El carnaval tiene raíces lejanas en el tiempo. Se cree que los primeros en disfrutarlo fueron campesinos sumerios, unos 5000 años AC, quienes, disfrazados y enmascarados, celebraban la fertilidad de la tierra y alejaban a los malos espíritus de la cosecha delante de una hoguera.
En Roma nace como la celebración de la fiesta romana Saturnalia, donde amos y esclavos cambiaban sus roles por un día; esta costumbre permitía mantener la paz social ya que al menos una vez al año, los ciudadanos se burlaban de su tirano.
Una de las fiestas más antiguas aún vigente hoy es la de Venecia que se celebra desde 1268. El uso de las máscaras permite cambiar la identidad donde nadie sabe quién es quién.
Algunos autores señalan que históricamente se hacía para finalizar el invierno, donde se comía todo lo que quedaba para que no se echara a perder y comenzaba una nueva siembra en la primavera.
El significado de la palabra carnaval (carne a Baal) refiere a Baal como un falso dios fenicio que la Biblia lo señala como un asistente del diablo, donde, en esos días festivos, los profetas convocaban a su deidad para que trajera el holocausto.
Al comienzo del cristianismo, para poner un límite a esta fiesta pagana, la Iglesia la agrega en el calendario y la reduce sólo a 3 días previos al miércoles de ceniza. Tomando el significado original carnaval quiere decir quitar la carne, es decir, finalizada la etapa asociada a los pecados carnales, comienza el ayuno y la abstinencia.
En el medioevo, el carnaval fue bastardeado; era sinónimo de comilonas, de exaltación de la comida y de la buena mesa y, en ese sentido, el cuerpo era considerado, según palabras del Papa Gregorio Magno, como el abominable vestido del alma, donde las lágrimas eran consideradas un don y la risa abominable, la cual debía ser apartada y postergada, por ser propia del diablo, al decir de Le Goff en su obra “Una historia del cuerpo en la edad media”
Una interesante pintura del carnaval del medioevo, se refleja en el óleo sobre tabla “El combate entre carnaval y cuaresma” (1559), obra del pintor flamenco Pieter Brueghel, donde la gente ocupa una gran plaza y se ve la posada en el lado izquierdo y la iglesia en el derecho; una para el disfrute, la otra para la devoción; una para la gula, la otra para el ayuno y la abstinencia. El artista hace una parodia de los dos: los que celebran el carnaval y los devotos que cumplen la cuaresma, representado por personajes rurales tomados del natural mientras celebran un acontecimiento.
Como se festeja en Latinoamérica
La celebración de los carnavales es una de las expresiones artísticas y culturales más populares en América Latina.
La capital uruguaya, Montevideo, celebra uno de los carnavales más largos en todo el mundo, empieza a mediados de enero y se extiende hasta mediados de marzo, con murgas y candombe (danzas de origen africano) como las principales actividades.
En el altiplano boliviano se celebra la Anata, traducido del aimara como pequeña fiesta, festejan un ritual la Pachamama, donde disfrutan de la festividad con trajes antiguos y de gala. El personaje típico es El Hiskanata. En la ciudad de La Paz el carnaval se festeja con danzas, disfraces, corso, reina, comida, desentierro y entierros del “pepino”, un personaje típico en el carnaval. También en ese país, en Oruro, es mezcla tradiciones prehispánicas y católicas, lo celebran con una peregrinación al Santuario de la Virgen del Socavón, la patrona del folclore boliviano, pero también con rituales paganos donde hay conjuntos de danzas tradicionales diferentes
En Arica (Chile) hay una fiesta con danzas autóctonas de la cultura andina, con coreografías que fusionan tradiciones de Chile, Perú y Bolivia. También acompañan con platos típicos para comer al paso.
En definitiva, el carnaval es una manifestación cultural que sirve para apreciar las raíces y mantener las costumbres y enseñar a los más chicos el sentimiento de pertenencia y arraigo.
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