A 10 años del pontificado de Francisco: la necesidad de generar una nueva mentalidad en la Iglesia

Desde su llegada, buscó privilegiar la trasparencia y la eficacia, una tarea compleja que requería valentía, fidelidad y prudencia

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El Papa Francisco desde una
El Papa Francisco desde una ventana del Vaticano. (Foto: Vatican Media/­Handout via REUTERS)

Los televisores y las radios encendidas, el mundo pendiente, se nombraría en cualquier momento el nuevo Papa, el que debía suceder a Benedicto XVI, quien inusitadamente había renunciado a su puesto de Obispo de Roma, diciendo que: “he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino”. Así es, porque sus energías no le daban, dicho anuncio cargaba tras de sí verdades develadas que denotaban la profunda crisis sistémica y estructural que se estaba viviendo intramuros. Ya se habían debelado serios problemas en el Banco Vaticano, como también los abusos contra menores de edad cometidos por miembros del clero y, sumado a lo anterior, la revelación de documentos secretos que dieron cuenta de las implicancias que tendría la Santa Sede en eventos de corrupción. Él no podía hacer frente a toda esta realidad que se estaba comenzando a conocer, había mucha mugre debajo de la alfombra.

La expectación subía, se especulaban los nombres de quien tomaría el mando de la Iglesia Católica, se levantaban perfiles buscando con ello a quien podrías ser la mejor persona. Los especialistas llenaban las columnas de diarios y portales dando cuenta de su opinión, llegando buena parte de ellos a plantear que debía ser europeo, con un carácter fuerte para hacer frente a tan complejo panorama. El humo blanco, ya se había esparcido en ciudad de Roma, el nombre ya estaba claro y solo había que esperar.

Las cortinas comenzaron a abrirse, las miradas en la plaza de San Pedro se entrecruzan, las oraciones se escuchaban en la intimidad de la esperanza, el silencio se hizo carne. El micrófono se enciende y el protodiácono Jean-Louis Tauran, siguiendo la tradición, notifica a las gentes: “Os anuncio una gran alegría: ¡tenemos papa! El eminentísimo y reverendísimo señor don Jorge Mario, cardenal Bergoglio de la Santa Iglesia Romana, quien se ha puesto el nombre de Francisco”.

Con una caminata lenta y la mirada en la muchedumbre se asomó al balcón central de la Plaza de San Pedro. Se veía sereno, vestido de blanco, llamó la atención que no vestía la muceta roja sobre sus hombros (una pequeña capa hasta los codos ribeteada con pelo blanco), símbolo regio, costumbre arraigada desde el siglo XIII.

Marcó los silencios, levantó su mano derecha saludando, sonrió y comenzó diciendo: “Hermanos y hermanas, buenas tardes. Sabéis que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo; pero aquí estamos... Y ahora quisiera dar la bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí...”

De esta forma, asumió Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco, un hombre que desde su sola mención marcó ser el primero en varios aspectos: el primer papa no europeo, latinoamericano, y por ende primer argentino, primer jesuita en ocupar dicho cargo y primer sumo pontífice en llamarse Francisco.

Nacido el 17 de diciembre de 1936, en Buenos Aires, Argentina, descendiente de familia de emigrantes piamonteses llegados a las costas americanas en febrero de 1929, siguiendo los pasos de millones de compatriotas que por diversas razones buscaron mejores posibilidades económicas y de estabilidad familiar. Debemos recordar que desde el 1800 a 1950, encontramos la llegada de italianos a puertos Americanos principalmente a Argentina, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Chile y otros países. De esta forma, llega la familia Bergoglio a Argentina, serán sus abuelos Giovanni Angelo y Rosa Margherita, quienes dejando una pequeña cafetería en Turín, fueron los promotores de la idea del viaje siguiendo a un hermano de Giovani que ya estaba establecido en este país. Hijo de Mario quien se desempeñó como contador y empleado en ferrocarril y su madre, Regina Sivori, trabajaba en casa y se preocupaba de la educación de los cinco hijos.

Estudió Jorge Mario en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles de la localidad de Ramos Mejía para posteriormente cursar estudios en la escuela secundaria industrial E.N.E.T N.º 27 Hipólito Yrigoyen, diplomándose de técnico químico, eligiendo luego, a los 21 años el camino del sacerdocio entrando en el seminario diocesano de Villa Devoto y el 11 de marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús, completando sus estudios de humanidades en Chile en 1963. Posteriormente continuó sus estudios en filosofía y teología, siendo ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, accediendo a la profesión perpetua el 22 de abril de 1973. Desde entonces cumplió varios deberes en la Orden alcanzando a ser provincial de la misma desde 1973 hasta 1979, durante la dictadura militar argentina. Por sus competencias particulares y su capacidad fue con los años nombrado Obispo, Arzobispo de Buenos Aires y Cardenal. Hasta llegar al Papado después de un cónclave que duró 25 horas y media con al menos cuatro votaciones de los 115 cardenales electores.

El mundo actual denota cambios en todos los aspectos, desde la vida cotidiana hasta los procesos de análisis históricos. Actualmente las campanas que llamaban a cumplir labores cotidianas no se escuchan, sino solo el deambular de vehículos y personas por las calles atestadas de preocupaciones, entre miradas a los edificios cada día más altos, y los asfaltos que le ganan a las plantaciones de antaño. Es un mundo desilusionado de estructuras de siempre, que dejaron entrever por los cerrojos de las puertas las pérdidas de control moral y ético, hundiéndose en la desventura de los márgenes de la corrupción, de los sinsabores del dinero fácil y del abuso de poder cayendo en las mentiras develadas en las realidades del pueblo, que buscando veracidades choca con la puerta de los hombres sin conciencia.

Francisco, teniendo claro los antecedentes se arremanga la camisa, se coloca los zapatos más cómodos que tiene, los que hace traer de Argentina, los mismos que usaba cuando cumplía funciones en su país, dejando con esto los mocasines rojos. Se cuelga una cruz de hierro y se coloca el anillo de plata y no de oro, no más joyas que atenten ante la pobreza del mundo. Además comienza a usar un casquete muy sencillo. Los autos no pueden ser de lujo solo deben cumplir su función de transportar.

La humildad no solo emerge en las palabras sino en el actuar. Marcando pautas a seguir, como fue el caso ocurrido en la semana Santa del 2013 donde asistió al centro correccional de menores Casal del Marmo, en Roma, donde lavó los pies de los reclusos. Son muchos los ejemplos de este argentino fanático del futbol e hincha de San Lorenzo, como lo fue que al ser elegido Papa una de las primeras cosas que hizo fue dirigirse personalmente a un céntrico hospedaje de Roma para pagar la cuenta donde se había hospedado, hoy está convencido que todo aquel que ocupe un cargo debe cancelar su hospedaje, como ya lo dispuso en febrero 2023 en donde se eliminan los alquileres gratuitos o económicos de las casas de propiedad de la Santa Sede a los cardenales, obispos y otros altos dirigentes vaticanos.

Durante estos diez años comienza a dejar de lado muchas costumbres papales que no permitían ver el sol. Ya no más vivir en los departamentos papales, alejado de la realidad, sino permanecer en una habitación de la residencia, denominada Casa Santa Marta, lugar ocupado desde su elección. Celebrando misa, no cerrada y para unos pocos, sino invitando cada mañana a los trabajadores del Vaticano y a los fieles católicos que desean acompañarlo. Almuerza en varias ocasiones en el casino, punto de reunión de los trabajadores del vaticano.

Pero el problema era de fondo y no solo de forma, algo ya sabía, pero no estaba al tanto de su profundidad. Un hombre que conocía la pobreza y las complejas realidades que viven las familias que menos tienen, un jesuita que toda su vida había sido parte de un continente que se atrevió a plantear una teología desde su realidad, la teología de la Liberación. Un pedazo de tierra que durante mucho tiempo fue y en algunos casos sigue siendo el patio trasero de los poderes imperantes, un continente en donde la vivencia católica se plasma desde la realidad y no solo de los discursos y proclamas Vaticanas. Un lugar no tocado directamente por las guerras mundiales pero sí enlutado por las dictaduras militares. Un bello espacio geográfico en el que las cordilleras se alzan como tocando el cielo, dejando sus cúspides nevadas donde los ríos cruzan y dan forma a lugares verdes y bosques milenarios, un verdadero pulmón de la humanidad.

¿Cómo enfrentar los problemas que se iban conociendo? ¿Cómo hacerse cargo del legado de los pontífices anteriores? Durante este tiempo, en lo personal he visualizado dos líneas claras de ejecución: la primera y más compleja hace referencia al tema de los abusos de poder, conciencia y sexuales y, la segunda, concerniente la reforma en la curia. Estamos claros que se pueden visualizar más, pero estas conllevan cambios en la dinámica global de la iglesia dirigida por Francisco.

El signo de los tiempos y los abusos de poder, conciencia y sexuales

Bajo este cielo pintado por Miguel Ángel, con las desnudeces corpóreas y los vaivenes de ángeles deambulantes emerge la creación de Adán, en donde los límites de lo humano se funden con lo divino, en donde el tiempo es menester de la magnificencia de lo eterno. Son las manos que van entrelazadas en las impresiones de instantes de separación, donde el precepto es a imagen y semejanza, donde el juez mandata lo venidero en lo correcto a seguir. Manos que hoy serían pintadas probablemente mucho más separadas la una de la otra, y sin dudar en posición de reprimenda por el mal hecho.

Imagen contemporánea, de tiempos modernos en donde se bosquejan inquietudes de cruces que, mirando a lo alto, se desmoronan, bajo los enigmas de tristezas de credos sin sentido y padres nuestros letrados en las paredes de lo anhelado. Son los tiempos de realidades desestructuradas, donde las cúspides de las iglesias góticas mirando a lo alto se hacen cada vez más insignificantes, perdiéndose en las prédicas y consejos de mundos paralelos, queriendo ser lo que ya no es, manos unidas desde la creación y guardianes de mundos vividos.

La institución de la verdad eterna ha ido perdiendo su protagonismo, su influencia recae en los discursos a lo alto por el obispo mayor, el que deja claro que el camino trazado por el hombre de la cruz no es más que la verdad y la vida, con una entrega irrestricta a los más desposeídos, palabras que caen al despeñadero de intereses particulares, de idolatrías sin sentidos, de individualidades en busca del inicio de la nada. Así, hoy solo se bosquejan culpas de lo no realizado o críticas del mal quehacer engendrado, perdiéndose la mirada de futuro, el acercamiento al pueblo, el colocarse en el lugar del otro o peor aún, vivir el signo del tiempo. Somos testigos de un cambio cultural donde la influencia de la iglesia se va anulando, y va convirtiéndose en la sombra del capitalismo, en las pisadas de los egoísmos, en abusos que se han personalizado en obispos y cardenales, en clericalismos enfermos. Se desdibuja cada vez más la presencia en lo cultural, en la educación, en las ciencias, solo se vislumbra una administración permanente de contar almas en camino de salvación.

Somos testigos de la decadencia de la práctica religiosa, el mundo cambia y con él los sueños y las imágenes de medioevos teo centristas, donde el centro era Dios con toda su majestad y potestad. Donde las magnas batallas hacia el mal se libraban cada día, en un buen morir, donde la penitencia era signo de perdón de un Dios presente y misericordioso.

Muchas urbes de hoy viven sin un Salvador, o mejor dicho las búsquedas humanas de la salvación se hacen presentes desde lo individual a lo colectivo, tomando códigos de tiempo y espacio que le son propicios para asegurar una comunicación más acorde con lo venidero, asumiendo la muerte como un estado a otro, de una vida a otra, recurriendo a realidades impuestas por el mundo capitalista, que te deja entrabado entre las curvas de oferta y demanda, cayéndose en una instrumentalización de sectores que les interesa más que los acercamientos modernos a las verdades de la fe, solo seguir imperando con sus cuotas de dominio que les son dados, en buena parte de los casos por las imposiciones gubernamentales.

Como resultado los dioses de las ciudades se esconden y desaparecen bajo las miradas atónitas de los creyentes. Aunque sabemos que ahí están las deidades de siempre sobreviviendo a muchos vaivenes de la historia, queriendo interpelar con la palabra escrita desde el origen. Sí, ahí están, pero con un poder que agoniza o se queda en la creencia del todo, sin saber de donde nace la imperiosa necesidad del alfa al omega.

“La dificultad de explicar porque soy católico” -decía G.K Chesterton el 30 de julio de 1922- radica en el hecho de que existen diez mil razones para ello, aunque todas acaban resumiéndose en una sola: que la religión católica es la verdadera”. ¿La verdadera? Le preguntaron muchas veces en la Inglaterra de la época, donde ser católico no era muy popular. Y la respuesta fue la misma buscando la racionalidad del catolicismo, expresado más bien en la gestación de lo hecho que lo dicho, “cuidado con los falsos profetas, se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”.

De esta manera la secularización, ya presente en varios lugares de occidente, se nos presenta hoy como respuesta al alejamiento de los lideres de la iglesia católica con su propia realidad de ser, cayendo en códigos de inmoralidad, formas abusivas ante víctimas creyentes, que fueron vulneradas por el ego de saciar sus intereses sexuales, de poder y conciencia, marcando caminos de dolor y angustia, de terror y de alejamiento de esa verdad planteada en la respuesta de Chesterton.

Francisco sabía que el problema de los abusos era real, pero no conocía su magnitud y repercusiones. Ahora es sabido que las preocupaciones por este tema nacen desde la década de 1990 de la pluma de periodistas e historiadores, que han dejado plasmado a la luz de sus crónicas o estudios de fuentes, una verdad que se gritaba a voces por víctimas que llevan hasta el día de hoy un dolor poco imaginable.

Los primeros casos visibilizados son en Estados Unidos, tras el informe John Jay que dio cuenta de 4.392 sacerdotes estadounidenses abusadores de menores de edad en un lapso de 50 años (The Nature and Scope of Sexual Abuse of Minors by Catholic Priests and Deacons in the United States, 1950–2002), lo que provocó que muchas víctimas comenzaran a dar cuenta de su dolor en distintas diócesis del mundo. Una estocada profunda, a una verdad escalofriante, para una institución creada para el bien del ser humano. Ya no eran casos aislados, sino un problema sistémico por décadas, al interior de la curia.

A la fecha son miles los sacerdotes involucrados en actos de connotación sexual, con menores de edad y muchos más han utilizado su atuendo para abusar con su poder e influir en las conciencias del otro como un verdadero cáncer. se han realizado investigaciones en Estados Unidos, Australia, Irlanda, Bélgica, Alemania, Francia y Portugal.

Para Francisco el tema nunca le ha sido indiferente. A pocos días de haber asumido, da cuenta de la “Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» sobre la jurisdicción de los órganos judiciarios del Estado de la Ciudad del Vaticano en materia penal” el 11 de julio de 2013, en donde se comienza a reglamentar y endurecer las condenas para los casos concernientes con abusos de menores. A los pocos meses, en marzo de 2014, creó una comisión para la protección de los menores, y un mes después en un encuentro en la Oficina Internacional Católica de la Infancia, reconoció la envergadura del problema: “Me siento llamado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes –bastantes, bastantes en número… y a pedir perdón por el daño que han causado por los abusos sexuales a niños. La Iglesia es consciente de este daño. Es un daño moral y personal cometido por ellos, pero como hombres de la Iglesia. Y nosotros no queremos dar un paso atrás en el tratamiento de este problema y en las sanciones que se deben aplicar. Al contrario, creo que debemos ser muy duros. ¡Con los niños no se bromea!”

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Pero será un país en particular, que al Papa en lo personal le dolió a tal punto que no podía creer lo que comenzaba a conocer, tal es el caso de Chile. En esta nación el tema de los abusos comienza a visibilizarse a principios del siglo XXI a través de la investigación periodística de Alejandra Matus, quien registra la historia de Francisco José Cox Huneeus, un hombre marginado de la moral, un abusador de menores, un depredador. Personaje que se vistió de habito sacerdotal, llegando a ser obispo de Chillán entre 1975 a 1981, posteriormente trasladado a La Serena donde fue nombrado arzobispo, encargos que lo ayudaron a cometer sus miserables actos. Al poco tiempo de esta denuncia periodística, el cardenal Francisco Javier Errázuriz, anunció la salida del religioso por “conductas impropias”, explicando que el obispo Francisco José Cox tenía “una afectuosidad un tanto exuberante” y, por tanto, se le había solicitado recluirse en un monasterio en Alemania. Los años han pasado y con los antecedentes en la mano, el año 2018 el Vaticano informaba que el Papa Francisco lo dimitía de su estado clerical tras verse involucrado en casos de abuso sexual de menores. Este hombre murió a los 86 años sin enfrentar la justicia de ese país.

Pero será el llamado caso Karadima el que ayudó a dimensionar la profundidad de “la mugre que había bajo la alfombra” en la iglesia Chilena, el cual se visibilizó por la valentía de las víctimas que lo dieron a conocer. Así, el 26 de abril de 2010, José Andrés Murillo, James Hamilton, Juan Carlos Cruz, Fernando Battle y Luis Lira en el programa Informe Especial de TVN (Televisión Nacional de Chile), denuncian públicamente frente a las cámaras que habían sido víctimas durante muchos años de abusos sexuales por parte del sacerdote Fernando Karadima, mientras era párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Providencia, comúnmente llamada Iglesia de El Bosque, ubicada en un exclusivo barrio residencial de la capital de Santiago de Chile. Un año después comenzaba una investigación canónica, donde se configuró la culpabilidad de uno de los hombres más influyentes de la Iglesia chilena de las últimas décadas. Hombre vinculado en forma directa con la jerarquía local, con amistades a nivel vaticano como fue su relación con Angelo Sodano y, por último, de gran proximidad al dictador Augusto Pinochet Ugarte. Será el Papa Francisco quien el 27 de septiembre de 2018, expulsó del sacerdocio a Karadima y unos años más tarde, el 24 de marzo del 2021, invitó a Juan Carlos Cruz, una de las víctimas de Karadima a ser miembro de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores, entidad que busca entregar y promover la responsabilidad de las iglesias particulares en la protección de menores y adultos vulnerables.

El papa Francisco en Chile
El papa Francisco en Chile (AFP)

Francisco viajó a Chile, entre el 15 y el 18 de enero de 2018, incluyendo las ciudades de Santiago, Temuco e Iquique. Al día siguiente de su llegada es recibido en la casa de gobierno por la presidenta Michele Bachelet, como jefe de estado, y en ese rol hace referencia a los abusos sexuales de menores al interior de la Iglesia y señala: “Escuchar a los niños que se asoman al mundo con sus ojos llenos de asombro e inocencia y esperan de nosotros respuestas reales para un futuro de dignidad y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento por el daño irreparable causado a niños por ministros de la Iglesia... Es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que nos empeñamos para que no se vuelva a repetir”.

El viaje del papa Francisco a Chile, fue especial, ya que, gracias a este, el obispo de Roma pudo constatar, los temores, las angustias, como también los cuestionamientos a su persona, todo lo cual lo llevó a tomar decisiones. Primero envió a dos emisarios, al arzobispo de Malta, Charles J. Scicluna, y el oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu, quienes realizaron 64 entrevistas, dentro de las cuales también recibieron testimonio de casos de abusos, llegando a elaborar un informe de 2.300 páginas. Teniendo los antecedentes, el Papa hace llegar una carta a la Conferencia Episcopal chilena el 8 de abril de 2018, en la que en una de sus partes expresa: “Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza” y termina la misiva convocándolos a Roma.

Por su parte, los obispos de Chile, encabezados por los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, partieron a Roma a reunirse con el Papa, oportunidad en la que recibieron un documento de carácter privado para su reflexión, que fue conocido por la ciudadanía a través de una filtración a la prensa. El texto de 10 carillas ha sido con el tiempo clave para entender la forma de actuar de algunos personeros de la iglesia católica, no solo en Chile, sino en todo el mundo. El documento parte con un diagnóstico sobre la situación de la Iglesia chilena: hay una “herida abierta, dolorosa” y hasta ahora “ha sido tratada con una medicina que, lejos de curar, parece haberla ahondado más en su espesura y dolor”. El análisis continúa ahondando en la dura realidad de la cuestión: “la dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas, deja en evidencia este ‘cambio de centro eclesial’”.

“Es sintomático notar en el informe presentado por la ‘Misión especial’ que todos los declarantes, incluso los miembros del Consejo Nacional para la Prevención del Abuso de Menores de Edad y Acompañamiento de las Víctimas, han señalado la insuficiente atención pastoral prestada hasta el momento a todos los que se han visto envueltos, de un modo u otro, en una causa canónica de delicta graviora”, y continúa: “es urgente abordar y buscar reparar en el corto, mediano y largo plazo este escándalo para restablecer la justicia y la comunión”. Además, expresa: “los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas; esto –y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen”.

“Mis enviados han podido confirmar que algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral, habrían sido acogidos en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad”, señala. Y se añade: “La investigación demuestra que existen graves defectos en el modo de gestionar los casos de delicta graviora que corroboran algunos datos preocupantes que comenzaron a saberse en algunos Dicasterios romanos. Especialmente en el modo de recibir las denuncias o notitae criminis, pues en no pocos casos han sido calificados muy superficialmente como inverosímiles lo que eran graves indicios de un efectivo delito”.

El dolor de Francisco fue evidente, su querido Chile, insigne país católico, ya no era esa iglesia que fue bastión contra la dictadura de Pinochet ahora se cernía como una verdadera caja de pandora.

Con estos y otros antecedentes decide convocar a Roma entre los días 21 al 24 de febrero de 2019 a obispos de todas partes del mundo y a representantes de los superiores de órdenes religiosas masculinas y femeninas con el fin de tomar conciencia del drama de las víctimas de abusos y de trabajar juntos sobre la responsabilidad, el deber de rendir cuentas y trasparencia. Reunión sin precedentes en la historia de la Iglesia católica. Las conclusiones de este encuentro hasta el día de hoy se dejan sentir, pero son tres antecedentes para convenir que sacaron el limpio: la primera, asumir la realidad de la situación, ya no como algo puntual sino como problema estructural. Lo segundo, dio pie a la elaboración del documento “Vademécum, sobre algunas cuestiones procesales, ante los casos de abuso sexual a menores cometidos por clérigos” publicado por la Congregación para la doctrina de la fe el 16 de julio 2020, que en lo medular, como dice su introducción hace referencia a “responder a numerosas cuestiones sobre los pasos que han de seguirse en las causas penales de nuestra competencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha preparado este Vademécum destinado, en primer lugar, a los Ordinarios y a los profesionales del derecho que se encuentran ante la necesidad de aplicar de forma concreta la normativa canónica referida a los casos de abuso sexual a menores cometidos por clérigos”. En tercer lugar, la reforma al derecho canónico, dada a conocer el 1 de junio de 2021, que da cuenta de las normativas a aplicar en cuanto a sanciones ante los abusos de menores, dichas sanciones se endurecen y se tipifican según el delito, además se define el concepto de pedofilia como “un delito contra la dignidad humana”.

Un tema latente en estos 10 años al frente de la Iglesia Católica y que cruza todas las esferas como él mismo lo ha dicho y lo sigue diciendo, solo constatar que hace unos días el jueves 2 de marzo, volvió a referirse al tema sobre los abusos sexuales “especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia, no basta pedir perdón”.

“La Iglesia no puede tratar de esconder la tragedia de los abusos, sean del tipo que sean. Tampoco cuando los abusos se dan en las familias, en los clubes, en otro tipo de instituciones”, indicó.

La reforma a la Curia y a la Administración financiera

Las reformas a la curia romana han sido varias a través de la historia de la Iglesia, debido a la lógica acomodación de las realidades que se vivían en determinados momentos, o más bien, buscando una acomodación administrativa necesaria para una mejor distribución de responsabilidades que ayudase en la toma de decisiones. Así se cuentan las llevadas adelantes por los Papas: Sixto V (1585-1590), San Pío X (1903-1914), Pablo VI (1963-1978) y Juan Pablo II (1978-2005).

Francisco desde su llegada planteó la necesidad de generar una nueva mentalidad en la administración de la santa sede, buscando privilegiar la trasparencia y la eficacia, planteaba que esta tarea era compleja, porque se necesitaba valentía, fidelidad y prudencia. Idea que dio a conocer el 1 de mayo del 2014 ante el Consejo de Economía del Vaticano, órgano compuesto por ocho cardenales y siete laicos, y que él mismo había creado el 24 de febrero del mismo año, cuya función era orientar en lo financiero y administrativo a las distintas instancia vaticanas. En aquella oportunidad decía: “El recorrido no será fácil y para emprenderlo se necesita valentía y determinación. El motu proprio subrayaba la conciencia de la Iglesia de su responsabilidad de proteger y gestionar cuidadosamente sus bienes a la luz de su misión evangelizadora con especial atención hacia los más necesitados. No debemos salirnos de este camino. Todo, la transparencia y la eficacia, es para esto. Todo es para esto…”.

Pero el primer paso que da el Papa en la reforma de la curia es la creación el 3 abril de 2013 de una comisión para estudiar la forma de llevarla adelante, teniendo por objetivos cambio profundos y de fondo y que no solo se quedaron en la forma, para lo cual nombró a ocho cardenales que al poco andar fueron nueve (G9 vaticano). En 2020, el Consejo quedó conformado por 7 miembros de cuales uno de ellos hacía de coordinador y en marzo 2023 quedó compuesto por 9 miembros cardenales y un secretario. Debemos recordar que desde el inició ha habido cinco grupos, que han ejercido en distintos periodos: el primero (2013-2014), el segundo grupo (2014-2018), el tercer grupo (2018-2020), el cuarto grupo (2020-2023) y un último nombrado recientemente. También se debe atender que son nombrado y removidos por el propio Francisco.

Continuando con los cambios, el Papa el 27 junio del 2013 ordenó la creación de una comisión para la reforma del Instituto para las Obras de Religión, unos meses después el 19 de julio creó una nueva comisión pero esta vez para reformar la estructura económica y administrativa de la Santa Sede. Asimismo, como ya se ha indicado nació la Comisión de Protección de Menores para prevenir los casos de pederastia en la Iglesia., en la misma línea el 12 de noviembre de 2014 estableció la comisión para resolver lo más ágilmente los casos de sacerdotes condenados por situaciones graves, en especial la pederastia. Unos meses antes el 24 de febrero 2014 hace suya mediante “motu proprio”, la creación de la Secretaría de Economía, para gestionar las actividades económicas y administrativas de la Santa Sede. Sin embargo, unos de los temas al cual le ha dedicado mucha importancia es la familia, por lo que consideró necesario crear el dicasterio de la Familia, sustituto del Consejo Pontificio para los Laicos y del Consejo Pontificio para la Familia, que vio la luz el 20 de octubre 2015.

Cada una de estas instancias han ido plasmando el pensamiento del Papa Francisco, dentro de las necesidades de asumir el signo del tiempo y de las falencias humanas en contra de la misma doctrina por miembros de la propia Iglesia. La culminación a tan titánica tarea hasta la fecha, se vio reflejada el 19 de marzo de 2022 con la “Constitución Apostólica Praedicate Evangelium sobre la Curia Romana” y que entró en funciones el 5 de junio del mismo año. En ella se recogen y norman muchas de las cuestiones ya aplicadas y discutidas en las distintas comisiones, y dice: “Debe quedar claro que «la reforma no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano, para favorecer una evangelización más eficaz, para promover un espíritu ecuménico más fecundo y para alentar un diálogo más constructivo con todos. La reforma, deseada vivamente por la mayoría de los cardenales en el ámbito de las congregaciones generales antes del cónclave, tendrá que perfeccionar aún más la identidad de la Curia Romana misma, o sea la de ayudar al sucesor de Pedro en el ejercicio de su suprema función pastoral, para el bien y el servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares. Ejercicio con el cual se refuerzan la unidad de fe y la comunión del pueblo de Dios y se promueve la misión propia de la Iglesia en el mundo. Ciertamente, alcanzar una meta así no es fácil: requiere tiempo, determinación y, sobre todo, la colaboración de todos. Pero para realizar esto debemos ante todo encomendarnos al Espíritu Santo, que es el verdadero guía de la Iglesia, implorando en la oración el don del auténtico discernimiento”

Con todo lo anteriormente expuesto, da la sensación de que son más de 10 años. Sí, ya que Francisco en su pontificado ha debido hacerse cargo de problemas graves y profundos, que han llevado a la iglesia a una inestabilidad, como también a una falta de credibilidad de sus jerarquías y de muchos sacerdotes y religiosas, que no has sido capaces de mirar al hombre de la cruz, cayendo en una falta de compromiso frente a situaciones que nunca deberían haber sucedido.

Se atrevió Francisco en estos años a enfrentar, bajo muchas críticas, el problema de los abusos, donde han habido cardenales que pregonan: que el “tiempo lo cura todo” o “que todo se olvida”, pero el Papa asumió el compromiso y ha intentado, dentro de sus posibilidades hacerse cargo de dicha situación.

Qué complejo debe haber sido para el papa encontrarse con tantos problemas y observar cómo algunos cardenales ostentaban y todavía ostentan de las riquezas adquiridas, no necesariamente con buenas artes, un gran problema.

Cuando uno lee las tres encíclicas escritas por el Papa Francisco, especialmente, Laudato sí (Alabado Seas) y Fratelli Tutti (hermanos todos) queda diametralmente que estamos frente a una persona que ha sido capaz de poder sentir la vida desde la alegría y la tristeza, que el sentido de la pertenencia solo es efímero y que es capaz de diferenciar lo importante de lo trascendente. Estos documentos nos denotan realidades ineludibles como la depredación que hoy el hombre hace frente a la naturaleza, y cómo no ha sido capaz de hacer frente ante dicho flagelo, como también la deshumanización que hoy existe, la falta de cordura en las tomas de decisiones económicas, y el no querer entender que la única forma de poder avanzar en este planeta llamado tierra es siendo y comportándose como verdaderos hermanos.

Después de terminar este escrito queda la sensación que Francisco mandata, pero no necesariamente se le hace caso, sino más bien se sigue con la inercia de lo mismo, si al final ¿para qué? si la Iglesia sigue viva después de más de 2000 años y así será siempre.

Hoy nada es lo mismo de hace solo 15 años o menos, basta recordar que todavía seguimos en pandemia, cuantas muertes, que hay una guerra en Europa, más muertes: un mundo históricamente distinto, con realidades culturales que invitan a entrar a un túnel de tiempo donde ya no hay marcha atrás.

Mario Bergoglio tomó el nombre de Francisco, y pidió que rezaran por él, está claro que no fue casualidad, él sabía y sabe que la única forma de seguir manteniendo la casa en pie es enfrentándose con la valentía y la entereza de ese Francisco, el de Asís.

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