Atucha III, Hidrovía y China

El próximo gobierno tendrá la obligación de negociar con la autocracia asiática y con cualquier otra potencia, pensando en nuestro interés y no en el de ellos

Alberto Fernández y Xi Jinping

“Una foto y un vaso de agua no se le niegan a nadie” - Carlos Menem

Alberto Fernández se apresta a sumar la reunión con Joe Biden a su campaña por la reelección.

Se sabe que sus adláteres se preparan para exhibir al candidato junto a Xi Jinping, Lula da Silva , Emmanuel Macron (¿y hasta Vladimir Putin?) a fin de mostrar al electorado el nivel de “estadista” del inquilino de Olivos.

Una de las fotos más caras será la del líder chino. En efecto, en los últimos meses del actual gobierno la Casa Rosada se apresta a hacer irreversible la entrega de la Hidrovía y la puesta en marcha de las obras de Atucha III a Beijing.

En el primer caso se trata de la llave a la exportación, por el puerto de Rosario (legal e ilegal), especialmente hacia Europa, de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay.

El caso de la usina nuclear es descabellado.

No solo el mundo va abandonando este tipo de emprendimientos, sino que China tiene un desarrollo sobre el particular con bajos estándares de seguridad.

Solo Pakistan usa su tecnología.

Ubicar una Central Nuclear cerca de las otras dos constituye un error de magnitud para el futuro de nuestros hijos y nietos. ¿Que hubiera ocurrido si al lado de Fukushima o Chernobyl hubieran habido dos centrales nucleares más?

En un país como el nuestro es necesario desarrollar centrales a gas, cercanas a las inmensas reservas que tenemos, hidráulicas (que China prometió y nunca cumplió) y eólicas.

Alemania, que de planificar sabe, decidió durante la administración Merkel, cerrar sus centrales nucleares “por los riesgos de las mismas” y sustituirlas por plantas de gas o ciclo combinado.

La invasión a Ucrania y la consecuente limitación del uso de gas ruso, postergaron el cambio.

El próximo gobierno tiene la obligación de negociar con la autocracia china y con cualquier otra potencia, pensando en nuestro interés y no en el de ellos.

Los que están a punto de irse deberían recordar a Arturo Jauretche: “Lo importante no es cambiar de collar, es dejar de ser perro”.

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