La agenda que Fernández debería llevar a la reunión con Biden

Es posiblemente la última oportunidad que tiene este Gobierno de impulsar la agenda de desarrollo que nuestro país necesita

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El último encuentro entre los
El último encuentro entre los presidentes Alberto Fernández y Joe Biden fue en la Cumbre de las Américas, en junio de 2022

Pocos eventos en las relaciones internacionales tienen mayor relevancia que una reunión bilateral con el presidente de los Estados Unidos. Tras más de tres años de mandato, la primera reunión presencial bilateral entre Alberto Fernández y Joe Biden llega después de múltiples oportunidades que el Gobierno perdió para promover una agenda de desarrollo desde la inserción internacional. Ahora, Fernández tiene una nueva instancia para delinear una agenda que combine las necesidades de desarrollo con lo que nuestro país puede ofrecer a un mundo convulsionado.

Sin embargo, Fernández llega con un extenso historial de subordinar la política exterior a las internas del Frente de Todos. En la Cumbre de las Américas, la CELAC, el G7 y el G20, el presidente utilizó los foros para bregar por un nuevo orden global, aleccionar a las grandes potencias, o defender a Cuba, Nicaragua y Venezuela más que para favorecer una inserción productiva internacional de la Argentina.

La Argentina necesita una política exterior que impulse la integración productiva internacional de sus motores de crecimiento -alimentos, energía, minería, turismo e industrias basadas en el conocimiento-. Para ello, necesitamos un shock de confianza internacional que, con medidas concretas, nos posicione como un socio estratégico confiable ante el mundo. Con Estados Unidos -país al que nos unen valores y que es el principal inversor extranjero y cuarto socio comercial- la agenda debe incluir temas como la seguridad energética y alimentaria global; el fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos en la región, la seguridad hemisférica, la cuestión China y el cambio climático, en medio de la transición energética global.

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El nuevo contexto geopolítico, incluyendo la invasión rusa a Ucrania, genera nuevas oportunidades para la Argentina. Y nuestro país tiene todas las condiciones para posicionarse como protagonista regional, aunque primero debe resolver varías contradicciones.

En alimentos, el sesgo antiexportador del gobierno nacional es una traba autoimpuesta que impide aprovechar el potencial de nuestro país en el contexto global. Construir una reputación de proveedor confiable de alimentos debería ser una política de Estado. En materia energética, podemos ofrecer lo que el mundo necesita, pero es difícil presentarse como una alternativa al gas ruso sin un marco económico y normativo que favorezca la inversión extranjera necesaria para exportar energía.

En obra, el gasoducto Néstor
En obra, el gasoducto Néstor Kirchner se desarrolla en el sur de la Argentina. El gobierno espera concluirlo en junio de 2023 y exportar energía

Otro capítulo clave es el financiamiento de proyectos estratégicos. Cuando el presidente dijo en el G7 que la región no necesita un Plan Marshall limita las posibilidades de desarrollo de una Argentina que necesita ampliarlas, con horizontes diversos. Once países de la región, incluyendo Chile, México y Uruguay, ya se unieron a la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas que promueve Biden, un espacio que la Argentina debería cuando menos considerar para expandir los vínculos económicos y construir espacios de coincidencia estratégica con Estados Unidos. Igualmente, la Argentina puede explorar oportunidades dentro de la Minerals Security Partnership, que integran países como Australia, Alemania, Japón, Corea del Sur, Suecia o Finlandia, y que busca aumentar las inversiones en minerales como el litio, con altos estándares ambientales y sociales. Eso en un contexto donde la Inflation Reduction Act y el Pacto Verde Europeo buscan generar oportunidades para proveedores confiables de energía y minerales clave.

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En lo que hace a la defensa de la democracia y los derechos humanos en la región, el gobierno nacional exhibe más contradicciones. La semana pasada, organizó un Foro Mundial de DD.HH. donde eligió excluir a oradores críticos de la situación en Cuba, Nicaragua y Venezuela y priorizar una agenda ideologizada con críticas a la Justicia argentina. Además, dio la bienvenida a representantes de estos países en la Cumbre de la CELAC y defendió sus intereses en la Cumbre de las Américas. La Argentina debe ser implacable en la promoción y defensa de la democracia y los DD.HH. en América Latina, por solidaridad con países hermanos y porque impacta en la prosperidad y seguridad de la región.

La seguridad hemisférica, clave para ambos países, es otro tema que requiere de un diálogo sustantivo entre la Argentina y los Estados Unidos. Hay áreas de mucho potencial para la cooperación bilateral, como aumentar el equipamiento para combatir la pesca ilegal en el Mar Argentino e intensificar la colaboración para la lucha contra el crimen organizado en la Triple Frontera y Rosario.

Por su parte, un diálogo profundo entre ambos presidentes no debería prescindir de la cuestión China. Para los Estados Unidos, la presencia de China en la región y su influencia en materia de infraestructura y sectores estratégicos (como el litio o las telecomunicaciones) suponen un progresivo avance del gigante asiático en la geopolítica continental. Algunas iniciativas, como la actividad en la Patagonia y un posible polo logístico en Tierra del Fuego para abastecer a la Antártida, alertan no sólo a los Estados Unidos, sino al conjunto del restaurado “bloque occidental”. La Argentina debería establecer con mucha claridad y sin inconsistencias el equilibrio entre oportunidades de desarrollo con China y su compromiso con principios de seguridad hemisférica.

Por último, el cambio climático es una prioridad para Biden, y debe serlo también para nuestro país. La crisis climática se traduce en un aumento de la pobreza, un mayor perjuicio a las economías regionales y sus capacidades exportadoras y pérdidas económicas millonarias. La Argentina, uno de los productores sustentables de alimentos más eficientes del mundo y con recursos clave para la transición energética, puede articular una posición sudamericana que proteja y promueva nuestros intereses productivos a nivel internacional, mientras da muestras del compromiso con una amenaza global como es el cambio climático.

Como dice el dicho, “It takes two to tango”: Estados Unidos debe articular una estrategia propositiva para la región, y la Argentina debe construir confianza para aprovechar las oportunidades que el mundo ofrece. El viaje de Fernández es posiblemente la última oportunidad que tiene la política exterior de este Gobierno para impulsar la agenda de desarrollo que nuestro país necesita. Para no desaprovecharla, el presidente necesita dejar de lado las internas de su gobierno y abrir un diálogo pragmático en favor del país.

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