¿La desgracia con suerte?

La delincuencia en Argentina es una cotidianidad que nos supera, una realidad que nos hace sentir impotentes e indignados, pero también agradecidos cuando las cosas no pasan a mayores. ¿Por qué debemos agradecer no haber sido asesinados?

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Robo de rueda de auxilio con total impunidad

Martes feriado. 9 de la mañana. Toca el timbre un vecino para avisarme que nos rompieron la luneta del auto y nos robaron. Bajamos a ver y es así, confirmado, vidrios por todos lados y adiós a la rueda de auxilio.

¿Es grave? No, es una pavada comparado con los horrores que nos tocan vivir a los argentinos en materia de inseguridad todos los días. Así lo siento y así me lo tomé. Denuncia policial, denuncia en el seguro, sentarte a esperar que entren los repuestos, tener el auto parado, pero lo cierto es que nada grave pasó.

Mientras yo pensaba: “La sacamos barata, podría haber sido peor” una vecina me dice que se va a fijar qué filmaron sus cámaras de seguridad. Aclaremos que vivo en un barrio donde los vecinos nos cuidamos entre todos, chat con avisos, alarma vecinal, cámaras; lo que se te ocurra y exista lo hacemos. Así y todo tenemos robos constantemente y cada vez son más graves.

En Argentina hace tiempo nos acostumbramos a festejar “La desgracia con suerte” si no te lastiman, te matan o te violan sos un afortunado que entró en las estadísticas de criminalidad y salió ileso.

Todos los días como periodista me toca cubrir y hablar con victimas de situaciones horribles: gente encerrada en su propia casa mientras los desvalijan, chicos que salieron del colegio y fueron lastimados por unas zapatillas, ancianos golpeados para robarles su jubilación. Ni hablar de que te pueden asesinar porque no entregaste rápido un celular. Ante todo esto que sé y conozco de primera mano obviamente lo inmediato que pienso es: “Esto es una pavada, los chicos están bien, nadie nos lastimó, nadie entró en casa, nadie se asustó”

¿Es así?

La imagen de la cámara de seguridad del robo en el auto de la periodista Tatiana Schapiro
La imagen de la cámara de seguridad del robo en el auto de la periodista Tatiana Schapiro

Una vez que baja la adrenalina y la indignación, porque mirar las imágenes de cómo tan relajado a las 6 de la mañana con todo su tiempo y total impunidad el delincuente hace “su trabajo” me preguntó: ¿En qué momento nos empezamos a conformar con tan poco? ¿Desde cuando a alguien que le robaron la billetera sin que se de cuenta en el transporte público le decimos “Que barata la sacaste”?

Cuando conté lo que pasó en mis redes sociales no faltó quién me cuestionó por no dejar el auto en una cochera, responsabilizándome a mí de haber sufrido un robo. Aquí el motivo de por qué el auto no estaba guardado: lamentablemente vivimos tan mal, que teniendo cochera elijo dejar el auto en la calle para no arriesgarme a que se metan cuando estoy entrando de noche; ni más ni menos que eso. La elección del mal mejor. Y con los resultados de hoy inclusive sigo eligiendo lo mismo, porque entre el auto y mis hijos prefiero asegurar a mis hijos.

¿Y si no puedo pagar una cochera? ¿Y si el auto lo uso para laburar y tenerlo parado me parte al medio? ¿Y si con los vecinos no podemos ayudarnos entre todos para cuidarnos? ¿Desde cuándo se volvió nuestra responsabilidad y la culpa la tenemos nosotros por ir caminando por la calle hablando por teléfono, tener las ventanillas bajas en un semáforo o estacionar en la vía pública? ¿Por qué nos acostumbramos a vivir tan mal?

Que delirio vivir así. Llegamos a normalizar el delito de una forma que es peligrosa, nos acostumbramos, nos amansamos, nos agotamos de pedirles a quienes nos gobiernan que nos cuiden y mientras no decidan hacerlo, lamentablemente seguimos festejando la desgracia con suerte.

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