Los países emergentes, como la Argentina, tienen un enorme desafío por delante en la construcción de una agenda global, con eje en la resolución consensuada de los grandes problemas que afectan a las sociedades. Se suele decir en el ámbito del G20 que “si no estás sentado a la mesa, puede ser que estés en el menú (If you are not at the table, you are often on the menu)”.
Los emergentes no quieren estar en el menú. Por lo pronto, tienen un lugar en la mesa y se trata de que hagan escuchar su voz de manera coordinada y eficaz.
Esta mesa es la del G20, que para algunos podrá parecer una abstracción pero que es un ámbito donde se definen la agenda y los temas que dominarán la discusión global y los mecanismos para resolver los problemas. La decadencia progresiva que vienen mostrando los organismos multilaterales para influir decisivamente en la escena internacional ha transformado al G20 en “una mesa” de primer orden.
Por eso hemos abordado desde la Fundación Embajada Abierta, que presido, la realización de un documental titulado “G20: el futuro emergente”, en el que se traza un escenario vinculado con las crisis superpuestas que existen en el planeta y se pone énfasis en el rol que deben jugar los países emergentes en el debate que tiene lugar en el seno del G20.
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Hablamos allí de “policrisis”, porque el mundo se está volviendo más conflictivo, más fragmentado, menos cooperativo y más incierto.
Entonces, ¿cuál es el camino?
Hagamos memoria: el G20 fue creado a fines de los años noventa luego de que a lo largo de aquella década se produjera una serie de crisis financieras en la periferia, en países como Turquía, Brasil, los tigres asiáticos, Rusia, México y la Argentina. El impulso al grupo proviene de las economías avanzadas reunidas en el G7, que frente a un escenario de turbulencias financieras en las naciones emergentes, implementaron distintas herramientas para limitar el impacto de las crisis periféricas sobre el centro.
La construcción de un grupo con 20 miembros no es resultado de un proceso democrático pero es una decisión que se mantiene invariable desde entonces. Este foro exhibió un papel de algún modo aletargado hasta que estalló una nueva crisis, que a diferencia de los episodios anteriores, tuvo su epicentro en el corazón del sistema financiero internacional. La magnitud que adquirió el estallido de 2008 requirió respuestas rápidas y globales. Las instituciones tradicionales heredadas de Bretton Woods no eran suficientes y, en ese escenario, las autoridades de Estados Unidos decidieron convocar, fortalecer y relanzar el G20.
De esta forma, un ámbito que durante sus primeros diez años había sido integrado por los titulares de los ministerios de Finanzas y las máximas autoridades de los Bancos Centrales pasó a estar conformado por los jefes de Estado de los países miembros. Desde entonces, la agenda de máximo nivel se amplió y desarrolló con cada nueva cumbre.
No obstante, debemos reconocer que, a pesar de la amplia representación formal del mundo emergente y la extensión de las problemáticas abordadas, la agenda de trabajo continuó siendo dominada por el G7. La Argentina impulsa hace años un trabajo coordinado con los países emergentes para revertir esa situación e incorporar en los debates las prioridades de nuestras regiones.
Si recordamos la frase inicial sobre la mesa y el menú podemos decir hoy: estamos en la mesa y nos estamos organizando para mejorar nuestra representación y lograr una coordinación que potencie nuestras voces.
El documental que presentamos y que se exhibirá en todos los países que integran el G20, aspira a que todos tomemos conciencia de la necesidad de un trabajo mancomunado entre el mundo desarrollado y emergente, para abordar esta policrisis que hoy nos agobia y limita nuestro futuro. Exhibimos este trabajo durante un evento que tuvo lugar en el Aula Magna de la UADE, con 300 invitados del mundo diplomático, político, académico y empresario. Tuve allí la oportunidad de dialogar públicamente con el embajador de la India en la Argentina, Dinesh Bhatia. La India ejerce hoy la presidencia del G20 y su rol es fundamental para reordenar la agenda global en nuestro favor. En esa dirección es vital también la llamada troika de las presidencias del foro que se avecinan: luego de India, Brasil y Sudáfrica presidirán el G20 y nos ofrecerán la oportunidad de darle más volumen a nuestra voz.
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Como ilustra en el documental el sherpa de Indonesia, país que ejerció la anterior presidencia del G20, los emergentes vienen mostrando músculo en la economía global. Entre 2011 y 2021, la participación de estos países en el PBI mundial ascendió al 49,5% y su influencia en el reciente crecimiento de ese PBI global resultó aún superior: 67,3%.
Cuando nos encontramos en las reuniones preparatorias para las cumbres de jefes de Estado, es habitual que los representantes del G7 hablen con una línea común. Llegan a esos espacios con una posición unificada. Los países emergentes necesitamos ordenar la discusión interna para fortalecernos en los debates. Como dice en nuestro film el enviado especial de Xi Jinping para el G20: “La idea no es confrontar, sino consensuar mejor con el G7″.
También tenemos la responsabilidad de trabajar para perfeccionar el sistema de acuerdos internos dentro del espacio de países emergentes y, por qué no, pensar en la ampliación de sus miembros para mejorar la participación de regiones como África, que hasta el momento no se encuentran representadas.
Sabemos, como se narra en el documental, que estas crisis superpuestas han llevado al Banco Mundial a alertar sobre el paso atrás en la reducción de la pobreza que se está evidenciando en el mundo, así como la aceleración de las desigualdades.
Menos pobreza, más equidad, más empleo, contención de los conflictos, más oportunidades para los países emergentes. No son debates en el aire. Son capítulos de una agenda que nos involucra a todos y nos afecta cada vez más.
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