Brutos voluntariosos se enceguecen discutiendo cargos

Ni los liberales nos hacen libres ni los socialistas nos dejan de empobrecer. Ambos rumbos están deformados por la pequeñez de sus cultores

Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta, Cristina Kirchner y Mauricio Macri

La política necesita virtudes como grandeza y talento. Grandeza porque significa hacerse cargo de lo colectivo y eso implica siempre ceder lo individual. Por otro lado obviamente es un lugar donde la inteligencia tiene que estar presente. La política es un arte, y el arte requiere talento. Quizá Angela Merkel sea el último personaje que vimos de esa estirpe donde estaban los Churchill, los De Gaulle y también los Perón. Entre nosotros quedo reducida a los ricos de plata que suelen ser pobres de ideas.

Perón decía que había dos clases de personas, los inteligentes y los brutos. Para él, los inteligentes en su mayoría eran desganados, y los inteligentes voluntariosos eran los grandes hombres de la historia, el resto no molestaba a nadie. Los brutos, también en su mayoría se asumían desganados, pero el riesgo de la humanidad estaba en los brutos voluntariosos. Esa estirpe que entre nosotros, hace tiempo, no deja de reproducirse y nos gobierna en la actualidad.

Es triste lo de Mauricio Macri, eso de pensar que no tiene que existir un límite para la compra de tierra de parte de los extranjeros. No hay que olvidar que una cosa es ser liberal y otra, vende patria. El liberalismo produce riqueza, ser cipayo genera colonia. No pasaría eso en Brasil, desde ya. Tampoco a Brasil se le ocurriría ser demasiado obsecuente con Putin en una etapa como ésta. Nosotros somos Occidente y Lula va a visitar a Biden. No podemos ser anti Estados Unidos, tampoco obsecuentes. Es necesario solo ser coherentes con nuestra historia precisamente en este tiempo. No soportar ataques de falsos mapuches ni ser alcahuetes de un inglés que se apropio de un lago prohibiendo la vista del resto de los mortales. Son dos traiciones simétricas.

Fue triste el juicio a la Corte porque el Gobierno es de los más débiles de la historia, el Parlamento está cristalizado y el máximo tribunal en el fondo es la última estructura institucional que nos queda. Lo otro parecía el anarquismo y además, toda confrontación que esté signada de entrada por la derrota es enfermizo plantearla. Ese error infantil fruto del mero resentimiento termina en la fractura de la propia fuerza. Cuando son muchos los que huyen del poder es que intentan tomar distancia de su seguro final. Demasiados candidatos sin ideas, demasiados votantes sin candidato, los políticos se enceguecen discutiendo cargos que hasta el presente pareciera enriquecerlos solo a ellos.

Cuando la desesperanza se expande es que la política está ausente. Ahora la sociedad sigue sin encontrar un proyecto que permita que la palabra inversor se separe de la palabra extranjero. Es de esperar que los argentinos puedan encontrar en su Patria el mejor lugar para invertir porque eso implicaría una manera de creer. Que los empleados públicos dejen de multiplicarse, porque son parásitos de la sociedad. Que el trabajar vuelva a ser una necesidad y una virtud, que el esfuerzo y el mérito se premien, o sea insertarnos en el mundo como una voluntad de pertenecer a un Occidente, productivo y libre. Fuimos dueños de la más alta integración social del continente. Es triste pero tenemos los mejores momentos en el ayer.

La política, que rápidamente se ha trasformado en electoral, estaría obligada a devolvernos esta noción de progreso que es inherente a toda sociedad con futuro. Han parasitado al peronismo sin siquiera respetar sus aciertos, con el kirchnerismo fueron tan destructivos que terminan confirmando la teoría del caballo de Troya. Fuimos una sociedad industrial, donde un grupo de coimeros decidió destruir los ferrocarriles para desarrollar su propio negocio de transporte, donde una caterva de seres menores imaginó que saquear el Estado era lo mismo que “privatizar”, que daba lo mismo si una empresa era nacional o extranjera. No sabemos quien es peor, si los que venden libertad económica y nos endeudan de por vida o los que venden justicia social y nos obligan a deformar la lengua y la realidad utilizando al Estado a su servicio.

La justicia actual no es excelente, pero la injusticia social es desesperante y no se resuelve deformando los derechos humanos o inventando ministerios “progresistas”. Amontonar supuestos dirigentes no es convocar a la unidad sino tan solo desesperarse por la posible pérdida de las prebendas. Hablan del riesgo de que “vuelva la derecha”, el riesgo es cierto, pero esto sucedería en una sociedad que no para de empobrecerse y los que dicen ser de izquierda terminan siendo peores que los que ya se cansaron de endeudar.

La ambición terminó de empacharse con los sueños colectivos, unos nos hablan de libertad y los otros de justicia pero todos se cansan de nombrar parientes y de hacer negocios. Las ideas, esas a las que suelen referirse, son solo una cobertura para ocultar sus intereses. Ni los liberales nos hacen libres ni los socialistas nos dejan de empobrecer. Ambos rumbos están deformados por la pequeñez de sus cultores. Es tiempo de lo nuevo, al menos de intentarlo. Como decía el General: “Los más peligrosos son los brutos voluntariosos”. Y lamentablemente son los que hoy nos gobiernan; necesitaríamos inteligentes que sueñen trascender. Es tiempo ya que aparezcan.

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