Por qué el control de precios no va a resolver la inflación

Con esto, algunos políticos y economistas exponen su desconocimiento acerca de cómo funciona la economía. La inflación se controla dejando de emitir dinero y con gobiernos responsables, no con parches prepotentes

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La inflación fue del 6% en enero y llegó al 98,8% en los últimos 12 meses
La inflación fue del 6% en enero y llegó al 98,8% en los últimos 12 meses

Antes de que el gobierno interfiriera, la leche ya era cara, pero la gente podía comprarla. Ahora hay solamente una cantidad insuficiente de leche disponible. Por tanto, el consumo total de leche cae. La siguiente medida a la que puede recurrir el gobierno es el racionamiento, pero esto significa sólo que cierta gente consigue leche mientras que otra gente no consigue leche en absoluto. Estas fueron las palabras textuales de Ludwig von Mises en su libro Política económica de 1959.

Pero empecemos por los conceptos. El control de precios es un tipo de intervención por parte de un gobierno en el mercado con el fin de fijar valores determinados a los bienes y servicios de acuerdo a la opinión que los gobernantes tengan sobre éstos. Este control suele ser creado con el supuesto objetivo de “evitar la inflación”, asumiendo que el aumento de los precios se debe a la especulación y que pueden ser controlados y estabilizados mediante tal mecanismo. Con esto, algunos políticos y economistas exponen su desconocimiento acerca de cómo funciona la economía. La inflación se controla dejando de emitir dinero y con gobiernos responsables, no con parches prepotentes.

Recordemos también que esta medida de control de precios no es una propuesta novedosa. En el libro Forty Centuries of Wage and Price Controls, publicado en el año 1979, Robert Schuettinger y Eamonn Butler repasaron la extensa historia de esta medida intervencionista que incluso se remonta al período de Diocleciano en el Imperio romano, entre los años 284 y 305, cuando estableció una larga lista de precio controlados. Es una lástima que después de miles de años no hayamos comprendido que esta política siempre acaba fracasando. No por nada el control de precios es la base del régimen económico cubano o venezolano (y no hace falta explicar cómo están las cosas ahí).

Ya lo decía F. A. Hayek en El uso del conocimiento en la sociedad (1945), cuando remarcó que el sistema de precios es un desarrollo social que resulta de la evolución y no del diseño deliberado de alguien específico, y es dicho sistema el que permite que se detecte y transmita toda la información en términos económicos que está dispersa y dividida entre millones de individuos. Es la interacción de dos partes la que da nacimiento a un precio de mercado. Los precios libres son la herramienta clave para acercar la oferta a la demanda, puesto que, cuando se fijan o controlan precios diferentes a los que reflejan la oferta y la demanda de un producto, surgen la escasez o la sobreproducción de bienes, que quedan atados a precios que no reflejan su abundancia ni su escasez. La escasez no significa la falta absoluta de un bien, sino su relativa insuficiencia con respecto a las necesidades y deseos de los consumidores.

En una economía libre, los precios jamás están en equilibrio, pues esto sólo sucedería en un mercado con los mismos demandantes y oferentes, y con las mismas cantidades ofrecidas y demandadas; entonces definitivamente no existe una variación posible de precios.

Los precios son señales. Esto es lo más importante que nos toca entender. Cuando un gobierno decide aplicar esta medida de control, es decir, decidir cuánto debe costar cada cosa en el mercado en vez de que lo hagas vos, los productores pierden las señales e información que representan los precios y ya no saben para quién ni qué producir. En resumidas cuentas, un precio controlado no es un precio: es el capricho de un funcionario estatal que toma decisiones arbitrarias detrás de un escritorio creyendo que lo sabe todo.

Es simple: un bien vale lo que el mercado esté dispuesto a pagar por él. En una economía libre, los precios son el resultado de incontables intercambios de derechos de propiedad que nacen entre individuos que valoran los bienes o factores de producción de distintas formas.

Por otro lado, y una vez fijado el precio por parte del burócrata, el dinero que recibe el productor a cambio del bien que produce no justifica las horas dedicadas o el esfuerzo que le cuesta producir dicho bien. Es decir que, en el momento en que el precio de un determinado producto se fija por decreto de un político, lo que se hace a continuación es obligar al productor a que venda su producto a un precio por debajo de los costes que conllevó su producción.

¿Qué va a pasar a continuación? El productor producirá menos, dejará de producir o desaparecerá del mercado para irse a otro lado donde pueda recibir señales correctas y sin interferencias. La consecuencia siguiente la va a tener que sufrir el consumidor cuando le toque padecer la escasez de productos, en este caso los argentinos, cuando nos quedemos sin varios cortes de asado, otra vez, por culpa de un gobierno repleto de arrogantes.

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