Manual de instrucciones: nuestro país se encuentra en problemas muy gordos y bastante aflicción. La información ha tirado de la manta y no puede ocultarse ni disimularse que existe una criminalidad relacionada con el narcotráfico, con foco en Rosario. Al parecer grupos, a veces familiares que montan un despiadado negocio de venta de cocaína, aunque no solo, en las calles o en los que llamamos búnkers, casas donde se vende droga al menudeo, en paquetitos o medidas chicas.
Organizados en bandas donde todos - la abuela, el chico asesino, la madre- luchan por las calles, por el territorio- zonas oscuras, calladas, se escucha a menudo solo el ruido de las motos del miedo, matan mucho, corrompen cualquier institución- algo que a cada hora se sospecha de modo más agudo. En una marcha que en rigor no deja lugar de la Argentina sin heridas y que asoma a la posibilidad del narco estado si no se consigue, al menos, reducirlo, achicar los daños.
No hay a la vista un diseño, una política sobre el problema, excepto que se produzcan hechos que espantan, como los niños víctimas, algunos por el azar de un tiroteo, algunos elegidos como víctimas de una venganza, de un ajuste de cuentas espantoso: el caso del niño Jerez, de etnia qom y nueve años. Es lindísima Rosario, el río poderoso, un dios, verde, con una cierta arquitectura, con mucho espíritu universitario, mujeres – tal vez sea una mirada arbitraria, quién sabe- más dinámicas y activas que los hombres.
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Claro que, además, Rosario, ahora en estado de desastre, tiene y guarda una historia prostibularia y mafiosa, con mucho poder en los primeros años del XX con las jefaturas de “Chicho Grande” y “Chicho Chico”, criminales llegados desde Palermo y Agrigento, Sicilia, a la par de artistas admirables, científicos, productores de campo a la vanguardia del mundo, futbolistas y políticos memorables.
A otra cosa
Sabido la presencia del narco y sus millones y millones de humanos vampirizados por los traficantes, distribuidos, inversionistas, el manual de instrucciones incluye otro capítulo: lo integran aquellos creadores en diferentes campos pero sobre todo en la literatura que resolvieron hacer de sus vidas y sus obras una experiencia intelectual y un desafío utilizándose como animal de laboratorio. Con algunas drogas. Es bien diferente, y es curioso advertir con tanta nitidez que los hombres- de manera integradora, no como una cuestión de sexo o de género, han unido el talento, a veces el genio, con el desafío de salir de sí mismos, modificarse a ver qué pasa. Nada que ver con los cárteles, la corrupción, la trituración y súper poder negro del narcotráfico.
Es difícil discutir que la obra más salvaje y desatada es la novela “The naked lunch” ( “Almuerzo desnudo”, no había otra), escrita con drogas durísimas, resultado de imágenes nunca imaginadas, personajes llegados de un sueño delirante en una narración no lineal y narrada, de alta pornografía sobre todo homosexual y, en un todo, un viaje, el del lector, terrible y a un tiempo atrapado. Burroughs fue rico- el abuelo paterno inventó y fabricó en todo el mundo las calculadoras que se llaman con el apellido, su madre descendía de modo directo del general Lee, aristocrático jefe del ejército confederado en la guerra civil norteamericana. Fue un tipo culto y un yonqui- heroinómano, se aplica a la palabra-, lo contó y agregó una librito para liberarse de la peor de las drogas y reemplazarla por la metadona, menos destructiva y desesperante cuando el efecto se disipa. Bien, lo contó.
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Desde otro ángulo, el pintor poeta y narrador belga de adopción francesa Henri Michaux ( 1.899, 1958), que experimentó con vectores de droga como el LSD, y aunque lo contó porque era uno de sus propósito, fue una persona retraída, secreta y admirado por pares. “Fustas de fuego, de agujeros, de hiel/fusta contra los buenos y los malos…” Fue un poeta excepcional, aunque no seguramente por su incorporación a alguna droga sino como ensayo y buceo dentro.
Jean Cocteau, fue todo: dramaturgo, actor, director de cine, artista plástico, ensayista, novelista, amigo de Picasso, Modigliani, Stravinski, influido e influyente en el movimiento surrealista, se detuvo a los 74 al enterarse de que Edith Piaf había muerto. Cocteau, primero como nueva aventura y luego muy ligado a los fumaderos de opio, uno de sus libros y con ese título narró la opiomanía y su desintoxicación con ilustraciones de mano propia.
Agreguemos, para no abusar de la tribuna, a Aldoux Huxley, filósofo británico aportó su ensayo ‘Las puertas de la Percepción’ sobre la base del empleo en sí mismo con LSD y mezcalina. Lo encaró con una gran seriedad filosófica y científica. No sobra decir que el gran cantante, compositor y poeta blues, rock, Jim Morrison, a su vez un pensador muerto en Francia por sobredosis, llamó “The doors” por la lectura de Huxley, pero el camino fue otro y lamentable.
Dividamos y tratemos, a ver si sale, que es la amenaza sobre los humanos el enorme narcotráfico es una cuestión, y lo que se ha llamado aquí narcoliteratura otra.
Ese grupito de nombres valiosos – hay bastantes más- que se tiraron a su pozo personal y lo expresaron, no tienen relación con el delito, ni la crueldad ni la ambición feroz . Cada cosa en su lugar.
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