El 17 de marzo de 1992, a las 14:47, el corazón de los argentinos se detuvo. El atentado contra la sede de la Embajada de Israel en Argentina fue un acto criminal que no consiguió su objetivo: aterrorizarnos y debilitar los lazos entrañables que nos unen con el pueblo y el Estado de Israel. La sociedad argentina se mostró unida en el rechazo a esta aberración. El ataque que estremeció a la Ciudad de Buenos Aires y a todos los argentinos fue una clara violación a nuestra soberanía, perpetrada por agentes externos vinculados al régimen iraní y su brazo ejecutor, el terrorismo de Hezbollah.
Sin embargo, en estas líneas no me quiero detener en la muerte y la destrucción, pues es eso lo que buscaban los autores intelectuales y materiales de tan brutal atentado. Por el contrario, quiero hablar aquí de la paz, de la vida, de la creatividad y de cómo el Estado de Israel y su pueblo, que han vivido siglos de persecuciones y discriminación, son hoy un ejemplo de superación permanente.
El año pasado visitó nuestro país Dani Dayan, el director de Yad Vashem, la institución que se encarga de reunir la memoria de la Shoah y de educar a las nuevas generaciones de todo el mundo sobre la necesidad de combatir el antisemitismo y el odio a cualquier persona por el solo hecho de sus creencias e ideas. Durante sus contactos con la prensa y la comunidad local, recordó una máxima del judaísmo: “Salvar una vida equivale a salvar a toda la humanidad”.
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En las últimas cuatro décadas, la vocación de paz y de superación de las discordias con sus vecinos árabes de Medio Oriente ha sido una constante en la política exterior israelí. La más reciente prueba de esta vocación por el diálogo y la convivencia son los denominados “Acuerdos de Abraham”, lanzados en 2020 y de los que participan, al día de hoy, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos y Sudán. El reconocimiento de la existencia del Estado de Israel, que hoy solo el régimen de Irán se niega a aceptar, es un paso muy importante para curar heridas y encarar un futuro de diálogo y respeto mutuo.
Me interesa destacar aquí el valor de la vida y de la creatividad del pueblo israelí, un verdadero oasis de progreso en una geografía hostil y en una zona del planeta convulsionada por guerras y crisis internas.
En su libro Innovarás, el emprendedor y ensayista israelí Avi Jorisch da cuenta de algunos de los innumerables aportes de su país a la humanidad. “Las innovaciones israelíes contribuyen a mejorar la vida de millones de personas en el planeta”, afirma Jorisch, que recuerda otra máxima del judaísmo: tikún olam, “reparar el mundo”. Como dijo el recordado expresidente del Estado de Israel, Shimon Peres, en su último discurso a la juventud: “No se olviden de ser osados y curiosos; sueñen en grande”.
Ese “soñar en grande” ha convertido al pueblo israelí en protagonista de grandes avances en materia de salud y tecnología aplicada al bienestar y a la mejora de la calidad de vida. No es casual que el sector de la innovación aplicado a la medicina, conocido como MedTech, encuentre a Israel como un hub con proyección global.
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Tenemos mucho que aprender de esta cultura. La superación de un pasado doloroso y su apuesta al futuro, sin olvidar el aporte que las anteriores generaciones han hecho a la construcción del actual modelo de crecimiento, nos sigue inspirando. Hoy Argentina e Israel trabajan mancomunadamente en múltiples proyectos de colaboración y complementación que –a 31 años del atentado– se constituyen en un canto a la vida, que es la mejor respuesta al horror vivido.
Las poco más de tres décadas que pasaron desde aquel triste 17 de marzo de 1992 no han hecho mella en el vínculo de hermandad que nos une. Argentina e Israel están en condiciones de transmitir a la humanidad un mensaje de paz, respeto y tolerancia. Fue justamente ese modelo el que los terroristas quisieron destruir. No lo lograron: hoy nuestro vínculo con Israel está más fuerte que nunca y las posibilidades de cooperación entre nuestros dos pueblos nos permiten vislumbrar un futuro mejor para todos.
Como dijo el Santo Padre, el Papa Francisco, en su discurso en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion de Tel Aviv, durante su histórica visita a Israel: “Sin olvidar nunca el pasado, promovamos una educación en la que la exclusión y la confrontación den paso a la inclusión y al encuentro”. Allí encontraremos la clave para el crecimiento.
A todos los que perdieron su vida, a sus familiares, a sus amigos: ¡Presente!
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