Aún falta un largo camino que recorrer, una procesión por el desierto a juzgar por la performance de un Gobierno que no hace otra cosa que ejecutar su plan para dejar una situación inusitadamente mala para la próxima administración.
El uso de las sesiones extraordinarias, por parte del Presidente, denotan que la debilidad de origen de la coalición de gobierno no ha hecho más que manifestarse en todas las ramas del Estado, erosionando su funcionamiento y su impresión en la opinión pública, hundiendo a todo el sistema a medida que el fracaso los hundía a ellos. Los temarios propuestos, en los pedidos de sesiones extraordinarias y los mencionados en el discurso de apertura del Congreso, son una excelente muestra.
Las sesiones extraordinarias se llevan adelante por pedido del Presidente, durante el receso entre los meses de diciembre y febrero, y con un temario exclusivo a demanda del Poder Ejecutivo.
Desde su asunción en diciembre de 2019, Alberto Fernández utilizó la herramienta todos los años. Con rendimientos decrecientes puede observarse, a lo largo del tiempo, como año a año se han ido solicitando más y más temas a tratar con un resultado que se fue pauperizando.
En el año 2020 se enviaron 11 proyectos, de los que fueron aprobados 6. En 2021, se enviaron 25 y solo fueron aprobados 4. El año pasado, 2022, no fue la excepción y de los 18 proyectos enviados ni uno fue tocado.
Este año llegamos a la ridiculez de integrar el llamado a extraordinarias con 28 proyectos, muchos de los cuales fueron expedientes que ya habían sido discutidos y tratados durante el año. Otros no tuvieron esa suerte ya que no llegaron siquiera a ser presentados en mesa de entradas.
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Este modus operandi, de amenazar con temas grandilocuentes para el discurso público, pero fallar en la ejecución, ha sido una constante que se repite también en el otro mensaje del Ejecutivo a los representantes del pueblo, la apertura de sesiones ordinarias que debería funcionar como su homónimo en los Estados Unidos que lleva el nombre de “Estado de la unión”.
Es un momento para evaluar lo hecho y plantear un rumbo y objetivos. En este caso, el Presidente ha usado el momento para promesas vacías y compromisos efímeros. Sin ir más lejos, en la apertura de 2022 fueron incluidos temas que nunca llegaron como proyectos.
Algunos de ellos fueron la Ley de Hidrógeno (no llegó nunca, incluso lo anunció en enero), la modificación de la Ley de Bosques Nativos (tampoco fue presentada y brilla por su ausencia), el Plan Nacional de Forestación -plantación y cuidado de 100 millones de árboles nuevos hasta fin de 2023-, una tomada de pelo incumplible y, por supuesto, que no plantaron ni un árbol. Hemos hecho un pedido de acceso a la información pública al respecto, aún sin respuesta.
Tampoco se trató la Ley de Inteligencia: el área sigue intervenida y, como no les es suficiente con eso, quieren convertir a este Congreso también en una agencia de inteligencia trucha con el circo que instalaron con el juicio político a la Corte Suprema. Para terminar, aunque los ejemplos abundan, dijo que enviaría una Ley de Empleo Joven (un chiste que el Presidente anuncie esto en la asamblea y que el oficialismo ni siquiera se digne a abrir la comision de legislacion laboral).
El argumento por el cual no se avanza en la agenda legislativa es un inventado bloqueo por parte de la oposición. Una mentira de patas cortas cuando se revisa que de los pocos proyectos productivos que sí envió el Ejecutivo, la inmensa mayoría tuvo tratamiento legislativo, incluyendo discusión en comisión y recinto, donde se plantearon las diferencias con la visión de la coalición gobernante.
Lo que ocurre es que el Gobierno solo discute o habilita los espacios para proyectos propios y luego protesta cuando no tiene el acompañamiento para aprobarlos. Lo que subyace en todo esta discusión, en realidad, es una incapacidad propia porque como muestran los datos hay proyectos que se anuncian y ni siquiera son enviados al Congreso. Este año se llegó al extremo de anunciar leyes que ni escritas estaban y fueron enviadas a último momento, como la de modificación del Sistema Estadístico Nacional.
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En el último discurso de apertura de sesiones ordinarias del Presidente seguramente lo escucharemos hablar de nuevos rumbos y falta de voluntad de la oposición. Lo cierto es que el debate y la discusión pública no le es caro al oficialismo y solo se puede avanzar en sus términos, incluso en un estado de paridad en las cámaras.
Los rumbos podrán ser nuevos, pero las mañas son viejas y repetidas y los argentinos ya se han dado cuenta de esta farsa de unidad que solo busca perpetuarse en el poder para beneficio propio y por eso apoyarán el cambio en octubre.
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