Sobre el Silicon Valley Bank, el Credit Suisse y el sistema monetario y bancario global

El andamiaje institucional y los esquemas de incentivos derivados del sistema monetario y bancario del siglo XX y XXI conducen tanto a la permanente y sistemática inflación como a la insolvencia bancaria

El logotipo del Silicon Valley Bank puede apreciarse en una sucursal abierta, el lunes 13 de marzo de 2023, en Pasadena, California. (AP Foto/Damian Dovarganes)

Primero fue la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) que llevó a que la Reserva Federal, el Tesoro de EEUU y la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC, la agencia federal de garantía, hasta USD 250.000, de los depósitos bancarios) emitieran un comunicado conjunto para evitar el pánico en la apertura de los mercados. Posteriormente, le tocó al Credit Suisse sufrir una crisis de salida de depósitos. En primer término, el banco central suizo le otorgó una línea de crédito por USD 54.000 MM, pero no alcanzó; ergo, las autoridades oficiales de Suiza tuvieron que negociar con las de EEUU y el Reino Unido para que el banco terminara siendo absorbido por el UBS a precio de liquidación. Nada nuevo. Pasó en el pasado, sucede en el presente y seguirá aconteciendo en el futuro mientras que el sistema monetario y bancario siga en las manos monopólicas del Estado y continúe operando con el sistema de encaje fraccionario y el prestamista de última instancia.

El actual sistema monetario y bancario tiene tan sólo un poco más de cien años. No sólo no es el único sistema de organización monetaria posible, sino que está a años luz de ser el mejor posible. Es más, podemos asegurar que el actual sistema monetario y bancario es el peor. Para comprender esto último sólo basta recordar que el dinero nació como un invento del sector privado proveído en libre mercado. Es más, como resultado de la acción humana, el hombre había terminado escogiendo espontáneamente al oro y, en menor medida, a la plata como dinero. Y la realidad es que el ser humano jamás renunció al oro, sino que fueron los Congresos democráticos quienes dictaminaron que los bancos centrales (agente) eran los únicos que podían ahorrar y comprar/vender grandes cantidades de oro por cuenta y orden de sus Estado (principal), revelando que el oro sigue siendo el mejor dinero (el agente que tiene el monopolio de la emisión y regulación del sistema monetario y bancario FIAT ahorra y acumula monedas y lingotes de oro).

No sólo no es el único sistema de organización monetaria posible, sino que está a años luz de ser el mejor posible

El actual sistema monetario y bancario opera con dinero FIAT. El Estado, por medio de su Banco Central, tiene el monopolio de la emisión de base monetaria (creación primaria del dinero) que puede expandir sin límite y sin ningún respaldo. Al mismo tiempo y por medio de la fuerza, el Estado establece que su dinero FIAT debe ser aceptado por todos, obligando a la gente a ahorrar, invertir, consumir, producir y comerciar en su moneda sin respaldo. Sin embargo, para lograr esto último debe utilizar el monopolio de la ley, la seguridad y la administración de justicia para eliminar toda competencia monetaria en su territorio. Así, el Estado termina siendo parte interviniente en toda transacción económica entre agentes del sector privado. Paralelamente, el Banco Central estatal tiene el monopolio de la regulación del sector bancario a quien le entrega la prebenda del encaje fraccionario, permitiéndole crear dinero electrónico desde la nada misma e inventar crédito artificial sin contrapartida de ahorro genuino. De esta manera, el sistema bancario obtiene una renta extraordinaria que se caracteriza por ganar dinero sin capital propio, es decir; una renta que se obtiene prestando dinero ajeno depositado a la vista. Sin embargo, los bancos no deberían prestar este dinero depositado a la vista, ya que no constituyen un préstamo, sino tan sólo un depósito en guarda de disponibilidad permanente. Y en contexto, la única forma que el depositante pueda tener disponibilidad permanente de su dinero es que el banquero no lo toque, ni lo preste; o sea, que el depósito a la vista no esté sujeto a la intermediación financiera que crea dinero electrónico sin respaldo y crédito artificial sin contrapartida de ahorro. Además, y cómo si todo esto fuera poco, el Banco Central opera como prestamista de última instancia, lo cual funciona como in incentivo para que la banca maximice su intermediación financiera. En tiempos expansivos, se maximiza tanto la renta bancaria como el crédito artificialmente barato que financia, por un lado, gasto público, déficit fiscal, políticas públicas expansivas y por el otro, negocios de los grupos económicos concentrados ligados al poder político. Por el contrario, en las épocas recesivas tendientes a “limpiar” los desequilibrios previos del boom artificial, los bancos centrales subsidian la quiebra tanto de los bancos insolventes y como la de sus depositantes, trasladando sus costos al resto de los depositantes y a todo la sociedad en forma de emisión monetaria, redescuentos y, por ende, impuesto inflacionario. En otras palabras, hay más inflación y dinero espurio para potenciar y perpetuar la asociación inmoral en complicidad solidaria que existe entre Estado, burócratas del Banco central y banqueros prebendarios.

Los números ilustran cabalmente todo lo explicado más arriba. En la economía de EEUU la masa monetaria total pasa del 60% (1995) al 110% (2020) del PIB. Paralelamente, la deuda del gobierno central pasó del 47% (1995) al 127% (2020) del PIB durante el mismo período. No sorprende, entre 1995 (27%) y 2020 (54%) el crédito al gobierno central prácticamente se duplicó, ya que la relación gasto público / PIB de EEUU presentó una marcada tendencia alcista subiendo un +38% cuando pasó de 34% (1995) a 48% (2020) del PIB. Al mismo tiempo, en estos 26 años el resultado fiscal de EEUU tuvo tendencia creciente en el punta a punta, registrándose déficit fiscal en 22 de los 26 ejercicios fiscales.

En síntesis, el andamiaje institucional y los esquemas de incentivos derivados del sistema monetario y bancario del siglo XX y XXI conducen tanto a la permanente y sistemática inflación como a la insolvencia bancaria. Es un sistema diagramado y ejecutado para que el poder político y el poder económico concentrado hagan cada vez más negocios a expensas de un avance cada vez mayor sobre la libertad y la propiedad privada de los individuos. Es un sistema monetario y bancario pensado y diagramado con un solo objetivo: permitir que el Estado y sus socios prebendarios banqueros y de otros sectores asociados obtengan cada vez más ganancias extraordinarias a expensas del individuo y de las firmas que operan en libre mercado. Es un sistema creado para cobrar impuesto inflacionario. Es un sistema ideado para crear crédito desde la nada con el propósito de, por un lado, financiar el crecimiento del Estado y por el otro, enriquecer a los empresaurios del sector bancario. De hecho, es el único resultado posible de un sistema en el cual el banco central y los banqueros pueden crear dinero físico y dinero digital casi hasta el infinito y sin respaldo; respectivamente. Además, el sistema bancario puede prestar lo que no tiene, otorgando créditos a una tipo de interés artificialmente bajo y totalmente desalineado con la tasa natural de interés, generando una distorsión de la estructura de capital que sólo redunda en menor tasa de crecimiento y menos prosperidad en un marco en el cual el poder político crece y el poder económico se concentra. El resultado final es uno sólo: más Estado, menos individuo, menor libertad y más avance del Leviatán sobre la propiedad privada. Cada vez menos ética de la propiedad privada y, por ende, más injusticia. Seguirá pasando por un tiempo. Sin embargo, hay que ser optimista. Es un sistema en franca y creciente decadencia. Y esta decadencia terminará siendo positiva, ya que no será otra cosa que el anabólico para que crezca un nuevo sistema monetario y bancario basado en la plena libertad y con un dinero proveído por el sector privado y en total libre mercado. En un mundo tecno optimista los tiempos se acelerarán; y eso es una buena noticia. Antes, las cosas se pondrán más difíciles.

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