“La Argentina pasó de estar entre los primeros 10 países del mundo a estar en el puesto 60 del ranking mundial”. “La culpa es del peronismo”. “Los militares nos hundieron”. “La democracia está en deuda”. Este tipo de afirmaciones son tan recurrentes que se nos han empezado a enquistar en nuestra mente y a afectar nuestras expectativas y decisiones.
La pregunta que nos formulamos es cuánto hay de cierto en ellas. Les anticipo que, para lamento de muchos compatriotas, las cosas son más matizadas. Veamos.
Si se toma el PBI per cápita de paridad de poder adquisitivo (PPP, en inglés) entre 1913 y 2020 (índice Geary-Khamis $ 1990) para 121 países para los que se tienen datos, resulta que la Argentina pasó del lugar 9 en 1913 al 43 en 2020. Una caída considerable. Ahora bien, ¿puede asignarse la responsabilidad a Perón, a la Junta Militar o a la democracia? Parafraseando a Mario Vargas Llosa, “¿cuándo se jodió la Argentina?”.
La sorpresa que les tengo es la siguiente. El país comienza su descenso en el ranking en el mismo 1913. Progresivamente pierde uno o dos lugares cada quinquenio con dos excepciones, 1929 y 1975, hasta llegar al lugar 23 en ese último año. Esto arroja por tierra la idea de que el país se derrumba desde 1930 o 1945. ¿Qué pasó después? La cuestión es más variada e interesante.
La Argentina pasó del lugar 9 en 1913 al 43 en 2020. Una caída considerable
De 1975 a 1980 el país cayó 5 lugares, equivalente a todo el retroceso entre 1955 y 1975, esto es, lo hizo 4 veces más rápido. Entre 1980 y 1985, 3 lugares, y entre 1985 y 1990, otros 6. En síntesis, entre 1975 y 1990 pasamos del lugar 23 al 37. Entre 1990 y 1995 recuperamos 3 posiciones, al número 34, que se mantuvo hasta 2015, y entre este y 2020 caímos la friolera de 8 escalones.
Como puede verse, las cosas no son tan lineales como se presentan de uno y otro lado de la grieta ideológica: 1) El país retrocede paulatinamente entre 1913 y 1975; 2) hubo un primer derrumbe crítico entre 1975 y 1990 (del Rodrigazo a la Convertibilidad); 3) tuvimos leve recuperación y posterior estabilidad por 15 años; 4) finalmente, una brusca caída entre 2015 y 2020.
¿Quién tiene la culpa? Les propongo pensarlo desde otra perspectiva que es la de hallar una explicación plausible a partir de datos relevantes.
Primero, muchos países que nos superaron en estos 103 años son los europeos, los petroleros y los tigres asiáticos, lo que no nos puede sorprender, ya que, respectivamente, atravesaron procesos exitosos de integración económica, boom de los precios de los hidrocarburos o una inserción internacional de base exportadora en un contexto geopolítico muy específico. La Argentina no participó en ninguno de ellos.
Segundo, los primeros 15 años de brusca caída (1975-1990) no se pueden atribuir a un solo régimen o partido político, sino más bien a un cluster de fracasos económicos, sociales, políticos e internacionales como nunca se había visto. Sin embargo, y aunque cueste creerlo, los países que nos superaron esta vez son los nuevos ricos europeos, algunos petroleros, un par de tigres asiáticos, Uruguay y Costa Rica. ¿Cuál es la novedad? Así visto, ninguna, ya que esto es lo que ocurrió por décadas. La diferencia está en su profundidad y velocidad, y es allí en que tercian nuestros clusters de crisis.
Muchos países que nos superaron en estos 103 años son los europeos, los petroleros y los tigres asiáticos
Finalmente, el derrumbe 2015-2020 es diferente, porque las condiciones internacionales eran excepcionales, la economía había crecido por más de una década, teníamos gobiernos democráticos y una recuperación de la resiliencia social. En este caso, podemos pensar que, al menos parte de la responsabilidad, fueron los defectuosos procesos de toma de decisiones de los gobiernos.
En conclusión, la probabilidad de evitar el descenso en el ranking global no era tan elevada como se dice. No es que fuera imposible, pero se habría necesitado otra calidad de dirigentes en momentos críticos. Por eso, en un contexto como el actual, es importante no partir de premisas falsas sobre la historia del país y que los líderes políticos que elijamos estén a la altura de las circunstancias.
El autor es Director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador (USAL)
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