¿Las empresas públicas impulsan la innovación o son depósitos de ineficiencia y atraso? Solo con un debate abierto e informado podemos tener una respuesta que nos permita convertirlas en una herramienta útil y moderna.
Si nos quedamos con los prejuicios, las referencias a las empresas públicas se acotan a una única dimensión: el gasto que implican para las arcas del Estado y, por lo tanto, quedan asociadas a los desequilibrios fiscales. O con la desconfianza que algunos siembran sobre la conducción de estas empresas. Dudan de la efectividad de sus decisiones porque asumen como única vara los parámetros comerciales que rigen para el desempeño de las grandes corporaciones privadas, como si el rol de unas y otras organizaciones fuese similar.
Frente a esto, conviene reclamar y construir otro marco de referencia. El desarrollo necesita de las empresas públicas y las empresas públicas necesitan ser miradas y analizadas desde perspectivas más amplias. Asi, podemos descubrir capacidades singulares e importantes progresos tecnológicos. ¿Acaso el INVAP no es un gran ejemplo de una empresa pública que impulsa el desarrollo tecnológico en la Argentina? ¿O podríamos construir capacidades propias para aprovechar nuestros recursos naturales sin contar con YPF como guía? ¿Qué impulsos podemos esperar que genere la explotación del litio o el desarrollo del hidrógeno sin contar con actores que participen en esas industria con objetivos claros y explícitos? ¿Tendríamos más o menos información técnica y comercial para ampliar todo lo posible las oportunidades y beneficios en favor del progreso argentino? ¿Podríamos ampliar la cobertura de agua potable sin AySA? ¿Será posible resolver los desafíos ambientales solo con la iniciativa privada o cubrir las necesidades de infraestructura con los criterios de inversión que rigen en el campo de la banca comercial y el frenesí bursátil?
Las empresas públicas, acá y en otros lugares del mundo, son las que producen vacunas o aprovechan los avances de la tecnología nuclear para generar nuevos tratamientos, es decir, son las que cubren algunos segmentos desatendidos por los grandes laboratorios a fin de fortalecer a los sistemas de salud. Son las empresas públicas las que abren nuevos caminos hacia el espacio o hacia las nuevas energías. Son este tipo de empresas las que le brindan al Estado las capacidades que necesita para regular y construir soberanía en sectores cada vez más complejos y estratégicos como la informática, la inteligencia artificial y el almacenamiento de datos. Más que competencia de la iniciativa privada, las buenas empresas públicas son un complemento necesario para garantizar mercados plurales, ofertas diversas y capacidades simétricas.
Nada de esto puede lograrse sin profesionalismos o eficacia. En ocasiones, para que las empresas públicas cumplan con su rol, sus decisiones de inversión necesitan desacoplarse de la métricas forjadas para observar rendimientos inmediatos o beneficios financieros y adoptar como guía la mirada del desarrollo. Este objetivo no relaja las exigencias sobre los equipos de conducción sino que las aumenta. Y cuando esto se logra, las empresas públicas son también sinónimo de innovación, un ámbito donde la ciencia y la producción se combinan de manera virtuosa para desarrollar nuevas soluciones o incursionar en nuevas industrias y tecnologías. Son escuela de técnicos y profesionales que, de una u otra forman, apuntalan a la educación técnica y a los planteles de las empresas privadas.
¿Qué perfiles profesionales pueden combinar esta idoneidad técnica y este tipo de mirada estratégica? No hay una única respuesta, pero sí un lugar por donde empezar a construirla: la Universidad Pública. Por eso, es una buena noticia que la Universidad Nacional de Quilmes abra, en este 2023, la primera inscripción a su diploma de posgrado en Dirección de Empresas Públicas. Desde la Agencia I+D+i acompañamos esta iniciativa ya que entendemos que esta propuesta de formación es otra manera de ejercer la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación. Y, además, contamos con una nueva línea de apoyo para proyectos de I+D que potencien las iniciativas de empresas con participación total o parcial del Estado Nacional o a los estados provinciales y municipales.
El desarrollo no es un proceso espontáneo, nace cuando una sociedad hace propia la decisión política de la transformación y la acompaña con conocimiento e inversión. A su vez, la ciencia y tecnología necesitan de nuevos actores que conviertan las ideas disruptivas en mejores productos, procesos o soluciones. Con buenas empresas públicas, ambas condiciones pueden fortalecerse para tener un camino al desarrollo con menos restricciones y más oportunidades.
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