cuerpo para cobrar su factura en la salud con la misma fuerza una trompada limpia. No hay registro hasta que alguien pasa la raya y a veces parecería que la única forma de que se entienda es que finalmente alguno de los mártires virtuales se inmole en el plano analógico.

Dice Rebord en un hilo que él también sufrió agresiones y que no puede estar al frente del delirio y la locura colectiva en las redes. Lo dice con la soberbia que le criticó Freijo en el tuit de la polémica, pero pienso, como él, que no se puede subestimar a las comunidades virtuales: supongo que ese será parte de su encanto, hablarle a pares.

Pienso que Freijó y Rebord tienen más en común de lo que parece. Y que, como en la vida, la violencia no es menos grave por cometerse en masa: cada uno debería hacerse cargo de sus actos. Creo también que hay que tomar consciencia del poder de una audiencia propia. Y del daño que podemos causar con cada posteo escrito a las apuradas y sólo pensando en agradar. Pero sobre todo, creo que no podemos justificar que se le busque la pollerita corta a una situación violenta. No importa lo que pasó, acosar a una persona hasta el punto en que siente que tiene que dejar su casa porque ella y su hijo están en riesgo es grave y no es para nada virtual. Es tan concreto como el miedo.

(Nota de Redacción: Además de haber negado rotundamente la acusación y borrar su tuit, como consigna esta columna, tres días después de su publicación, María Florencia Freijo se disculpó públicamente con Rebord con una larga reflexión en su cuenta de Twitter: “Lo que eran dos tuits que planeaban en principio una opinión personal sobre una problemática acuciante sobre la cantidad de varones abusadores en lugares de poder, que silencian a sus víctimas, terminó siendo expresado de una manera muy desafortunada por mí y alejada sobre una profunda certeza: no existe el perfil de nadie en particular para estigmatizar hechos delictivos. Fue un error gravísimo de mi parte pretender expresar un tema tan profundo en la nimiedad de un tweet”. Roberto Rebord acusó recibo y respondió: “Disculpas aceptadas”).

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