Uno de los aspectos esenciales de las nociones de democracia es que la elección de representantes mediante el voto tiene como valor intrínseco la idea igualadora de paridad al momento del sufragio: “Una persona un voto”. Si cada elector es un voto, la misma cantidad de votos debieran transformarse entonces en la misma cantidad de representantes en una misma Cámara o Cuerpo.
Si bien es atendible que esto no se cumpla en los Cuerpos legislativos cuyos representantes lo son de unidades territoriales, como el Senado Nacional, este fenómeno también se vislumbra en Cámaras de representantes del pueblo, o de base demográfica.
Por una lógica organizativa es razonable que se hagan recortes geopolíticos que conspiren contra esa paridad en la representación parlamentaria. Pero, ¿cuándo esa desproporcionalidad rompe la paridad 1 persona 1 voto? ¿Cuál es el umbral “aceptable” de esa desproporcionalidad? O más aún: ¿Cómo afecta esa desproporcionalidad a los partidos que compiten electoralmente?
La Provincia de Buenos Aires, el distrito más grande del país, es un claro ejemplo de cómo el diseño electoral puede distorsionar la representación ciudadana, favoreciendo o perjudicando a un partido político.
Al no contar con una organización política intermedia entre la Provincia y los Municipios, como son los departamentos que encontramos en otros distritos, Buenos Aires reproduce la misma base poblacional y territorial en ambas cámaras provinciales. Es decir, representan a los mismos ciudadanos, de la mismas secciones, por la misma extensión de tiempo y bajo la misma lógica, sin ningún tipo de diferenciación, salvo en la cantidad de integrantes totales, siendo los diputados 92 y senadores 46, cifra muy similar a la original de la conformación del cuerpo, la cual en 1934 fijó el número de senadores en 42 y el de diputados en 84; permitiendo que se incrementen hasta 50 y 100 en cada uno de los casos.
En 1935, se sancionó la Ley 4.316, la cual estableció el número de legisladores que tendría cada sección, tomando como dato base el censo nacional de 1914. Para esa fecha, y más allá del particular bicameralismo de la provincia, el mismo guardaba representación entre los distritos creados artificialmente sólo a fines electorales, llamados Secciones: la Séptima elegía 1 diputado cada 26.067 habitantes (6 para 156.407 habitantes); mientras que la Octava Sección Electoral, elegía 1 diputado cada 23.031 (6 para 138.196), una diferencia de apenas 3 mil habitantes por diputado entre los extremos de aquel momento.
Casi un siglo más tarde, basado en el censo 2010 se observan abismales diferencias entre las distintas secciones, las cuales fueron distorsionadas por la falta de actualización en la correlación entre población y bancas: la Primera Sección elige un legislador provincial por cada 364.400 habitantes; mientras que en el otro extremo, la Segunda Sección lo hace cada 39.105, casi diez veces menos.
Lejos de ser un caso extremo, lo que se desprende del análisis global de la representación legislativa bonaerense, es una marcada subrepresentación del conurbano bonaerense, compuesto por la Primera y la Tercera Sección electoral, a favor de una rotunda sobrerrepresentación del interior provincial, en las secciones Segunda, Sexta, Séptima y especialmente la cuarta; mientras que las que se encuentran más cerca del equilibrio son la Octava –región capital- y la Quinta, la cual agrupa mayoritariamente a la costa del atlántico bonaerense.
Analizando el nivel de desproporcionalidad de la Legislatura provincial, utilizando la adaptación realizada por Samuels y Snyder al índice de Looseemore y Hanby; el cual suma las diferencias absolutas entre población y porcentaje de escaños por Sección, dividido dos, para evitar que se realice una doble contabilización de las diferencias, se detecta un sesgo partidario tendiente a favorecer a los partidos que tienen mejores resultados electorales en las secciones sobrerrepresentadas; las cuales condicen con una población de tipo rural.
Así, al realizar un corte temporal entre 2011 y hasta 2021; tomando como punto de inicio la primera elección celebrada en la Provincia luego de que se estableciera el status municipal de la localidad de Lezama, cuando quedó establecida la actual conformación geopolítica provincial, subdividida en 135 municipios y 8 Secciones Electorales; es notable la ventaja en cuanto a la cantidad de votos que necesitaron para elegir los legisladores de Juntos por el Cambio (o el sello con el que compitieran el PRO + Radicales + CC), respecto al peronismo.
En rigor, el diseño electoral puede ser producto de diferentes factores, pero las disparidades significativas en el número de personas representadas por cada diputado o senador, nunca puede ser desatendidas si se busca fortalecer la democracia.
Las dos secciones más desproporcionadas, y las cuales explican por sí mismas la mitad de la sobre-representación distrital (SRD) total de cada una de las Cámaras, son la Primera y la Tercera Sección, justamente aquellas que tienen mayor población urbana y donde se esperan encontrar mejores resultados por parte del peronismo. Mientras que la Cuarta y la Sexta son las más beneficiadas en el reparto de escaños por un porcentaje muy superior al de su población.
Por consiguiente y a los fines de simplificar el entrecruzamiento de datos, se puede inferir que aquellos partidos que obtuvieron mejores resultados en las Secciones Segunda, Cuarta, Sexta y en menor medida en Quinta y Octava, se vieron favorecidos - sobrerrepresentados- respecto a quienes hicieron lo propio en las secciones Primera y Tercera, subrepresentados.
En ese sentido, en las últimas seis elecciones, el actual oficialismo provincial -con sus distintas denominaciones y frentes- siempre obtuvo su mejor resultado en la Tercera Sección Electoral (la de SRD más alto), y el segundo mejor resultado en 2021, 2019 y 2017 en la Primera sección electoral (la segunda con SRD más alto).
Como contracara, los peores resultados de ese mismo espacio en 2021, 2019 y 2017 fueron en la Sexta sección electoral (la segunda sección más sobrerrepresentada en el reparto de escaños) y en 2015, 2013 y 2011, obtuvo los peores resultados en la Octava sección electoral o sección capital, la cual ya se encuentra dentro de los umbrales de SRD aceptables.
En el sentido inverso, la alianza Cambiemos integrada básicamente por el PRO y la UCR, obtuvo desde 2015 –cuando se instituyó como dicha Alianza- su mejores resultados siempre en la Sexta sección electoral.
Así, los partidos que demandan para sí el voto peronista se ven perjudicados por esta desproporcionalidad. El FDT en 5 de las 6 elecciones y el Frente Renovador en la restante, fueron los espacios mayoritarios que mayor Costo por Diputado o Senador pagaron en cada una de la Cámaras.
Mientras que, Cambiemos y el radicalismo se vieron favorecidos por esta desproporción, teniendo el Costo por Diputado y Senador más bajo entre los partidos mayoritarios en todas las elecciones medidas.
No obstante, y ratificando el sesgo de esta desproporcionalidad, el radicalismo, cuando fue sólo –sin ser parte de la Alianza Cambiemos, la cual tiene en sus filas algún componente filoperonista- obtuvo en 2011 uno de los Costos por Diputado más bajos, al centrarse en secciones sobrerrepresentadas del interior bonaerense.
En ese sentido, la composición actual implicaría una significativa ventaja parlamentaria para los sectores vinculados al campo bonaerense, y sobre todo al radicalismo, el cual pese a no tener candidatos competitivos para la Gobernación desde hace décadas, mantiene una envidiable representación legislativa de la mano de la sobrerrepresentación de los votantes de las secciones del interior bonaerense, donde el radicalismo se ha sabido mantenerse en el poder, o por lo menos disputarlo.
A lo largo de las seis elecciones tomadas como muestra, el FDT tuvo un promedio de Costo por Diputado de 96.158 votos. Mientras que Cambiemos –en las cuatro elecciones que compitió- obtuvo un diputado cada 84.928 votos; o sea, el FDT necesitó 11.230 votos más por Diputado para conseguir una banca. A su vez, si el corte se hace sobre las cuatro elecciones en las que compitieron ambos espacios en el eje Peronismo vs. Pro- Radicales, la diferencia es aún mayor en favor de Cambiemos, dado que el Costo por Diputados del actual Frente de Todos, se eleva a 102.929 votos por cada diputado, incrementando la diferencia a 18.001.
Esto mismo no sólo se ratifica sino que se amplía en el Senado, donde el FDT tuvo un Costo por Senador de 164.201 votos en las últimas seis elecciones, y de 202.889 en las últimas cuatro en las que se enfrentó a Cambiemos, el cual tuvo un Costo por Senador de 139.915 votos; por lo que FDT necesitó 62.974 votos más que Cambiemos para obtener cada una de las bancas en el Senado provincial.
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