“Andá a trabajar, vaga de mierda”, fue la frase que esbozó el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, a una docente de la provincia cuando la misma formaba parte de unos legítimos reclamos por el salario. Esta frase sin embargo expone una realidad aún más dolorosa: la mayoría de los dirigentes políticos tienen un desprecio hacia los docentes y su rol.
Si uno piensa en los resultados de los chicos en edad escolar verá que en Argentina la situación es cada vez peor. Esto se debe sin dudas a una responsabilidad compartida entre el Estado, los dirigentes políticos y los miembros de la comunidad educativa todos con distintos grados de responsabilidad, claro está.
En lo que respecta a los políticos, si uno analiza sus discursos, en la última década encontrará en ellos la cima de la estigmatización docente en Cristina Kirchner. Fue en la 130 Asamblea Legislativa -en el año 2012- cuando la actual vicepresidente dijo con desprecio que “los docentes trabajan 4 horas por día y tienen 3 meses de vacaciones”. De allí a hoy el concepto ha penetrado en toda la clase dirigencial y con ello buscó trasladarse lo mismo a la sociedad.
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Esta avanzada se topó con un brusco freno a partir del 2020 con la situación educativa producto de la pandemia y la cuarentena. Fue en aquel dramático escenario donde la sociedad entendió la importancia del rol docente, pero no así la política. De hecho, el político que hoy retoma el concepto de la pandemia es aquel que quiere correr las discusiones de lugar. ¿Por qué nadie habla de cómo mejoramos en el período 2024-2027 la calidad educativa y que propuestas tenemos para tener más y mejores docentes en lugar de decir lo malo que fue el 2020-2021? El pasado pisado, el futuro una incógnita.
En esa línea, la primera demostración de cómo la política le da la espalda a los docentes pasa por los salarios y las condiciones laborales. Mientras que en todo el mundo no hay ninguna discusión sobre la necesidad de buenas remuneraciones y óptimas condiciones laborales, incluso la UNESCO planteó la necesidad que estos factores sean prioritarios en los Estados en sus agendas educativas 2030, en Argentina se debe sufrir a una dirigencia política que ve estos dos aspectos como un gasto y no como una inversión.
Los aumentos salariales -siempre por debajo de la inflación- y la poca inversión en infraestructura no tienen un color político, sino que es común a la mayoría de los gobiernos. ¿Cómo pretender obtener resultados distintos si las fórmulas aplicadas son siempre las mismas?
Incluso si analizamos lo que sucede en Europa veremos que el docente forma parte como un integrante fundamental de las sociedades modernas. Nadie discute que ellos forman a las generaciones del futuro y en base a ello deben ser actores que tengan las mejores formas y condiciones para hacer su trabajo.
Mientras Argentina atraviesa una crisis social, económica y de valores sin precedentes, parece oportuno volver a poner en el centro de la escena el trabajo docente y su vocación: aquella persona que asume el desafío de enseñar es un engranaje único y fundamental de las comunidades. Estamos quienes trabajamos todos los días para defenderlos y lo seguiremos haciendo, pero cabe preguntarse, ¿habrá algún político que nos valore? ¿o de verdad siguen pensando que somos unos vagos con tres meses de vacaciones? Ojalá en esta campaña política encontremos estas respuestas.
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