Voy a arrancar con un paréntesis. No hay más vivos que los kirchneristas. En apenas un par de semanas lograron imponerle al presidente la convocatoria a una mesa nacional del Frente de Todos, lo tuvieron en vilo durante días con amenazas de que no iba a ir ni el loro y, al final, le coparon la parada con el mismísimo representante político-biológico de la vicepresidenta y le comieron el hígado.
La reunión derivó en un comunicado que refiere a la “proscripción de la compañera Cristina Fernández de Kirchner” y que hace una (¿auto?) crítica heavy metal de la política social y económica del gobierno. Como dice el mejor sticker de la vice, “voy a discutir todo”. ¿Por ejemplo? “Conocemos todas las demandas económicas y sociales de las que aún tenemos que dar respuestas concretas. Es tarea primordial de quienes formamos parte de este proyecto político continuar los esfuerzos para reducir la inflación (guiño-guiño a Massa), aumentar el poder adquisitivo de los salarios y trabajar en cada una de las políticas públicas necesarias para que nuestra gente viva mejor. Ese fue el contrato electoral que acordamos de cara a la sociedad en 2019″.
Apa. Si no hubiera visto la foto de Alberto Fernández ingresando a la sede del PJ el jueves a la tarde, juraría que no participó de la mesa que escribió semejante cosa sobre su propio gobierno. El gobierno del mismo sujeto que, aunque a veces nos olvidemos, todavía es el presidente de, vaya paradoja, el PJ. El mismo que, además, dijo una y otra vez que quiere reelegir. ¿Qué le dieron Máximo, Wado, Larroque, Mayra y compañía al dueño de casa? Un párrafo de dos líneas que rescata el valor de las PASO para “sintetizar” (verbo nestorista si los hay) visiones diferentes. Ah, también le cedieron una reivindicación de los esfuerzos realizados en el contexto de la pandemia, la guerra y el “endeudamiento salvaje” de Macri.
Sabor a poco. Premio consuelo. Y, encima, más allá de la letra del comunicado, alguien se ocupó de hacer saber que cuando Máximo dijo que no se le puede hacer una interna al presidente en una PASO, Alberto contestó “si aparece uno mejor, yo me bajo”. Lo dicho. Le comieron el hígado. Porque el chiste de la reelección (a mi juicio necesario para sostener la gobernabilidad hasta diciembre de 2023) es como cualquier mentira: solo funciona si se sostiene hasta el final. En cuanto se ven los hilos del muñeco, el objetivo de mostrarte vivito y coleando se cae a pedazos y todo el mundo se da cuenta de que en realidad sos, bueno, un muñeco.
Hecho este largo paréntesis, vamos a la proscripción. Sergio Palazzo, kirchnerista pura cepa y líder del sindicato bancario que anunció un paro para la semana que viene, fue el encargado de poner el tema sobre la mesa. ¿Qué dijo? Que hay que rechazar la proscripción y formar una comisión para ir a ver a Cristina a pedirle que revea su posición y sea candidata a presidenta en 2023. En la misma línea, después del mitin, la agrupación “La patria es el otro” del “Cuervo” Larroque empapeló la sede del PJ y otros puntos de la ciudad con afiches que rezan “Proscripción un carajo. Cristina 2023″.
Lo que yo me pregunto es cómo se hace para estar proscripta y ser candidata a la misma vez. O sea, ¿depende de vos o no depende de vos? Porque si depende de vos, entonces no podés estar proscripta. Así funciona la proscripción. Te la tiene que imponer otro. Si Cristina puede ser candidata y de lo que se trata es de que revea su posición, es porque no está proscripta. Y, en efecto, no lo está. No tiene absolutamente ningún impedimento legal, constitucional, judicial ni de ninguna índole que le prohíba ser candidata o que restrinja de alguna manera esa posibilidad. Si no es candidata es porque no quiere.
¿La condena por corrupción tiene un impacto mediático y político? Pero claro, qué duda cabe de eso. La pregunta, en todo caso, es de quién es la responsabilidad por ese estado de cosas. Un tribunal oral dijo que es de la vicepresidenta. La condenada y sus seguidores dicen que la responsabilidad es de la oposición, que inventa hechos de corrupción inexistentes para perseguirla políticamente. Lawfare, dicen. Pero, en cualquier caso, es decir, incluso si fuera cierto que la causa Vialidad es, pongamos, un invento, de todos modos no habría prohibición alguna que le impidiera a Cristina Fernández de Kirchner ser candidata a presidenta.
El kirchnerismo confunde deliberadamente la proscripción con la inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos públicos que se le impuso a la vicepresidenta como accesoria de la pena de prisión cuando recibió su primera condena en la causa de corrupción por la obra pública de Santa Cruz. ¿Qué significa esto? Que, cuando la condena quede firme, no podrá volver a ser funcionaria pública.
¿Es anormal que se disponga la inhabilitación? Para nada. Es una pena accesoria (o sea, depende de que se aplique la de prisión) dispuesta expresamente como consecuencia de cualquier condena por el delito de fraude contra la administración pública. No es una opción. Es la pena que corresponde. Pretender que no se aplique sería como sugerir que la condenen sin pena de prisión.
Pero, ¿se aplica ya? No, se aplica cuando la condena queda firme. ¿Y qué tiene que pasar para eso? Que la confirmen la Cámara Federal de Casación, primero, y la Corte Suprema después. ¿Cuándo podría ocurrir eso? Dentro de un par de años, como muy temprano. ¿En castellano? Nunca antes de las elecciones presidenciales de este año. No hay prácticamente ninguna posibilidad de que la condena de Vialidad quede firme este año. Si quisiera y el pueblo la acompañara, Cristina Fernández podría ser candidata a presidenta, ganar y asumir el cargo.
Hablar de proscripción es un engañapichanga. Y no es gratuito, porque pone en cuestión no ya la independencia del Poder Judicial (chocolate por la noticia), no ya la fragilidad de nuestro Estado de derecho (de la que las ahora víctimas han sido co-causantes), sino las bases mismas del sistema democrático. Si la Argentina proscribe candidatos, pues no tiene elecciones libres. ¿Están seguros de que quieren decir eso? Cuando el flamante Jefe de Gabinete Agustín Rossi manifiesta públicamente que “Cristina está proscripta y eso es malo para la democracia”, ¿es consciente de la seriedad de lo que está diciendo? ¿Es papita pal’ loro o lo diría con el mismo desparpajo en, no sé, una asamblea de Naciones Unidas?
Me parece genial si quieren decir que el juicio fue sarasa, que la corrupción no existe, que Cristina es una pobre víctima y que la condena es parte de una conspiración de la derecha, los intereses imperialistas (y hasta los OVNIS, si tienen ganas) para impedir que los intereses del pueblo gobiernen la Argentina. Cada uno con su tema. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Y una cosa es el estribillo del lawfare y otra cosa es la musiquita antidemocrática de la proscripción. Cristina solo ha sido condenada en primera instancia por hechos de corrupción. Proscripto estuvo el radicalismo en la década infame. Proscripto estuvo Perón.
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