En Argentina la costumbre parece ser la trampa

Las leyes suelen establecer derechos y obligaciones a los ciudadanos para que la convivencia se de en un marco de tranquilidad y respeto

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Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina
Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina

Ignorantia juris non excusat es un principio fundamental del derecho. Su traducción del latín es clara: “La ignorancia no exime del cumplimiento de la ley”. La legislación contempla sanciones para quienes no cumplan las normas. Aunque eso pareciera no importar.

Las leyes suelen establecer derechos y obligaciones a los ciudadanos para que la convivencia se de en un marco de tranquilidad y respeto. Por eso es importante que todos y cada uno de nosotros cumplamos lo que la normativa indica.

Sin embargo, en Argentina la costumbre parece ser la trampa. Si hay una ley, muchos tratarán de ver cómo eludirla. Esto se convirtió en algo cotidiano, casi un hábito en diversos sectores.

Las reglas están para cumplirse y es un compromiso que debemos asumir todos si deseamos, realmente, mejorar el país en el que vivimos. Acá no podemos hacernos los zonzos. Hablamos desde el vecino que no levanta la caca de su perro hasta el que estaciona en doble fila, pasando por el que coimea a un funcionario público para evitar una sanción mayor o un Presidente de la Nación desconociendo fallos de la Corte.

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Esas situaciones que se repiten constantemente, son el espejo que miran los niños, adolescentes y también otros pares. Por eso, resulta significativo su obediencia, no es lo mismo si tiramos un papel en la calle que si lo tiramos en un tacho. Como tampoco es lo mismo que un funcionario evada leyes. El cumplimiento, por menor o mayor que pueda parecer es parte del engranaje social que nos permitirá avanzar con una comunidad y un país organizado, respetado y con certidumbre.

Nos encontramos en una instancia en la que se celebra porque, luego de muchos años de apatía, los jóvenes deciden involucrarse en luchas para conquistar más derechos. Pero no alcanza con festejar. Todas las generaciones tenemos que modificar nuestra actitud y desterrar el lema “los argentinos somos así”. Y por supuesto, hay que acompañarlo con la mejora de las instituciones.

Una de las consecuencias de no creer en las reglas y en las normas básicas, es que a nuestra moneda le cuesta ser estable. Ya que el valor de la misma es una convención, es un acto de fe. El valor de la moneda es una creencia y si uno no cree se deprecia. Los argentinos no estamos creyendo en las reglas que nos guían en la vida cotidiana ni en los fallos de la Corte. Así, vamos directo al precipicio.

Como sociedad vivimos cambios históricos importantísimos como la recuperación democrática que con el Juicio a las Juntas dio fin a los acostumbrados golpes de Estado y la inestabilidad del sistema democrático. Sin embargo, el comportamiento anómico continuó sembrando incertidumbre hasta en los fallos de la Corte. Nos queda mucho camino por andar. La gran deuda a saldar es tener un país mas previsible. Pues la incertidumbre estimula la inobservancia.

Argentina tiene mucho potencial y estoy convencido de que trabajando juntos y cumpliendo las reglas podremos tener el país que merecemos. Una Argentina que piensa a largo plazo, que tiene como ejes fundamentales la educación, la producción y la revolución del conocimiento. Para eso necesita acuerdos entre la producción y la política, a 10 años vista, construido por sectores y tipos productivos.

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