Olvidó la injusticia social que angustia a millones para ocuparse de la otra, la que compromete solo a un grupo de funcionarios amigos de dudosa conducta. Eligió el bando de ellos, con quienes comparte la ocupación del Estado y la oscura idea de que la miseria vigente es toda culpa ajena. Agresivo y ofensivo, se va como vino, o peor aún, más solo que nunca.
Nos relata un universo de números como si viviéramos una ficción de carencias. Sus pretendidos logros ofendían la dimensión y el dolor cotidiano de las mayorías necesitadas por culpa de nuestros fracasos. La dimensión de su ficción despreciando la dura realidad fue exagerada, se sentía a sí mismo un estadista que solo actuaba para pedir perdón a sus mandantes. Un presidente mediocre que se auto concibe como un estadista y actúa como un energúmeno. Habló para sus patrones sin siquiera lograr que lo perdonen.
Hubo un tiempo, al principio, que aparecía como presidente, como si hubiera sido capaz de salir del sectarismo del grupo para hacerse cargo del todo. Duró poco, los Kirchner tienen el odio más desarrollado que el talento, en ese resentimiento se encontraron con los restos del marxismo y abandonaron al peronismo. Pero nunca el nombre, ya Néstor en su tiempo había hablado de los “transversales”. Palabra rara como “proscripto”. No daba para cántico de multitudes. Nos contaron una realidad desconocida, pueden haberse confundido con su propia vivencia cotidiana.
Ser funcionario es otra cosa. Tener todo a disposición confunde, ellos viajan y viven sin angustias cotidianas, pocos ricos tienen tanta gente a su disposición, tanto adulador que les acaricia el ego. Un indiscutible fracasado que nos vino a describir su universo de triunfador. Lo malo es que estábamos incluidos en la bonanza y nadie nos lo había comunicado.
Terminamos siendo un pueblo de ricos al que alguien se olvidó de darle la plata. Los maestros tienen problema de pagar impuesto a las ganancias, los restaurantes tienen gente en espera, la inseguridad y la inflación, esas no son parte de la realidad. Lo más positivo, ayudó mucho que improviso poco, y nos salvó de la vergüenza, del papelón, de un presidente que cae de su propio discurso.
Leyó sin descanso los exitosos datos numéricos que nadie conocía y pasó luego a la larga denuncia a los que se atrevían a cuestionar a Cristina. La acusación a la Corte y su pretendida clase de Derecho son parte de nuestras peores expresiones de mediocridad. Un verdadero cachivache, un brillante competidor del peor gobierno patrio, cuya única herencia es retirarse superando por mucho los peores pronósticos.
Mediocre y agresivo, incoherente y cínico, en fin, un dechado de defectos que lo convierten en el vencedor de toda contienda de decadencia.
Claro que del otro lado está la oposición, colabora y ayuda, se confronta y se agrede. Compite en fanatismos y alaridos, los radicales renacen y reiteran, los liberales se enojan y se enfrentan, ayudan dejando demasiado vigente el fracaso anterior. El Presidente tuvo un único acierto, y lo mencionó con orgullo, ayudó a Lula y a Evo cuando ellos lo necesitaban. En eso superó la limitación mental de sus oponentes que se equivocaron demasiado en Bolivia.
El acuerdo firmado con Inglaterra es otro error de esa política exterior inexistente. El continente tiene gobiernos populares en Brasil, Bolivia, Chile, México y Colombia. Uruguay es un gobierno de centro en una democracia ejemplar. Nuestra derecha liberal de mercado aparece fuera de época, demasiado economicista en un mundo donde la política se vuelve a imponer como ejercicio de las sutilezas. La Fundación mediterránea vuelve con su atroz limitación mental que imagina la economía como determinante de la política. Habría una sola economía, la de ellos, y luego varias políticas que actuarían como decorado. Como si la miseria que impusieron con Cavallo y su equipo no les alcanzara y estuvieran dispuestos a terminar de constituir una sociedad feudal con mano de obra esclava. Prohibido cuestionar la concentración económica, esa concepción según la cual ellos confunden injusticia con modernidad. Empresarios mediocres y egoístas que se parecen al presidente, se creen inteligentes, unos por los cargos los otros por las riquezas. No tenemos patriotismo, ni en la burocracia que nos gobierna ni en la burguesía ignorante que nos condiciona. El patriotismo lo aporta el fútbol; la política y los negocios, por ahora, solo mediocridad y corrupción. Ya vendrán tiempos mejores.
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