Por primera vez, este 4 de abril, en la sede de la OTAN se flameó la bandera de Finlandia como nuevo miembro de la Alianza. En total engloba 31 naciones independientes que conforman la coalición militar más peligrosa del planeta. Creada en 1949 con 12 miembros con la intención de frustrar la expansión soviética en Europa central y oriental, la OTAN se ha convertido en una máquina de guerra que aún busca contrarrestar la fuerza y las pretensiones de Rusia.
Para la OTAN, Rusia es una potencia en declive desde el punto de vista económico y social, pero que posee la capacidad de agredir territorialmente gracias a su potente arsenal militar convencional y nuclear que supone una potencial amenaza para todo el territorio de la OTAN, pero más aún en el flanco oriental. Por consiguiente para la alianza, Rusia continua siendo una de las principales amenazas para la próxima década, además de China.
Según un informe de la OTAN de 2020, el escenario que se viene – con proyección para el 2030 - es un escenario de “resurgimiento de la competencia geopolítica”, algo que desde el año pasado venimos viendo, y temiendo con fuerza, aquellos que actuamos de espectadores.
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La indudable expansión de la OTAN desde su nacimiento hasta la fecha es motivo de disputa y quiebre entre las partes enfrentadas. Se creía que luego de terminada la Guerra Fría, con una Unión Soviética disuelta, el proyecto fuera terminado. Se podría argumentar que, tras el colapso de la Unión Soviética, la alianza había pasado a quedar obsoleta y debería haber sido desmantelada, pero sin embargo, aquí estamos, con la admisión de un nuevo miembro y con Suecia siendo la siguiente en la línea.
Del otro lado, el fin de la Guerra Fría sí supuso el fin del Pacto de Varsovia, la alianza militar que unía a la antigua Unión Soviética con los países de su esfera de influencia en Europa, que muchos de ellos hoy, forman parte de la OTAN. De este modo, Moscú terminó perdiendo la mayor parte de su influencia en la región quedando únicamente Bielorrusia y Ucrania, que desde el 2014 está en conflicto y hace un año libra una guerra convencional con Rusia.
Pertenecer al bando ganador y la promesa de prosperidad fue el aliciente que probablemente llevó a tantas naciones a unirse al bando contrario, escapando de la opresión de un régimen en decadencia. Pero la expansión de la OTAN supone en si un enorme riesgo para la estabilidad de la seguridad internacional, sobre todo para el territorio europeo.
Por aquellos días, tras la finalización de la Guerra Fría, se respiraban aires de paz tras años de violencia e incertidumbre. El objetivo principal era fortalecer la diplomacia, el respeto de las esferas de influencia – esto es importante porque hace referencia a no inmiscuirse en aquellas zonas que son consideradas “satélites” para otros Estados – y la cooperación mutua. Todos pilares que formaban parte del camino a seguir para construir la tal anhelada idea de vivir en una verdadera comunidad internacional con paz duradera, entendida como ausencia de guerra.
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Sin embargo, el mundo terminó yendo por un camino distinto y la OTAN continúo existiendo y expandiéndose llevando a los países no miembros a participar de una carrera armamentística que condujo a Rusia a desarrollar armamento letal de estilo apocalíptico que “la hacen invencible”– o así lo anunció Putin allá por el año 2018 - y a China a crecer militarmente y conformar una flota marítima inmensa logrando casi desplazar en recursos a la U.S Navy. Después de todo, “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.
Bajo esta lógica, la OTAN logró expandir su maquinaria de guerra más allá de la frontera con Europa, logrando prácticamente “cercar” a Rusia y practicar un antagonismo incesante hacia China, y claro a Rusia también.
Las zonas de influencia de Rusia, o los también llamados Estados satélites, fueron alcanzados por la OTAN generando el disgusto de Rusia. En 2004 George W. Bush invitó a Ucrania y a Georgia a unirse a la OTAN. Desde entonces la situación en Ucrania comenzó a deteriorarse y desde el 2014 se encuentra en conflicto armado con Rusia y en la actualidad luchan una violenta guerra que parece no tener fin.
Otro tanto sucede con China y la ambigüedad estadounidense en su relación con Taiwán y el acuerdo One China y la creciente disputa de soberanía en el Mar del Sur de China por el comercio internacional marítimo.
Hoy Estados Unidos, líder indiscutible de la OTAN, vive la peor crisis bilateral de la historia con Rusia desde la crisis de los misiles, y a su vez, la relación con China continúa deteriorándose de a poco, peligrando la situación en Asia.
La interferencia de Estados Unidos y la OTAN está signada por la conveniencia más que por otra cosa, y así lo ha sido siempre. La guerra es un negocio y sostener la influencia y el predominio mundial es un trabajo de todos los días.
En el mismo documento, la OTAN anticipa que habrá una batalla por la hegemonía, en especial con China, y llama a sus miembros a prepararse para un prologando conflicto global.
En la actualidad vemos con preocupación y alarma la situación en Ucrania y su posible escalada, como también la amenaza de China de avanzar sobre Taiwán y las repercusiones que esas acciones puedan tener. El antagonismo protagonizado por Estados Unidos y la OTAN ha volcado a Rusia y China a transformarse en aliados cercanos, lo que resulta en una alianza poderosa capaz de hacer ruido y molestar a la alianza más poderosa del mundo.
Por otro lado, la iniciativa BRI, (Belt and Road Initiative), destinado a conectar un bloque económico de aproximadamente 70 naciones fuera del control de EE. UU., con la construcción de líneas ferroviarias, carreteras y gasoductos que se integrarán con Rusia, mantiene en alerta a Estados Unidos y Europa. Situación que, a su vez, transformará a China en la principal economía global para la próxima década.
El conflicto en Ucrania ha significado un aumento en el precio de las acciones de los mayores proveedores de armamento militar: Lockeed Martin, Northrop Group, etc. En un momento donde la ciudadanía reclamaba por menos gasto en defensa, la guerra ha generado un aumento del gasto en defensa, además de la expansión territorial de la alianza y el aumento de presencia militar en Europa.
Al borde de la guerra
Nunca en la historia hemos estado tan cerca, o sobre el precipicio, de una guerra nuclear. Hace poco, la administración de Biden confirmó en una entrevista la creación de equipos que simulan escenarios de guerra donde Rusia lanza bombas nucleares para practicar que acciones tomar después. Se habla de las “armas nucleares tácticas” destinadas a causar “menor daño” siendo más aceptables, pero que sin duda podrían conducir a un cataclismo nuclear.
El New York Times, en un artículo sobre una simulación realizada por la Universidad de Princeton, se evidenció la muerte de 90 millones de personas en las primeras horas de conflicto, luego de simular un “lanzamiento nuclear de advertencia de Moscú” seguido de la respuesta de un pequeño ataque de la OTAN.
Está claro lo rápido que una situación se puede deteriorar y lo mal que la pasaríamos todos.
A modo de cierre...
Entonces... desde 1949, hasta la fecha, la OTAN ha crecido considerablemente en fuerza y recursos y se ha transformado a su vez, si lo miramos desde la otra vereda, en una amenaza geopolítica para países como China y Rusia.
La lógica de prepararse para la guerra si se quiere la paz, ha llevado a las potencias (EE.UU., Rusia, China) a la persecución de programas militares más letales y eficientes. La amenaza de un enemigo inminente y especifico obliga a las partes a gastar más dinero y a acentuar sus amenazas de acción frente a la provocación del que consideran enemigo.
De forma voluntaria o involuntaria, queriendo o sin querer, a través de los años se ha construido una dinámica de amigo / enemigo de la que es difícil salir. El recelo y la desconfianza entre los países es tangible y la industria militar se alimenta de esta dinámica creando demanda.
El avance de la OTAN, en los últimos años, ha dejado en jaque a Rusia y lo ha obligado a tomar la decisión de avanzar sobre sus ambiciones. Vladimir Putin pedía por menos influencia de la OTAN y terminó obteniendo lo contrario.
Pero la expansión de la OTAN no se debe solamente por Rusia, si no que puede que sea también un “poquito” por China. Después de todo, es probable que esté suponga en la próxima década, un problema aun mayor para la OTAN. El creciente poder de China con las nuevas tecnologías emergentes como el 5G, su capacidad para proteger sectores sensibles de la económica como la cadena de suministros, su poderoso EPL e influencia política regional y proyección global terminen por concebir un poder económico y militar temeroso incluso potencialmente problemático para el área euroatlántica.
Puede que Rusia termine perdiendo en este lúgubre escenario. Para los estrategas de la OTAN y Estados Unidos, Rusia se irá degradando gracias a las sanciones económicas, el aislamiento diplomático, y la pérdida de recursos militares en el terreno. Esto empujaría a Putin fuera del poder y haría a la OTAN una vez más triunfadora. ¿Pero qué hay de China? ¿Qué pasa si la alianza entre Rusia y China se fortalece y deciden tomar acciones en conjunto? El hostigamiento a Rusia, en parte se debe a una política de disuasión de la OTAN que va más allá de esté.
Es un tira y afloje peligroso. El resultado está aún por verse.
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