A 65 años del día que Frondizi fue elegido presidente de la Nación

El candidato de la UCRI obtuvo un contundente triunfo sobre Ricardo Balbín, postulante de la UCRP, gracias al Pacto de Caracas, el acuerdo previo que un enviado suyo había sellado con Juan Domingo Perón en Venezuela

Arturo Frondizi asumió como presidente de la Nación el 23 de febrero de 1958.

El 23 de febrero de 1958, Arturo Frondizi se impuso en la elección presidencial sobre Ricardo Balbín. El triunfo del candidato de la UCRI implicó una grave derrota para el gobierno militar de la Revolución Libertadora, que veía con agrado al postulante del Radicalismo del Pueblo.

El aporte de votos peronistas había sido determinante.

La capital venezolana había sido el escenario del pacto entre Frondizi y Juan Domingo Perón, que le permitiría al primero llegar a la Presidencia de la Nación en aquel año.

Los hechos tuvieron lugar en singulares circunstancias. La llegada de Rogelio Frigerio -el enviado de Frondizi- a Caracas se produjo días antes del estallido de la revolución que pondría fin al gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Más precisamente el 23 de enero de aquel año. Cuando una revolución provocó el derrocamiento del dictador y el surgimiento del período de cuatro décadas de democracia estructurada en torno al sistema político que pasaría a la historia con el nombre del Pacto de Punto Fijo.

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La precipitación de los acontecimientos obligaron a Perón a abandonar la capital venezolana y a trasladarse a Ciudad Trujillo (República Dominicana). Pero antes de ello, el líder justicialista sellaría un acuerdo con el representante de Frondizi.

Fue entonces cuando Perón aceptó apoyar a Frondizi en las elecciones que tendrían lugar semanas más tarde.

Desde luego, Perón recibió con beneplácito el dinero que Frigerio le llevó a Caracas. Hasta entonces -contrariamente a las versiones que propagaban sus detractores-, el líder depuesto había vivido sus primeros años en el exilio en un marco de extrema austeridad, tal como acreditó en estas columnas el historiador Juan B. Yofre.

Isabel, Ángel Borlenghi, Perón y la familia de Luis González Torrado en Caracas, durante el pacto con Arturo Frondizi.

Durante años se discutiría en qué medida el pacto con Perón había sido necesarios. O si podría haber ganado sin necesidad de acuerdos con el líder justicialista. Con los menores costos que este extremo generó.

Esta interpretación supone que Perón hizo -como tantas veces en su extendida vida política- de la necesidad, una virtud. Es dable suponer que Frondizi iba a ganar de todas formas. De hecho, una gran parte del voto que había sido fiel a Perón votaría por la UCRI. Con o sin ordenes de Perón.

En su obra “Detrás de la crisis”, Emilio Perina relató: “La verdad es que, cuando Frigerio fue a verlo a Perón, éste ya se había acoplado a la línea victoriosa para no perder la última posibilidad de gravitar en forma directa sobre su movimiento. La visita de Frigerio nada agregó en favor de la candidatura de Frondizi ni decidió nada en la disposición de Perón, que obró arrastrado, como furgón de cola, por un proceso que lo rebalsó. Pero la visita de Frigerio a Caracas, sirvió, en cambio, para que Perón, hábilmente, desde la cola del tren, se colocara otra vez en la locomotora, postergando, una vez más, la gran posibilidad de la incorporación del peronismo al acontecer democrático y legalista del país”.

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Acaso Perón habría actuado basado en una lectura objetiva de los acontecimientos. Conforme al criterio realista que casi siempre imprimió a sus acciones políticas. El resultado electoral inmediatamente anterior -las elecciones para constituyentes de 1957- habrían hecho reflexionar al General. En ese momento, la orden de Perón de votar en blanco había sido observada por el 24 por ciento del electorado.

Esta apreciación supone que el propio Perón era consciente de una realidad inobjetable. Su propio movimiento reunía entonces menos de la mitad de las voluntades que lo habían acompañado durante su gobierno. Lejos del apabullante 62 por ciento de los votos que había obtenido el almirante Teissaire en las elecciones para cubrir la Vicepresidencia en 1954.

La magnitud del triunfo de Frondizi llevaría a muchos desarrollistas a pensar que habrían ganado igual aun sin el acuerdo con Perón. Algunos hechos contribuyeron a esas creencias. La UCRI ganó en todas las provincias. En la Cámara de Diputados, el bloque oficialista se expandió hasta 133 bancas que representaban aproximadamente el 70 por ciento del cuerpo. En el Senado, todas las bancas fueron cubiertas por el oficialismo.

Otras visiones sostienen que el aporte de los votos peronistas fue imprescindible. Lo cierto es que en 1958, la UCRI consiguió dos millones de votos adicionales respecto a los obtenidos por la UCRI en la elección del 28 de julio de 1957.

La UCRP resultó ampliamente derrotada. Acaso un sabor amargo que el radicalismo tardaría años en procesar. En su obra “Frondizi, la política del desconcierto”, Celia Szusterman escribió años más tarde: “pero si frondicistas, frigeristas y peronistas podían discutir hasta el cansancio sobre el verdadero dueño de la victoria, sobre la identidad de los derrotados no cabe duda. Los resultados representaron un claro revés para el gobierno provisional y para la UCRP, unidos en su odio al peronismo y a los peronistas.”

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El gobierno militar quedaría perplejo ante los resultados. Había caído el “continuismo” y de inmediato se encenderían las alarmas por el eventual retorno del peronismo. Rosendo Fraga reflexionó años más tarde: “La compleja relación que tendrá Frondizi con el Ejército y las Fuerzas Armadas en su conjunto, debe ser comprendida a partir del hecho de que el gobierno de la Revolución Libertadora, presidido por Aramburu y Rojas, veía como la sucesión deseable a la candidatura de Ricardo Balbín por la UCRP, expresión del radicalismo más antiperonista, que incluso había ocupado el Ministerio del Interior durante el régimen de facto a través de Carlos Alconada Aramburú, quien un cuarto de siglo después sería ministro de Educación y Justicia en el gobierno de Raúl Alfonsín”.

Emilio Perina había anticipado que el triunfo correspondería al candidato que se presentara como opositor al gobierno provisional. En una carta al propio Frondizi, enviada desde Río de Janeiro casi dos años antes, había anticipado que “jamás un gobierno que manda a fusilar ganará una elección en nuestro país”.

Al día siguiente del triunfo del candidato de la UCRI, el New York Times tituló “Frondizi gana elección argentina, respaldado por Perón”. El subtítulo rezaba: “Abogado izquierdista gana elección presidencial contra Balbín, dirigente moderado”. La prensa soviética también creyó ver en Frondizi a un “izquierdista”. Un elemento que entonces entusiasmó a los comunistas locales pero que luego complicaría al mandatario en su difícil convivencia con las Fuerzas Armadas. Así tituló el Izvestia: “el pueblo argentino está decidido a oponerse a la esclavización de la Argentina por el capital norteamericano”. El Pravda afirmó que se ha elegido “un gobierno izquierdista”.

En Washington, la elección de Frondizi fue recibida con cautela. Un memorando interno del Departamento de Estado elaborado por el subsecretario Roy Rubottom para su superior John Foster Dulles indicó que Frondizi había triunfado ampliamente (“by landslide proportions”) y advirtió que la UCRI había recibido el apoyo de “un conglomerado de elementos” que incluía a los “ultraderechistas nacionalistas, los católicos, los peronistas y los comunistas”.

Frondizi volvería a sorprender también en este plano. Porque durante su gobierno, la Argentina mantuvo amistosas relaciones con los EE.UU., en un punto de cercanía acaso solamente superado décadas más tarde por los presidentes Carlos Menem y Mauricio Macri.

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