El 30 de marzo se conmemora y homenajea a las víctimas de la Tragedia de Cromañón, ocurrida el 30 de diciembre de 2004. Mediante el Decreto Nro. 391 de la legislatura bonaerense, este homenaje se incluyó dentro del calendario escolar. Es el mes de los Derechos Humanos, donde se realizan actividades y acciones conmemorativas reafirmando la importancia de la tragedia que implicó un aprendizaje social y, además, tiene como objetivo que permanezca en la memoria de la sociedad para que no se repita.
A casi 20 años de la tragedia que provocó la muerte de 194 personas, la mayoría jóvenes, la cultura de la codicia y el ahorro en la seguridad siguen siendo el patrón de desprecio en la vida joven. Vivir es eventual. Salir y volver a casa sigue siendo sólo una posibilidad. Los responsables de los boliches y la seguridad siguen jugando a la ruleta rusa con los chicos. La falta de persecución penal sigue siendo la garantía procesal del bolichero, que generalmente es una off shore con domicilio en Panamá.
A las tragedias siguen las clausuras, y la pregunta que el aprovechamiento político y oportunista molesta: ¿Quiénes debieron evitar que se repita? La respuesta es la misma: los mismos que otorgaron la habilitación.
En el debate oral por el homicidio de Fernando Báez Sosa, se ventilaron las mismas irregularidades que en el juicio oral por la Tragedia de Cromañon: exceso de público, venta de alcohol en exceso, personal sin capacitación. Está filmado cómo empujan a los chicos a la calle, se desentienden y se quedan mirando.
No sólo queda en evidencia el mal desempeño y falta de capacitación del personal de seguridad, sino, además, la falta de un desfibrilador y conocimientos básicos de RCP o primeros auxilios.
La policía que mira y se va. La ambulancia que no llega y los mismos chicos resolviendolo todo.
Cromañón vive en la codicia del que habilita por monedas o coima, sabiendo que el lugar no está en condiciones de funcionar. Desentenderse y despreciar la vida del que debe cuidarse y protegerse es una conducta dolosa y naturalizarla tambien lo es.
La sentencia de la tragedia por Cromañón tanto como la de Beara -en donde se juzgó el derrumbe del entrepiso del boliche de Palermo ocurrido en septiembre de 2010 que mató a Ariana Lizarriaga, de 21 años, y Paula Provedo, de 20, e hirió a más de 50 personas- coinciden en algo: hubo un delito por omisión por no investigar a los responsables de esos conglomerados engendros mal habilitado. El inspector que no controla o hace la vista gorda por monedas.
El Código Penal lo llama cohecho activo o pasivo, los jueces lo llaman coima en sus sentencias, pero como se diga es corrupción.
El mismo entramado con fines de lucro que se repite todas las noches. Clausurar después no evito que se repita.
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