Es que esta actriz – y productora con mano hábil - recorre una lista de films con historias de tal registro y matices que uno, mamón de cine desde demasiado chico, se rinde ante esta australiana de 53 años y un metro setenta y cuatro sin condiciones.
Cierto es que el cine desafía al juicio del contemplador, del espectador con arbitrariedad y fuerza: ¿Quién determina qué es bueno y qué no lo es? Jerry Lewis, es un ejemplo atrayente con su técnica tradicional slapstick: dientes enormes, muecas, y peluca para la construcción de una fama total y una fortuna correspondiente. Puede ser considerado un necio forzado a la risa con ese repertorio, o un gran actor si se parte de la revisión que produjo la revista “Cahiers du cinema”, donde críticos, transformados luego en muy buenos directores, encontraron, enaltecieron y juzgaron un creador. Pues ya ven. Pero con Cate – permítanme decirle Cate- salta cualquier obstáculo y convence con tanta gracia y tanta inteligencia, con tanta capacidad que el personaje interpretado es real y nos habite durante unas dos horas sin romper el pacto sagrado: aceptamos que todo es verdad, lo honramos. Solo los actores superiores lo consiguen. Entonces, se llaman artistas
Casi sin que nos demos cuenta, Cate ha ganado dos Oscar- “Blue Jasmin”, dirigido por el cancelado y gran Woody Allen, por el aborrecible delito de pedofilia nunca probado y absuelto pero ya con la loza pesadísima de “Me too”, y como mejor actriz de reparto en “El aviador”, de Scorsese con DiCaprio. Se suman los Bafta en 2014, 2019 y 2023 y flamante para nosotros “Tár”, que marcha entre los muy probables hacia el tercer Oscar. Los BAFTA , otorgados por la Academia Británica de Arte Cinematográfico y Televisión. Y una Copa Volpi- Y un Goya, yo qué sé, todo: Cate Blanchett lo abarca todo, tan accesible, tan a la mano, surge de ella una estrella que no ejerce. ¿Es, a un tiempo, una actriz sexy, caliente? Podría ser a la vez lo que hace y lo que tañe una campanita erótica. Si hubiera elecciones al respecto, votaría que sí de cabeza y en palomita que acuñaron la acrobacia con pelota y la palabra aplicada a los futboleros.
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Hay más potencia en los ojos, algo remotamente asiáticos y celestes, el cuerpo presentido y la sonrisa, que no es la fabricada por un dentista de diez mil dólares, que una foto de Playboy o una porno con los tipos en zoquetes y las actrices – una especialidad- haciendo lo mejor que pueden. No lo digo, no es por juzgar ni calificar, pero Cate Blanchett, fruto maduro y actriz superior gana por algo que no podemos decir en qué consiste. Mejor, tal vez.
Sus papeles son, como con la vía láctea, innumerables y variadísimos: no hay “tipo” para Cate Blanchett . He visto muchas y me quedo con “Blue Jasmin” y “Elizabeth”. Agrego a los piques “Carol”, casi de culto, y “Tár” en estos días. En los dos papeles Blachett es lesbiana, aunque de maneras distintas.
En ‘Carol’ es una lenta seducción paso a paso de una señora bien puesta y rica a una vendedora de grandes tiendas en la Nueva York de 1950, con dirección de Todd Haynes: Oscar y mejor actriz de reparto para cado personaje, bien mezclado con la novela de Patricia Highsmith, la admirable, la terrible. Las dos se entreverán en una relación que traerá pólvora. Y en “Tár”, Cate es la portentosa directora de grandes orquestas clásicas, consagrada y célebre que llega a un teatro de los más importantes – la firma Todd Fields, guionista y productor también- , Lydia Tár. Aquí es donde las aguas turbulentas y turbias de cómo Tár es lesbiana sin mayores problemas, y su poder se ajusta a la definición de quien lo detenta: la dirección de una sinfonía para ponerse a temblar con la quinta de Mahler. La gran Tár, dice Todd Fields, “no se hubiera podido hacer sin Cate.
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La habilidad sobrehumana y la verosimilitud de Cate fueron asombrosos. Ella es una maestra”. Claro que en “Tár” se prefirió llamarla “maestro” y queda al descubierto- tiene una amante devota, música bonita y una hija adoptada- que la mujer puede ser -¿también?- cruel, despiadada y capaz de cambiar mando y leyenda por sexo cuando se trata de becarias que intenten integrar la orquesta. En este diario conviene buscar el análisis desde una perspectiva de género y social, también artística, en un texto de Mercedes Funes, y la película ya tiene seis menciones para cuando se anuncien los premios de la gran ceremonia con alfombras rojas.
¿Cómo no vamos a querer tanto a Cate Blanchett, a quien no nos regala una vida de quebrantos y agitaciones, tan útil como facilitador de quienes escriben a veces estos menesteres: casada desde hace veinte años con el productor Andrew Upton, tienen cuatro hijos, una productora llamada “Dirty films- tradúzcanla ustedes, por favor- , todo en orden y buen transcurrir. A veces declara que se siente con ganas de dejar ya, que el tiempo no es amistoso para los actores.
Esperemos que no. En esa circunstancia, podríamos organizar un operativo clamor, si les parece.
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