Memorias de una democracia en el exilio

Este 24 de Marzo, los argentinos reafirmamos el costo dramático y trágico que recorrimos para abrazar nuestra democracia

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Marcha por el 24 de Marzo (Franco Fafasuli)
Marcha por el 24 de Marzo (Franco Fafasuli)

La fiesta de Pesaj recuerda la liberación del pueblo de Israel de Egipto, hace algo más de 3.300 años. Tal como prescribe la Biblia en el libro del Éxodo, las familias al día de hoy se encuentran alrededor de la mesa para evocar el tiempo de la esclavitud y para volver a comprometerse con los sueños de libertad. El día nos interpela no solamente sobre aquellos pasados lejanos, sino acerca de nuestros propios faraones, ataduras y aspiraciones. Incluso aquellas familias más alejadas de las tradiciones se encuentran en noches como éstas, a veces sin siquiera saber bien por qué. Como si se deslizara sobre la mesa esa necesidad latente de ser parte de algo que va mucho más allá de un mero ritual religioso.

Sin embargo, al revisar la historia de aquellos israelitas que salieron hace milenios de Egipto, vemos que cuando llegaron a la Tierra Prometida el sentido de la celebración cambió. Ya instalados en la tierra de Israel, los antiguos hebreos transformaron el sentido de la fiesta de la libertad, en una relacionada íntimamente con la tierra. Aferrados a su país, ya lejos del exilio de Egipto y del desierto, la celebración de esos días pasaría a ser asociada a su siembra y a su cosecha. La fiesta sería la de la Primavera y el reverdecer de los campos. La de la esperanza de un país próspero. El sueño de libertad se había hecho realidad. El festejo consistiría entonces, en bendecir el fruto de esa hermosa tierra.

Pero aquél primer Estado Judío fue vencido por una serie de antiguos imperios, lo que ocasionó el exilio por milenios, del pueblo hebreo. De nuevo en el desierto de la diáspora, la celebración del Pesaj retomó su esencia y sentido original. Siendo ahora una nación sin tierra, poco importaba agradecer las primicias y la cosecha. Una nación sistemáticamente expulsada y perseguida en cada geografía y cada siglo, soñaba en cada Pesaj con la libertad perdida. Con el fin de ese nuevo y doloroso exilio. Con el retorno a su tierra. Por eso en el final de cada celebración durante los siguientes 2.000 años cantaban con ojos llorosos: “Leshana habaá bIrushalaim”, “El año próximo en Jerusalém”.

Esa melodía resonó en el alma de todas esas generaciones. Mientras el sueño se hacía insistentemente más lejano, la canción se cantaba cada vez más fuerte. Es por eso que el retorno del pueblo judío a su tierra en el siglo pasado, es el fruto del rezo de siglos, de las esperanzas de milenios y del coraje de toda una nación por hacer realidad su propia promesa. Hoy seguimos encontrándonos alrededor de la mesa en cada Pesaj, porque aún quedan muchas libertades por las que luchar. Pero la fiesta más importante de este tiempo pasó a ser otra: Iom Haatzmaút, la celebración de la Independencia del Estado Judío. Como en tiempos bíblicos, la relación de amor entre un pueblo y su tierra se hace historia de amor y reencuentro. La fiesta más grande vuelve a ser la de la primavera del moderno Estado de Israel.

El costo para lograr tener un Estado libre, soberano y democrático fue altísimo. Es cuando comprendemos que el valor de lo alcanzado se hace tanto más preciado, por el esfuerzo y el precio pagado. Este 24 de Marzo, los argentinos nos hacemos memoria y reafirmamos el mismo concepto: el costo dramático y trágico que recorrimos para abrazar nuestra democracia. Recordamos el horror del terrorismo y del terrorismo de Estado. Recordamos el horror de las dictaduras. Recordamos el exilio de la democracia. Recordamos a la república en el desierto.

El Estado de Israel, como parte del concierto de las naciones, no es menos pasible de atravesar sus propios conflictos. Tampoco de verse sometido a las tensiones que provocan los extremismos. Todo extremo atenta contra la realización de cualquier ideal. La democracia de Israel hoy sufre. Se ve lacerada por la presión de espacios que desde su visión radical, ponen en riesgo el sueño de tantos siglos y esperanzas.

Comenzamos este Shabat con la lectura de un nuevo Libro de la Torá, llamado “Vaikrá”. Vaikrá es un llamado. Ese llamado que se hace misión sagrada. Escuchemos el llamado, el que nos convoca a sostener y cuidar la democracia en Israel. Llamemos a la escucha, la paciencia y la paz de sus dirigentes, parlamentarios y gobernantes. Llamemos a que abracen el milagro logrado. El milagro de existir como Estado. Y de seguir siendo el único estado democrático judío del mundo.

Aquí en nuestra amada Argentina, en estos días de tanta carga emocional, llamemos también como hermanos, como hace tanto tiempo y tanta grieta que no lo hacemos, a abrazar los valores de nuestra tan joven y frágil democracia.

Llamemos juntos a que la dirigencia toda, oficialismos y oposiciones, abra los oídos a los dramas de nuestra gente, a la miseria y la pobreza de nuestros niños y al hambre de la mitad de la Argentina. Llamemos a respetar la división de poderes base de cualquier república, tanto en nuestra Argentina como en Israel. Llamémonos a volver a creer que somos parte de un milagro.

Amigos queridos. Amigos todos.

Volvemos a la mesa de Pesaj una nueva vez. porque aún quedan muchas libertades por conquistar. Podamos sentir y ser ese llamado. El que nos convoca a dejar atrás los faraones que no nos permiten ser. El que nos llama a resembrar y finalmente cosechar la buena tierra que soñaron nuestros abuelos. El que nos dice que después de tantos siglos, el tiempo es ahora. Porque si no es ahora, ¿cuándo?

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