No se escucha la voz del feminismo supuestamente moderado en ningún debate. En realidad, las feministas no debaten, aclaremos. Sus referentes sólo se anotan en los aplausos, la adulación, los premios, los privilegios y, en muchísimos casos, la remuneración. Por otra parte, desde las primeras marchas NiUnaMenos, el discurso público de esta corriente ha sido progresivamente copado por las más extremistas, sin que haya habido protesta alguna por parte de las demás.
Si una les hace notar a las feministas que no hay patriarcado en la Argentina, que las mujeres tenemos todos nuestros derechos garantizados desde antes de que aparecieran ellas en escena, que no hay discriminación salarial por género —otra big fake del feminismo de tercera ola—, que no hay motivo en este país para su guerra de sexos porque las conquistas femeninas más importantes fueron promovidas y avaladas por varones (el voto en 1947 y el cupo legislativo en 1991), la respuesta invariablemente es la indignación, la descalificación, el insulto y, por supuesto, la negativa a debatir. No tienen ningún argumento que demuestre lo contrario de lo que afirmo en este párrafo.
En otras latitudes hay polémica y divisiones en los movimientos feministas; hay corrientes hartas de los excesos del ultra feminismo y de su captación por la doctrina queer y por el lesbofeminismo. En Europa, las feministas de la Tercera Ola (como las llaman algunos para diferenciarlas de las sufragistas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, y del movimiento de liberación femenina de los 60-70) son muy criticadas por las feministas “históricas”, que sí tuvieron que derribar obstáculos y no tenían reivindicaciones delirantes como la pretensión de que el Estado les gestione la menstruación. En España, por ejemplo, las feministas marcharán divididas.
En la Argentina no se consigue. Entre otras cosas, porque no existió ese feminismo “histórico”; de hecho, podría decirse que no existió el feminismo; más precisamente, no existió un movimiento feminista fuerte que pueda atribuirse conquista alguna y el motivo es que los avances de la mujer en igualdad de derechos fueron promovidos históricamente de modo mixto, cuando no por iniciativa directa de los hombres. Fueron alcanzados sin resistencia del “patriarcado”.
Sin embargo, hoy tenemos una minoría de mujeres que se autoperciben luchadoras, que se ponen cucardas por conquistas históricas con las que el feminismo nada tuvo que ver, que libran batallas ya ganadas y que se arrogan la representación —muy lucrativa por cierto— del conjunto de las mujeres, cuando su discurso está a años luz de tener la aceptación que imaginan.
Es más que obvio que no hizo falta el estallido feminista de estos últimos años ni ningún NiUnaMenos para que la inmensa mayoría de las personas en este país piensen que varones y mujeres tienen derecho a un trato igualitario. Pese a ello, el feminismo que se hace oír en el ámbito público es de un fanatismo y de una violencia sin justificación. Su extremismo se sustenta en el delirio.
Aceptemos que no todas las feministas son fanáticas. Es más: aceptemos que la mayoría de las feministas son moderadas, que no comparten la agresividad ni el discurso de odio a los varones ni la victimización constante y extrema de la condición femenina. Aceptémoslo.
El problema es que no podemos pasar de la suposición porque las feministas moderadas, si existen, y si existen en un número superior a las fanáticas, se están dejando representar por ellas. O manipular. Otras pretenden ser moderadas cuando se las confronta con el discurso ultra pero luego se pliegan a él sin problema, se dejan llevar por la ola y caen en posturas extremas que tal vez profundamente no comparten.
¿Dónde estaban, por ejemplo, las feministas moderadas cuando las chicas cantaban “El violador eres tú”? Ah, ya me acuerdo. Algunas estaban reversionando la canción para hacerla más “argenta”: “El violador eras vos. El opresor sos vos….”
¿Dónde estaban cuando el “yo te creo, hermana” hizo que muchos se llevaran por delante el principio de inocencia, pilar de nuestro derecho? Y esto no es potencial ni imaginario. Ha sucedido y sigue sucediendo.
Frente al caso Johny Depp - Amber Heard, alguna feminista moderada —desconcertada— concede que era una relación tóxica, que los dos se agredían mutuamente… No, hermana, no es así. El juicio, que todos pudimos ver, demostró que la violenta, la agresiva y la mentirosa era ella. Punto. A veces pasa.
¿Dónde están las moderadas cuando se asimila el piropo al abuso, cuando se criminalizan la mirada y el deseo masculinos?
¿Dónde, cuando se dice que todos los hombres son violadores en potencia?
Estoy segura de que, como yo, la mayoría de las mujeres de este país crecieron rodeadas de varones que las respetaban y reconocían. ¿Cómo pueden decirse moderadas y permitir que se instale el discurso de que a todos los varones se los educa para ser violadores, para tratar a la mujer como un objeto de su propiedad? ¿Tienen idea estas moderadas del daño que se les está haciendo a las jóvenes generaciones con estos postulados?
Que existen actitudes machistas es innegable. Como también existe el prejuicio de clase, la injusticia, la discriminación, por otros motivos que el sexo. Pero la generalización, la estigmatización de un género, no tiene ninguna justificación. Es origen de una nueva, flagrante, injusticia.
¿Y dónde están las feministas moderadas cuando se niega toda diferencia entre géneros derivada del sexo biológico? ¿Dónde, cuando nos dicen que el sexo se “asigna” al nacer?
¿Dónde, cuando las funcionarias que viven de estas imposturas afirman que las mujeres sufrimos más por la pandemia que los varones? ¿O cuando se dice que el cambio climático nos afecta más a nosotras? ¿O que necesitamos subsidio menstrual y otros curros para justificar estructuras y puestos?
¿Dónde están cuando la Ministra de (algunas) Mujeres nos hace quedar como tontas hablando del “derecho a la menstruación”?
Aunque a las feministas les cueste entenderlo, se nace mujer…
¿Dónde están las moderadas cuando los Gobiernos impostan feminismo para tapar su inoperancia? ¿Dejándose usar?
¿Dónde están las mujeres empoderadas cuando una diputada dice que la atacan “por ser mujer” para poner fin a un debate?
¿Dónde estaban cuando el ministerio de Educación infectó los contenidos de la ESI (Educación Sexual Integral) con ideología queer?
¿Dónde están cuando se pretende enseñar a los niños que “la violencia de género se basa en las desigualdades de poder que existen entre varones (lugar privilegiado) y mujeres y personas LGBTIQ+, pudiéndose ubicar allí el origen de todas las violencias”? Es decir, ¿dónde están cuando se les quiere enseñar a sus hijos que el binarismo es violencia, que la heterosexualidad es violencia?
¿Dónde están cuando se les dice a los docentes que la referencia en la ESI es Judith Butler, y se cita su afirmación de que la “lógica binaria” (traduzco: que en el mundo hay hombres y mujeres) “se basa en dos principios reguladores: la reproducción biológica y la presunción de heterosexualidad obligatoria”? O sea, se les dice a los docentes que la reproducción y la heterosexualidad son los demonios a exorcizar.
Les digo dónde estaban algunas: aplaudiendo a Judith Butler en las charlas que dio en universidades argentinas en 2019…
¿Dónde están cuando para supuestamente devolvernos visibilidad se pretende obligar a profesionales, docentes, funcionarios o comunicadores a deformar el idioma que es uno de los pilares de nuestra cultura?
¿Dónde estaban cuando se usó la memoria de una chica muerta que no fue víctima de un noviazgo violento ni de una relación tóxica para imponer por ley la enemistad de género a través de un adoctrinamiento obligatorio?
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En cada Encuentro de la Mujer, cuya sede va rotando por las provincias, sistemáticamente se vandalizan las iglesias. Las moderadas dicen “son grupitos, eso no nos representa”. Pero no lo dicen públicamente, ni lo evitan. Cuando eso sólo puede pasar porque alguien hace la vista gorda.
¿Y dónde estaban cuando el año pasado el Encuentro de las Mujeres fue copado por el feminismo queer y el lesbofeminismo? ¿Dónde estaban cuando el temario del Encuentro en San Luis se llenó de “Visibilidad lésbica”; “Activismos lésbicos”; “Pansexualidades” y “Polisexualidades”; “No Binaries”; “Cuerpes gestantes”; “Cuerpes menstruantes”; “Lenguaje inclusivo”...?
Ya les digo dónde estaban: agachando la cabeza y participando calladas del Encuentro. Ellas y todas las funcionarias mujeres del Gobierno. Dijeron que iban a organizar otro Encuentro, para diferenciarse. Uno moderado. No sucedió.
Más aún, acto seguido, el Gobierno designó a una referente de ese Encuentro lesbofeminista como Ministra de la Mujer. Tampoco dijeron nada. Debe ser que se sienten representadas…
Las feministas supuestamente moderadas callan. Por temor, por comodidad o por conveniencia. Diferenciarse cuesta. Seguir la corriente tiene más rédito.
Pese a todo, creo que hay feministas moderadas. En realidad, creo que somos legión las mujeres que no necesitamos ponernos etiqueta de feministas para saber quiénes somos, para sentirnos fuertes y libres.
Por eso no tenemos por qué declararnos “feministas”. Esta última ola de feminismo no es un movimiento en defensa de los derechos de la mujer sino la puerta de entrada a una ideología que deforma la realidad, que no es compartida por el grueso de las mujeres, que ya estamos en posesión de nuestros derechos, conquistados de modo mixto, a través de la cooperación hombre-mujer.
Pero el sistema a las mujeres las quiere así, como las quiere este feminismo extremista: exaltadas, enardecidas, sectarias, energúmenas, peleando batallas que ya están ganadas, distrayendo la atención, sirviéndole de coartada al poder, al que esta lucha antipatriarcal no le hace ni cosquillas; al contrario, le es funcional.
Aun así, concedamos que hay feministas moderadas.
Este 8 de marzo tienen una oportunidad de oro para diferenciarse. Para decir que ese extremismo feminista no es el de ellas, que no tiene razón de ser, ni las representa. Para hablarles a los varones. Para agradecerles por su acompañamiento, hasta por haber sido en muchos casos vanguardia en la conquista de nuestros derechos. Para decirles que las mujeres los amamos, los respetamos, los admiramos y los queremos a nuestro lado.
¿O no?
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