“Los pastores caminan con el pueblo, a veces delante, a veces en medio, a veces detrás. El buen pastor tiene que moverse así. Delante para guiar, en medio para animar y no olvidar el olor del rebaño, detrás porque el pueblo tiene también ‘instinto’. Tienen un instinto para encontrar nuevos caminos hacia adelante, o para encontrar el camino perdido” Francisco, septiembre 2021
Francisco es el Papa de la amistad social. Del pueblo y de los pobres. De la ecología y el cuidado de la casa común. Pontífice en el más genuino sentido de la palabra: constructor de puentes. De la amplísima variedad de mensajes sociales de esta década, me parece oportuno destacar 10 pilares de su predicación.
1- La misericordia como eje transversal de la vida en comunidad. “La misericordia a la cual somos llamados -dice Francisco- abraza a toda la creación, que Dios nos ha confiado para ser cuidadores y no explotadores, o peor todavía, destructores”. La inspiración en San Francisco de Asís abarca una convocatoria universal a la defensa de la naturaleza, la integración del ser humano respetuoso del medio que lo rodea, la superación de modelos consumistas que terminan consumiendo personas en su voracidad idolátrica.
2- De la periferia al centro. Francisco nos habla de comenzar por las periferias existenciales y materiales; de poner énfasis en los gestos pequeños que no siempre resultan grandilocuentes; de seguir el ejemplo de San José, que tantas veces trabajó artesanalmente en silencio y con paciencia. Frente a las palabras edulcoradas o con tecnicismos pseudoteológicos vacíos de alma, el Papa opta por un lenguaje llano, directo, que llama también a allanar una catequesis desde los cimientos más básicos de los valores cristianos, sin dejarse tironear por las ideologías -que son siempre una forma de servicio militar obligatorio de las ideas-, ni por los populismos que defenestran el sujeto pueblo para disminuirlo a un objeto manipulable en función de idolatrías o autoritarismos.
3- El testimonio cristiano como hospital de campaña, en salida. La necesidad de “primerear” en el abrazo de quien está más necesitado. El Papa convoca a construir una humanidad basada en la superación de falsos muros, que son primero que nada una cárcel interior y luego una falsa fortaleza exterior que nos aleja del distinto, el más débil, el forastero, el extranjero, el adversario político, quien profesa una opinión diversa. La parábola del buen samaritano es el núcleo no sólo de Fratelli Tutti sino también de un programa de transformación social. Una Iglesia pobre para los pobres no es un slogan sino una carta magna de revolución espiritual.
4- Un puente donde no cabe la teoría del descarte. Desde el comienzo mismo de su peregrinar, convocó a los jóvenes a “hacer lío”, y a tender un abrazo generacional con las personas mayores, para enriquecerse mutuamente. Al decir de su querido filósofo Alberto Methol Ferré hace ya más de siete décadas: “Vivimos una situación grotesca: las cosas están animadas y las personas inanimadas. Las cosas ocupan el lugar de las personas y las personas el lugar de las cosas. De ahí que nuestro mundo esté dirigido por el confort, el dinero, las máquinas, etc. y no por las personas. Y ellas son conscientes de tal situación, ¿no los oímos decir “el peligro de la bomba atómica”, como si la iniciativa estuviera en ese objeto?”.
5- La unidad es superior al conflicto. Nutriéndose del pensamiento de su admirado Romano Guardini, Francisco nos invita a sobrtevolar las polarizaciones a través de un “desborde” que encuentra síntesis en una instancia superadora, a través de la amistad social que perfeccione formas de comunidad organizada. Con una cultura del encuentro que nos convoque a rescatar lo mejor de nuestras hermanas y hermanos, en lugar de empeñarnos en luchas internas que sólo profundizan el dolor de los más débiles.
6- La ecología integral de Laudato Si, que no es una mera encíclica ecológica sino una voz señera social, porque no separa la economía de la política, sino que subordina los intereses económicos al bien común; antes que nada, en el cuidado de la casa común y de quienes la habitan. Siguiendo la doctrina social desde Rerum Novarum, Francisco reafirma la función social de la propiedad privada; la no deificación del mercado; el servicio del capital para con el ser humano y no viceversa; la necesaria participación de los trabajadores en la vida empresarial; la preeminencia de un modelo de producción sostenible por encima de la especulación financiera; el derecho humano básico de asociativismo a través de la irrupción de los nuevos movimientos populares que constituyen una “artesanía del encuentro y la solidaridad” en aquellas circunstancias críticas y de pobreza estructural que las clásicas instituciones no logran superar.
7- Las nuevas formas de esclavitud visibilizadas en la trata de personas; el narcotráfico que pervierte conductas e instituciones; las mafias estructurales que ponen en jaque el valor de la ley y la convivencia; la manipulación tecnocrática que crea un poder tecnológico sin control ni ética ni capacidad de autolimitación. Neo-esclavitudes que reconocen muchas veces la traición de la soberanía popular a través de formas de corrupción política estructural, que convierten a la función pública en un títere rehén de poderes corporativos, mediáticos o económicamente concentrados. El Papa habla del “pan sucio” de la corrupción: “Se comienza con un pequeño soborno, pero es como la droga…incluso si el primer soborno es pequeño, después viene el otro y el otro: y se termina con la enfermedad de la adicción a los sobornos».
8- La paz como valor universal en jaque. “De esta crisis saldremos mejores o peores, nunca iguales”, mencionó Francisco en el momento más dramático de la pandemia. Surgió tras este instante terrible de la humanidad un conflicto bélico que reestableció la amenaza nuclear como riesgo existencial; que puso entre paréntesis los esfuerzos por renovar la matriz energética mundial superando la contaminación de los combustibles fósiles; que disparó las ganancias siderales de los fabricantes de armamentos; que distrajo en el demonio de la guerra los recursos financieros indispensables para superar el cambio climático y la injusticia social; que impuso una lógica de la polarización, de las amenazas de bloques y de los delirios destructivos.
9- Neocolonialismo extractivista de sanas utopías. En Soñemos Juntos, acaso el libro más logrado hasta el momento de cuantos resumen el ideario de Francisco, el Papa convoca a vivir tres tiempos -ver-juzgar-actuar, reafirmando que existe un “tiempo para ver”, un “tiempo para elegir” y un “tiempo para actuar”. Son múltiples las instancias donde la clase dirigente mundial se niega a “ver” la realidad de la degradación ambiental. Son variadas las instancias donde la “elección” de políticas públicas promueven la acumulación de riqueza más allá de lo sostenible climática y socialmente. Son reiteradas las instancias donde la decisión de “actuar” se condice con la agresión desenfrenada y deseos de dominación depredadora.
10- El llamado a una audacia creativa. En vísperas de llegar a los diez años de su Pontificado, en su mensaje de Cuaresma 2023, Francisco recuerda las palabras de Jesús cuando se transfiguró en el monte Tabor frente a Pedro, Santiago y Juan. “«Levántense, no tengan miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades”. Lo que puede ser una apelación sólo eclesial, se convierte también en un desafío para toda la Patria. Sínodo significa “caminar juntos”.
Diez años. Diez pilares de su prédica. La inmensa producción de esta década del Papa Francisco constituye un manantial inapreciable de ideas que iluminan. Como argentinos, tenemos la cuenta pendiente de jerarquizarlo en la talla de líder mundial y de abrazarlo como factor de genuina inspiración. Más allá de las refriegas gallináceas y de los poderes ocultos que tantas veces distorsionan malignamente frases y gestos, se trata de superar la actitud de odio justamente pronunciando esa palabra de atrás para adelante. En efecto, “odio” también puede ser transformado en “oído”. En escucha profunda, con madurez emocional y espiritual, para poner un oído en el Evangelio y otro en el corazón del pueblo, sabiendo que es el mejor modo de no errar el camino.
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