El Darinazo

El actor protagoniza ‘Argentina 1985′, la película que competirá en la categoría mejor película internacional en la próxima entrega de los Premios Oscar

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La historia protagonizada por Ricardo
La historia protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani recrea el juicio a las juntas militares tras la última dictadura militar

Hay algo en Ricardo Darín que aparece muy rara vez y con seguridad no puede definirse. ¿ Se dan cuenta? It.

Este actor de 62 años y dos hijos- Chino, actor consolidado y unido a Úrsula Corberó, de rara y rotunda belleza (” Tokio” en la serie La Casa de Papel) y Clara, (diseñador, licenciada en Artes, cantante ciertos días). Florencia Bas es su mujer: larga unión para que no se produjeran algunos tropiezos –separación y vuelta- , es inteligente y encantadora, sin mucha exposición pero tampoco escondida en alguna parte. Todos la conocemos y, por estos días, el actor refrenda con énfasis su amor por Florencia que se extiende desde el sentido del humor hasta las comidas preferidas. Familia unida y armoniosa la de Ricardo Darín, un actor de estilo y talento múltiple siempre con un lugar en las listas de los mejores en medida internacional: Darín conecta de inmediato, identifica en el acto, aunque no se trata en absoluto de films “de Darín” sino de alguien que recorre los laberintos de sus personajes hasta transmutarse y hacerlos llegar a los demás.

El ‘Darinazo’ empezó desde hace un buen tiempo, historia que produjo un acto de afecto y honestidad, el talento ecléctico y conocedor del oficio en todos sus grados y calidades: ningún exceso, ninguna trampa, ningún guiño. Darín es. Y Darín transfiere a sus criaturas con arte, es un artista, palabra que se reparte con ligereza a todo aquel que se juzga artista porque sí, a cualquiera que se “autoperciba”. Lo reciente y alto, es el premio Goya por la Academia Española de Cine y Ciencias de España- esta vez en Sevilla- , por la ya histórica “Argentina 1985″ con dirección de Santiago Mitre y él como protagónico en el papel del recordado y querido fiscal Strassera, en un clisé poético siempre conmovedor: el hombre común que continúa su trabajo de modo previsto y burocrático hasta que asume un deber y se enciende en llamas: “Argentina 1985″, ya designada para competir con el Oscar en el rubro internacional. Aguas que Darín ya ha mojado cuando lo consiguió Juan José Campanella con “El secreto de sus ojos”, papel principal de faena perfecta- tal vez dirían los aficionados al toreo-, y compañías admirables: Francella, Pablo Rago, Soledad Villamil y más, con fuente en “La pregunta de sus ojos”, novela de Eduardo Sacheri.

 Ricardo Darín hizo su
Ricardo Darín hizo su primer papel a los diez años, en teatro: sus padres eran actores

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Ayer por la noche pudimos ver por redes una charla, un fragmento de charla con Quentin Tarantino. Este creador y recreador cuya cultura, su manera de ver el mundo consiste en cine, cine y cine de los tiempos, justito cuando decía: “Me hubiera encantado trabajar con Ricardo Darín desde que vi “El secreto de sus ojos “”. Quizá-no sabemos- sí, entre otros factores, Ricardo Darín se mueve dentro de un marco de mucha querencia, de identidad fuerte: sus películas en España no hablan español sino como de costumbre, en su idioma, que es el mismo y es otro. Sin que se haga necesario inventar un personaje argentino, ahí está la magia. It.

No sobra poner aquí que Ricardo Darín hizo su primer papel a los diez años, en teatro: sus padres eran actores. Ricardo Darin padre se encuentra en breve pero llamativa biografía como primer actor de cine, televisión y teatro, aviador, periodista y poeta. Menuda mochila, queda visto, no sin inclinación de papá Darín a la noche y sus habitantes. La madre, Renée Roxana, actriz de radio, cine, y televisión. Padres actores, una condición que ha de llevar, puede suponerse, a la extraversión y a lo que, en Darín , una naturalidad asombrosa: todos creemos al verlo que no está actuando.

Darín transfiere a sus criaturas
Darín transfiere a sus criaturas con arte, es un artista, palabra que se reparte con ligereza a todo aquel que se juzga artista porque sí, a cualquiera que se “autoperciba”

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Ricardo no es un actor de academia ni conservatorio, terreno fértil en la Argentina con resultados espléndidos al gastar tablas, aceptar papeles chiquitos, guiones armados a las apuradas para unas semanas de diversión y plata. Directo o a la práctica. Por lo mismo sin inicios de clásicos y métodos aunque es seguro que está siempre en proceso de elaboración personal. Es un lector sostenido y recibe propuestas todo el tiempo. Desde luego pudo quedarse en el especialista simpático de las comedias necesitadas de un tipo con encanto que no termina de ser del todo honesto o cumplidor. Quizás haya pasado por allí, pero no se detuvo. Puede apostarse que lo haría si la trama tuviera valor y estuviera bien contada, precisamente porque toca todos los instrumentos.

Es de agradecer que Darín no abra la boca para intervenir en todo, manía de muchos actores convencidos de saber cómo es y debe ser la realidad, con una ignorancia y una patanería insoportables. Darín habla justo y medido, del oficio y de lo que ocurre en la vida diaria. Punto. Y cuando lo hace lleva su simpatía sin abuso: es un tipo serio.

El ‘Darinazo’ nos viene bien. Bajos de autoestima y en crisis crónica, destruida la bomba ética y el mérito, tal vez la idea más desconcertante y sospechosa de este tiempo-, recurrimos al estímulo de los fuera de serie. Recurrimos a Messi, ni hablar, al hecho de que el Papa sea un argentino del barrio de Flores, a Ricardo Darín a Baremboim, a Martha Argerich, a Borges (tenemos siempre la sensación de que vive), al Campeonato Mundial, al corajudo y admirable Brandoni, a Piazzolla. Agréguese cada uno por su cuenta.

No se trata de una satisfacción aldeana. Se trata de maderos en un naufragio.

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