La hegemonía kirchnerista comienza a resquebrajarse. Reina la confusión en el “cristicamporismo”. No hay una sola Cámpora. Las fisuras internas al interior de la organización marcan un punto de inflexión. Son indicio de un deshilachamiento.
La forzada idea de la proscripción y la arremetida con el “Luche y vuelve” parecen más las herramientas de una estrategia a la desesperada que un genuino empeño en reposicionar a la lideresa.
“No se puede hacer peronismo sin Cristina”, dijo Axel Kicillof. Carlos Parrilli fue más lejos, para el inefable ladero de la Vicepresidenta, no puede haber elecciones con ella proscripta. Es una idea extrema la que intento instalar. Casi una amenaza.
“Así la Argentina no es viable. Nadie va a poder gobernar habiendo ganado las elecciones con una proscripción. No puede haber elecciones con proscripción, tenemos que lograr que Cristina sea completamente absuelta de esta condena que le han inventado”.
Desde el Instituto Patria se impulsa una suerte de indulgencia plenaria a CFK bajo la explícita amenaza de no dejar gobernar a quién gane las próximas elecciones. Too much diría la jefa si no se tratara de su propia redención.
Lo de Kicillof y resto de los muchachos es más soft. Pragmatismo puro. La necesitan para poder seguir adelante. Son demasiado jóvenes para morir, para la política, claro.
La anunciada decisión de CFK de darse de baja de cualquier postulación dejó a su tropa pataleando en el aire. Sin el ancla de “Santa Cristina” los habitantes del espacio parecen haber empezado a girar a tontas y a locas.
Un tema es liberar a la vice del peso de la condena y las causas judiciales que aún tramitan, y otro asunto es cómo se las arreglaran los suyos para organizarse electoralmente y sostenerse en el poder.
Necesitan de Cristina para sobrevivir. La quieren en la lista, en la foto, en la estampita, como sea. Carecen de liderazgos propios que aseguren continuidad, y lo que es aún peor, los referentes del espacio que amontona a “los pibes para la liberación” han comenzado a exponer de manera atropellada sus contradicciones.
“Sergio es un jugador y lo quiero siempre en mi equipo”, dijo el fundador y, hasta hace apenas unos días secretario general de La Cámpora, del ministro de Economía. Máximo Kichner, que supo andar de acá para allá de la mano de Massa durante todo está fallida administración, puede que piense lo mismo, pero dice otra cosa, siempre trepado al paravalanchas, le habla a su tribuna.
En un durísimo comunicado titulado ¿La democracia? Bien, gracias, se pregunta: “¿No será que la morfina para que el pueblo soporte inicialmente el acuerdo es la inflación?”. Para el principito K “queda claro que el acuerdo es inflacionario”.
El jefe de la agrupación militante K defenestra sin piedad la flexibilización del acuerdo logrado por el mismísimo Massa. Eso sí, no lo nombra. “Si pasa, pasa”. Echale la culpa a Alberto. Ubicarse en tiempo y forma en esta pavorosa realidad a la que nos condujeron no les está resultando fácil. No saben para donde tomar.
A Alberto Fernández le practicaron este jueves un bloqueo radicular. Fue más sencillo para los médicos cortarle al Jefe de Estado un dolor extremadamente agudo que para los K neutralizar el emperramiento presidencial por presentarse a las PASO. Qué hay detrás del empaque albertista por competir está aún por verse.
El Presidente parece estar gozando de la situación. Ejerce con toda parsimonia una movida a lo Ghandi. Actúa por omisión, sin gritos, sin peleas, con empalagosas sobreactuaciones de kirchnerismo explícito. Juega al juego que más le gusta jugar: la procrastinación. Le apuntan con munición gruesa pero resiste el embate. Máximo le pide humildad, que se baje, que deje a Cristina ordenar el espacio haciendo uso del sacrosanto derecho al dedo pero él no afloja. Alberto se toma su tiempo. ¿Qué apuro tiene? La venganza es un plato que se sirve frío, dicen los entendidos.
“Seré el que termine con 20 años de Kirchnerismo”, es la frase herética que se le atribuye al Presidente y que publicó el portal El Destape de Roberto Navarro. De allí al mismísimo infierno.
Considerando las remotas posibilidades que Alberto Fernández tiene de renovar su malogrado mandato en las urnas, no hay por qué no suponer que abriendo las PASO a todos los candidatos del peronismo, no logre liberar a las huestes de Juan Domingo de las garras del kirchnerismo. Puede que en sus noches insomnes, Alberto fantasee con dejar este legado. ¿Por qué no?
Hay que escuchar a Aníbal Fernández. Convertido en escudero mediático del Presidente no para de hablar. Peronista de paladar negro, barón del conurbano, funcionario de Duhalde, varias veces ministro y jefe de Gabinete de las tres administraciones de la década ganada. El hombre que, allá por el 2003, se definía como kirchnerista portador sano, ha salido a decir lo suyo. Le sobra paño.
“Donde mencionas a la ´orga´, como le dicen ellos, te das cuenta de que gozan de un pésimo prestigio respecto a la sociedad, y sobre todo, peronista, cuando le toca asumir a Alberto se encuentra con una catástrofe que se termina exacerbando con una pandemia, la guerra y La Cámpora. Son todas calamidades que le tocó vivir al Presidente”.
“Perdón…se me escapó”, respondió con el sarcasmo que le es propio cuando le preguntaron sobre lo dicho. “¿Cuál es el pedestal desde el que habla? ¿Cuántas elecciones ganó?”. Preguntó acerca de Máximo Kirchner, de quién dijo desconocer de qué labura.
Anibal Fernández no perdió los frenos inhibitorios porque nunca los tuvo. Habla con el mismo estilo crudo y barriobajero que siempre que lo caracterizó, solo que esta vez dice sin resguardo lo que siente y piensa. Es probable que él también esté harto ya de tanta sarasa cristinista y quiera terminar con 20 años de kirchnerismo. Está con overol puesto.
La procrastinación de Alberto Fernández y la autoexclusión de Cristina, complican los planes electorales del oficialismo. Todo es pura confusión. Algo parecido ocurre en la coalición opositora. No comen ni dejan comer.
La indefinición de Mauricio Macri también sumerge al espacio cambiemita en un marasmo. En Juntos pero alterados, los unos y los otros, están a la espera de una señal que se demora. Reconocen al ex presidente en condiciones de poner orden.
La prolongación de este tiempo de “no lo tengo decidido”, deteriora las posibilidades de todos los que quieren jugar, les impide ganar volumen, consistencia política. Es puro desgaste y daño. Quieren que se defina ya. La situación no da para más. La interna del PRO está para romperse, aseguran desde el radicalismo, también expectante.
Se espera que este domingo Macri regrese al país y se predisponga a ordenar el espacio. Algunos preparan una suerte de “17 de octubre” para el ex Presidente, un “operativo clamor”. Lo imaginan reeditando el escenario extremo de la polarización. “Macri vs Cristina”.
“Es lo peor que nos podría pasar”, dice un connotado referente del radicalismo que admite que su partido carece de candidatos presidenciales competitivos y también sufre desgarros internos.
Es el mismo que asegura que en caso de no competir, Macri no va a ser neutral. La pesada carga ideológica que puso en juego en los últimos meses solo puede ser corporizada por Patricia Bullrich.
“El radicalismo no tiene hoy impedimentos para alinearse ideológicamente detrás de la presidenta del PRO. El radicalismo pensante ya dejó atrás las rupturas ideológicas. Hay razones previas a la ideología”, sostiene nuestro interlocutor. “No damos por muerto al kirchnerismo, tampoco al peronismo que retiene 35% aún sin Cristina”
La madre de todas las batallas se libra en la provincia de Buenos Aires.
Axell Kicillof retiene una fuerte intención de voto que hoy lo coloca en una suerte de empate técnico con la juntada del Cambio, pero todos coinciden en el fuerte arrastre que en la boleta de la provincia tienen los extremos de la papeleta. Más, mucho más, que en la figura del Gobernador pesan las imágenes del candidato a Presidente e incluso la de los intendentes.
El escenario económico que recibirá el futuro presidente es horrible. Casi sin reservas en el Central y una inflación anual del orden del 120%, más la preocupación de la bomba de la deuda en pesos, el que llegue no tendrá respiro.
Los economistas de la oposición coinciden en algo: el debate “shock o gradualismo” ha dejado de tener sentido. Esa es la buena noticia. No hay opción.
El plazo máximo de que dispondrá el que llegue es de seis meses. Las diferencias de fondo acerca de lo que hay que hacer ya no existen, puede que solo se trate de una cuestión de tiempos.
Los datos conocidos esta semana reavivan los aterradores momentos de la híper de los tiempos de Alfonsín. El aumento del costo de los alimentos para los sectores más postergados superó ampliamente el registro de casi 10% de los que compran en supermercados y grandes cadenas. A los negocios de cercanía no llegan los “precios justos”. En el conurbano bonaerense, los precios de los alimentos básicos subieron por encima del 11,7%.
La políticas perversas y amañadas con las que desde la Secretaría de Comercio se pretende encepar los precios de los productos solo genera distorsiones que golpean de manera feroz a los de más abajo.
Los alimentos vuelan para los más pobres, por eso los niveles de indigencia crecen aún más rápido que los de la pobreza. En los dos primeros meses del año en Capital y Conurbano bonaerense la línea de la indigencia el alza es del 19,8% y en los últimos 12 meses del 115,1%.
“Estamos ante un circo sin público, la gente está afuera de la carpa”, dijo asertiva María Eugenia Vidal.
Mientras la dirigencia coquetea con candidaturas, maneja a discreción el tiempo de sus ambiciones políticas, egos y narcisismos, la gente está fuera de la carpa, a la intemperie.
La desafortunada referencia a los calores letales de Hiroshima con la cual Máximo Kirchner expresó su fatiga por las altas temperaturas no registra los daños feroces que produce otro artefacto explosivo, la bomba neutrónica de la inflación. Esa que deja los objetos y edificios en pie pero destruye todo lo que está vivo.
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