Por estas horas quiero dejarle paso a Jane Birkin y apartar a la Selección- ¡Muchachos!- , la crisis de las jubilaciones y la rajadura social, ética, económica y mental que nos hemos ganado. Sí que no hemos ganado: nada de hacerse el estúpido. El país desesperante, donde compartimos una deriva que navega hacia ningún puerto, sin educación- los docentes responden al factor gremial, se niegan aponerse al día- seguros de que, pongamos, la tecnología, la separación de ideología y aprendizaje o la neurociencia son superestructuras neoliberales. Estamos en la lona. Las personas se dividen entre la melancolía, el fanatismo aún de aquello que ignoran, pero pregonan y los ladrones.
Cada vez manos inteligentes y perspicaces, surfeamos este desastre entre grandes olas sin advertir esa aleta negra que avanza sigilosa para almorzarnos. Por eso, y al dar con Jane Birkin, criatura deliciosa de la especie, nacida en Londres, desde hace mucho en París, a propósito de la asombrosa que deben esperar-meses y meses- para comprar el modelo de cartera Birkin. Homenaje de Hermès -estrella del lujo y la belleza- a la actriz, cantante y símbolo de ligereza en el aire, un flequillo para los tiempos, la boca como un fruto perfecto, los ojos celestes, las larguísimas piernas- anda cerca del metro setenta y ocho, por ahí. Claro, a partir del bolso- decíamos cartera, pero se ha pegado en nuestra despersonalización el modo madrileño-, que cuesta desde 50.000 dólares hasta la variante Birkin Himalaya: 500.000. De otro modo, habría que reconocer en Jane Birkin a la primera influencer sin que se haya dado cuenta. Hay que decir aquí que Jane ha pedido a la casa Hermès que en adelante cese de hacerlas en cocodrilo por aquello de la protección de los otros, los animales.
También hay que decir que al buscarla por en la cabeza, se encuentran datos muy buenos retratos y circunstancias de fuente variada, entre ellas este mismo diario, donde no falta nada en diversas etapas. Pero esos regresos que limitan con la obsesión me ha otra vez a Jane Birkin, y hay razones, aunque no se trate de la crisis crónica que digerimos desde hace décadas. No, basta, aparte de mí este cáliz.
Una chica como tú
Establecida que Jane Birkin no es una cartera, se correrá a encontrarse en fotos o películas con o sin haberla conocida a partir de los sesenta largos, casi setenta y en adelante, cuando se largó el rayo de la fascinación y enamoramiento que produjo y produce esa chica como tú. En1966 estrenó Blow Up, dirigida por Michelangelo Antonioni apoyado por un relato de Julio Cortázar, “Las babas del diablo”. Junto a la insigne Vanessa Redgrave, al actor David Hemmings –perfecto, el tipo– y la inverosímil modelo Veroushka, una modelo altísima, mantis religiosa fotografiada allí en una sesión de convertida en polvo-perdón-, fue ofrecido el mundo a Jane Birkin. Ganadora en Cannes, la película tuvo algunos problemas de censura –El Vaticano no la digirió- y Jane Birkin estuvo vestida y desnuda. Era una época bullente y transformadora.
Participó en la nave insignia de esos días ,”The knack and how tu get it” (El “knack” esa cosita especial que nos tienen y otros no y cómo conseguirlo), de Richard Lester con Rita Tushingham. Hija de una familia de actores y músicos, Birkin intervino en más de diez films, aunque en general los críticos se empeñan en destacar “La piscina”, con dirección de Jacques Deray, un buen thriller con cierto erotismo encabezada por Alain Delon y Romy Schneider, mientras Jane aportaba su sexualidad casi adolescente para un triángulo peligroso.
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Como la gentes se casa a menudo, Birkin se casó con John Barry, compositor para cine con unos cuantos Oscar. Con él trajeron a Kate, cuya muerte, con toda probabilidad un suicidio, desde luego sumergió a Jane en una larga depresión y la tristeza que quizás guarde de alguna manera siempre. También lo hizo con el cineasta Jacques Doillon, y con él a Lou Doillon.
Pero lo candente, perdurable y rupturista fue la unión de doce años con Serge Gainsburg -antes pareja amorosa de Brigitte Brigitte, mujer bandera de Francia, con mayor rentabilidad en sus productores que la Renault, con libro de Simone de Beauvoir y todo- , un talento enorme como compositor, cantante, pintor, un artista contra toda convención, y desafiante frente a una sociedad en gran medida conservadora, feo, bebedor, sin duda magnético y respetado por los franceses como alguien con una pizca de malditismo y creador poco comparable.
Al grabar el disco “Je t´aime moi non plus”, interpretado por los dos de tal manera que produce la sensación de escuchar las voces de quienes al mismo tiempo “lo hacen” de verdad, hubo escándalo y millones de copias: en la Argentina se escuchaba en reuniones de amigos como una transgresión frente a las prohibiciones entre golpe de estado y golpe de estado.
Aunque no siempre las aguas fueron serenas entre ellos, el amor era innegable. “Yo soy una chica famosa. Serge es un genio.” La muerte de Gainsbourg – mucho mayor que ella- fue motivo para Jane de recordatorios y despedidas públicos. Aún ha de verse una composición, música y color, que, se asegura asombrosa, producto de un plástico japonés integrada por obras, frases, escritura, fragmentos de film sobre Serge . Asistirá quizás en el debut, no con una cartera Birkin sin con aquello que puso de moda años y años: un canasto como de picnic o de Caperucita.
Nada de Scaloneta, nada de repulsivos pedófilos, nada de no saber quién está al timón de algo. No. Aparte de mí ese cáliz. Se está mejor con Jane Birkin en la cabeza.
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