A 31 años del atentado a la embajada de Israel: los vacíos siguen ahí

Todavía no hay acusados. No hay enjuiciados, no hay detenidos. Las celdas vacías los esperan en vano. ¿Hasta cuándo seguirán vacías, señores jueces, señores legisladores, señores ministros?

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Atentado a la Embajada de Israel
Atentado a la Embajada de Israel

Los vacíos sobrevienen, intentan aplastarnos, siguen ahí. Y en plural. Porque son varios, son más de uno.

Al final, la suma equivale a un gran vacío, gigante, arrasador.

El vacío de los que ya no están, de los compañeros de trabajo de la embajada que quedaron bajo los escombros.

Y el de quienes, sin estar dentro del edificio, también quedaron bajo los escombros: quién caminaba por la calle, manejaba un taxi, arreglaba un aire acondicionado, o estaba enfrente, en el campanario de la Iglesia Mater Admirabilis.

El vacío de sus voces: recuerdo la voz de cada uno de mis compañeros muertos. Marcela, Eliora, Raquel, Mirtha, David, Eli, Beatriz, Graciela, Zehava. Soñé con esas voces durante años.

Otras voces se apagaron en este tiempo. Cito a dos, a quienes conocí: la de Carlos Susevich, padre de Graciela. Y la de Felipe Droblas, padre de Marcela. Murieron sin saber quién mató a sus hijas.

La esquina de Arroyo y Suipacha, sede de la ex Embajada, luego del atentado se convirtió en un páramo en el viejo Barrio Norte. Un sitio de diálogo con esas voces.

Esa esquina hoy es la Plaza de la Memoria, ocupa el lugar de la casona de estilo neo-francés que ya no está, pero que al menos deja algún rastro de su existencia, allí se advierte el revoque ornamentado en la pared medianera. Hoy es una referencia, y podría haberse convertido en un doble espacio vacío, de no ser por la intervención de León Wasserman, que evitó se construya allí un apart-hotel.

El barrio no es el mismo sin el edificio de la embajada. Las galerías de arte y los bares de la cuadra siguiente permanecen, son parte de su identidad, pero la morada de Arroyo y Suipacha, en su bajada hacia Libertador, no está más. Es parte de esa identidad perdida.

De la (in)justicia, qué decir, qué no decir del vacío dejado por la (in)justicia. Pasaron guerras y revoluciones, señora María Elena Walsh, y su País Jardín de Infantes reaparece.

No hay acusados. No hay enjuiciados, no hay detenidos.

Las celdas vacías, los esperan en vano.

¿Hasta cuándo seguirán vacías, señores jueces, señores legisladores, señores ministros?

Estos vacíos debieran retumbar en el sueño nocturno de quienes tuvieron que investigar y buscar a los asesinos y no lo hicieron. ¿Retumbarán? ¿Alguna vez retumbarán? ¿Alguna vez habrá Justicia? Por los que ya no están, por sus familiares, por todos nosotros.

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