En su visita a Bolivia el 9 de julio de 2015, en el Encuentro Mundial de los Movimientos Populares el Papa Francisco dijo: “Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Y pidió humildemente perdón: “Pido perdón no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
Pero, también pidió a todos que “se acuerden de obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio”.
La historia oficial enseña todavía, y algunos políticos y periodistas “trogloditas” repiten en nuestro país, que los conquistadores permitieron a los “salvajes” ingresar a la “civilización” y les niegan sus derechos. Por ejemplo a los mapuches o pehuenches del sur, sobre las tierras que habitaron sus ancestros, so pretexto que habitaban unos metros más allá o más aca de la línea que separa a Chile de Argentina nada menos que en la Cordillera de los Andes, cuando fueron los mapuches que habitaban esa cordillera a quienes acudió en busca de ayuda el General San Martín para determinar los pasos por donde cruzaría el Ejército de los Andes para liberar a la hermana República de Chile.
El genocidio producido en América dejó 10 millones de naturales vivos cuando se estima que su número era diez veces mayor y su “acción civilizatoria” costó a América del Sur más de cien toneladas de oro tan sólo en los primeros 50 años, es decir más de 100.000 kilos de oro y una cantidad aún mayor de plata que fueron a parar al bolso de la Corona haciendo de España el país más rico en el curso de los más de 300 años de coloniaje.
Los Estados Vaticanos mantuvieron un ejército a partir del siglo X que tomaba partido en los conflictos que calificaba como “guerras santas”. Pero sus fuerzas no intervinieron en el proceso de la conquista en América.
Esta circunstancia y la necesidad de la evangelización del nuevo continente explica aunque no la justifique, el porqué de la institución del Patronato entre la Corona española y la Santa Sede.
El Santo Padre ha declarado que no hay “guerra santa” y condena con firmeza las guerras. Todas las guerras. Ha condenado los genocidios pasados y actuales y visitó países donde se cometen esos crímenes aberrantes. También declaró que el mundo atraviesa su 3ra Guerra Mundial “a pedazos”.
La Iglesia y el descubrimiento de América
“Muchos cristianos han cometido actos malvados contra los pueblos indígenas”, dice la notan conjunta de los Dicasterios para la Cultura y el Desarrollo Humano Integral dada a conocer el jueves 30 de marzo en consonancia con las palabras del Santo Padre referidas a la relación de los colonos españoles durante la invasión y conquista de América. La nota expresa que “las bulas papales del siglo XV que concedieron a los gobernantes colonizadores los bienes de los pueblos originarios son documentos políticos, instrumentalizados para actos inmorales.”
La relación con la Corona española
Con la corona española la Iglesia estaba vinculada por la institución del Patronato. Esta implicaba que el rey gozaba, entre otros privilegios, de la consulta en las designaciones de los obispos y otras medidas como regalías y el derecho a la ocupación de tierras, verdaderos “actos inmorales”.
La relación de la Iglesia, la sociedad hispano-criolla y los indios
Los dominicos serán los primeros en denunciar la crueldad con que los trataban a los indios ante el rey de España. Famoso fueron los Sermones de Antonio de Montesinos, dominico que predicó ante las autoridades españolas contra los crímenes que cometían. Asimismo Bartolomé de las Casas, clérigo encomendero de Cuba le recordó al gobernador el texto del Eclesiastés 34,22 que condena las injusticias y presentó un Memorial en defensa del indio al rey Carlos V y ante el Consejo de Indias, y más tarde, en las Cortes de Barcelona expuso la doctrina de la colonización pacífica en las Indias, es decir, sin armas, fundando “pueblos de indios libres”.
Los obispos que se desempeñaron en Hispanoamérica fueron protectores natos del indio. Y los curas de las misiones con una visión indigenista, humanista y cristiana realizaron, en general, la evangelización del indio digna de admiración, chocando -como lo venimos señalando -con la brutalidad de los colonos y muchas veces con las jerarquías eclesiásticas ligadas a la Corona.
La Iglesia de los papas recientes reconocen que Corona tuvo comportamientos ambivalentes y también el papado. Por un lado hubo dos papas que reconocieron potestades del soberano que fueron empleadas para cometer abusos, por otro lado el Papa Pablo III en la bula cuyos párrafos transcribimos el 2 de julio de 1537 e hizo suyas muchas de las ideas del gran Fray Bartolomé de las Casas, dominico, filósofo y teólogo que participó de la evangelización en hispano américa y fue reconocido como el primer “protector de los indios”. Sus extensos escritos, los más famosos de los cuales son Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) es la mejor descripción de la realidad vivida en estas tierras del milenario “Nuevo Mundo” americano.
Precisamente y como lo manifestó el Papa Francisco en su discurso en Santa Cruz de la Sierra, hubo errores y actos desviados cometidos por la Iglesia pero al mismo tiempo hubo obispos heroicos que concluyeron sus vidas con el martirio en favor de la lucha a favor de los indios. Puede recordarse el caso de Antonio de Valdivieso en Nicaragua o Cristóbal de Pedraza de Honduras, Agustín de la Coruña en Perú, Juan del Valle en Nueva Granada y muchos más que lucharon por los indios y pagaron con su sangre por eso.
Y que decir de los discípulos de Ignacio de Loyola en Hispanoamérica desde 1549 hasta su expulsión en 1767 por Carlos III. Realizaron una obra inmensa. No puede ser sintetizada en un párrafo. Tan solo digamos que llegaron el 29 de marzo de 1549 a Bahía, Brasil y llevaron su obra a Sao Paulo, Río de Janeiro, desde el sudoeste de Río, desde la cadena de Serra do mar hasta Santa Catarina, territorio poblado entonces por indios guaraníes de lengua tupí y de ahí se expandieron hacia Paraguay y las Misiones y Córdoba. Hacia el norte migraron hacia Nueva granada -Colombia y Venezuela -llegando a México. A lo largo de más de doscientos años desarrollaron una obra evangelizadora y educativa extraordinaria y soportaron una dura lucha contra el Patronato hasta que finalmente y para desgracia de los pueblos hispanoamericanos concluyó con su expulsión.
La Nota que comentamos también nos recuerda que en la Bula “Sublimis Deus” el Papa Pablo III (1537) en relación a los aborígenes de América declara: “Determinamos y declaramos [...] que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro los cristianos llegasen a conocer, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor”.
La sociedad hispano-criolla estaba conformada por los representantes de la corona, militares y colonos. En muchos casos su relación con la Iglesia estuvo marcada como dijimos en los párrafos anteriores por los frecuentes conflictos, ya que los colonos estaban contaminados por la ideología utilitarista de la acumulación de dinero privilegiando el interés particular por sobre el respeto al ser humano. La conquista abrió paso a la codicia y los colonos estaban, por ende, inclinados a someter a los indios a un trabajo extenuante que en muchos casos terminaba con su vida en verdaderos asesinatos cotidianos.
Por ello la Nota de los Dicasterios que comentamos afirma textualmente que “muchos cristianos han cometido actos de maldad contra las poblaciones indígenas, por los cuales los Papas recientes han pedido perdón en numerosas ocasiones”. En igual sentido se había pronunciado el Papa Francisco en su visita a Bolivia y en su más reciente encuentro con aborígenes en Canadá.
“Gracias a la ayuda de los pueblos indígenas -dice la Nota de los dicasterios -la Iglesia ha tomado mayor conciencia de sus sufrimientos, pasados y presentes, provocados por la expropiación de sus tierras”, y “las políticas de asimilación forzada, promovidas por las autoridades de gobierno de la época, que buscaban eliminar sus culturas indígenas”, agregó el escrito del Vaticano.
La doctrina del Descubrimiento
La doctrina, respaldada por bulas (decretos) papales del siglo XV, carente de fundamento jurídico racional, legitimó la apropiación de tierras indígenas y fue la base de algunas leyes de propiedad actuales. El texto que comentamos dice que la “Doctrine of Discovery” que sirvió para justificar la expropiación de los indígenas por parte de los soberanos colonizadores, “no forma parte de la enseñanza de la Iglesia católica” y que las bulas papales por las que se hacían concesiones a los soberanos colonizadores nunca llegaron a ser magisterio.
Se trató de la acción de dos pontífices que autorizaron a los soberanos portugués y español a apoderarse de las propiedades en las tierras colonizadas, sometiendo a las poblaciones originarias. Como si los usurpadores de esas tierras fueran los indígenas que las poseían hace miles de años y no los españoles que las ocupaban por la violencia. “La investigación histórica demuestra claramente – afirma la Nota – que los documentos papales en cuestión, escritos en un período histórico específico y relacionados a cuestiones políticas, nunca han sido considerados expresiones de la fe católica”.
No hay una cultura superior a la otra
A continuación, se citan las palabras del Papa Francisco: “Que la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medios de coacción contra los demás”. Y se recuerda que “en términos inequívocos”, el magisterio de la Iglesia defiende el respeto debido a todo ser humano y la Iglesia, por lo tanto, “repudia los conceptos que no reconocen los derechos humanos intrínsecos de los pueblos indígenas, comprendida la que se ha dado a conocer legal y políticamente como “doctrina del descubrimiento”.
Finalmente la Nota de los Dicasterios resalta el apoyo decidido de la Santa Sede a los principios contenidos en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas”.
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