La sociedad de los sueños muertos

Vivimos en un país desordenado, sin controles, sin respeto por las instituciones y donde nada funciona, y los políticos en general no parecen estar a la altura de los desafíos que plantea esta crisis

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El gobierno no tiene rumbo, y si oculta alguna estrategia no nos enteramos porque lo único que podemos percibir es que cada día nos convierte no solo en una sociedad más pobre, sino también más feroz y primitiva (Gustavo Garello/Getty Images)
El gobierno no tiene rumbo, y si oculta alguna estrategia no nos enteramos porque lo único que podemos percibir es que cada día nos convierte no solo en una sociedad más pobre, sino también más feroz y primitiva (Gustavo Garello/Getty Images)

La angustia es lo que me impulsa a escribir estas líneas pensando en que alguna vez la Argentina fue una tierra de grandes oportunidades. Aquella nación a la que nuestros abuelos o los bisabuelos de los más jóvenes llegaron huyendo del hambre, la miseria y las guerras, hoy se ha convertido en un lugar donde los sueños mueren.

Los que tienen la posibilidad de irse (sobre todo jóvenes y familias con criaturas pequeñas), emigran y los que no pueden o no quieren, quedan expuestos a los mayores desatinos de un gobierno que no tiene rumbo, y si oculta alguna estrategia no nos enteramos porque lo único que podemos percibir es que cada día nos convierte no solo en una sociedad más pobre sino también más feroz y primitiva.

Cuando día tras día se conocen atrocidades cometidas contra criaturas, incluso bebés de días violados y asesinados, la conclusión es que, sea por el alcohol, la droga, la brutalidad, lo cierto es que hemos entrado en un estado absoluto de barbarie.

Los políticos en general están demasiado preocupados en ver cómo se posicionan frente a las próximas elecciones y mientras tanto los hechos aberrantes se suceden a diario. Algunos los promueve el propio Estado, como fue el caso en estos días de ese proyecto vergonzoso para el nivel secundario del Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires y avalado por el gobernador, donde los estudiantes arrastrarían materias no aprobadas sin ninguna consecuencia. Parecería que ante el revuelo en los medios han tenido que postergar esa iniciativa prevista para este año lectivo y que no era sino una artimaña para captar a los jóvenes que votan a partir de los 16 años.

De todas formas me asombra que la sociedad no haya alzado su voz con mayor fuerza, reclamando lo que corresponde, una educación de calidad que en vez de degradarse prepare a sus hijos para un mundo cada día más tecnificado, complejo y exigente. Y para seguir con el dañado sistema educativo que alguna vez fue de excelencia, estamos a pocos días de comenzar las clases y, sin embargo, llevamos ya 17 años de atraso en cumplir con las escuelas de doble jornada. ¿Por qué no se implementó nunca algo que sería tan beneficioso para todos los niños, pero en particular para los más pobres que estarían más contenidos que en las calles? Pura desidia.

Pero el problema no es de un solo sector público. El problema es que todo funciona mal. Personalmente, recibo sin cesar pedidos de ayuda de instituciones que atienden casos de discapacidad y que a esta altura ya no pueden pagar salarios porque el Estado y las obras sociales a su vez no les reintegran lo que les corresponde.

Ni hablar del sistema de salud totalmente colapsado. Infinidad de pedidos de ancianos que le reclaman al PAMI cosas elementales como atención de cuidadores, y que jamás obtienen una respuesta. Y peor aún, casos de extrema gravedad y urgencia que también me llegan periódicamente como la atención post ACV o la administración de quimioterapia que por ley deben ser atendidas de forma inmediata.

Sin olvidarnos de los perversos casos de maltrato, violación y violencia de todo tipo ejercida contra niños, mujeres y ancianos, muchas veces seguidas de muerte y para lo que el Estado tampoco está dando respuestas eficientes. Como tampoco recibe respuestas adecuadas el tema de la inseguridad y el narcotráfico ya instalado entre nosotros no solo en Rosario y Santa Fe, sino en algunos lugares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en los conurbanos de las grandes ciudades, en particular el que yo recorro, que es el conurbano bonaerense.

Podríamos seguir enumerando toda una serie de desaciertos de un Estado que no controla, y de un gobierno que no gobierna y que cuando lo hace, lo hace tan mal que se perjudica a sí mismo y al pueblo. Baste como ejemplo la entrega de tierras privadas en Mendoza o el ataque a la división de poderes con la paralización del poder legislativo, o el pretendido juicio a la Corte Suprema.

En síntesis, vivimos en un país desordenado, sin controles, sin respeto por las instituciones y donde nada funciona. Es esta constatación que me llena de angustia y de indignación seguramente compartida por muchos argentinos. Yo soy una mujer política, pero que ha dedicado gran parte de mi vida y mayores esfuerzos a intentar llevar bienestar a las clases más humildes, no con planes sociales, sino con organización de los propios vecinos en redes solidarias.

Hoy, ya ni hablo del gobierno, los políticos en general no parecen estar a la altura de los desafíos que plantea esta crisis. Creo que el país necesita políticos más preparados, más sabios y con mayor espíritu de servicio, sin mezquindades ni intereses particulares ni grietas.

Y también ciudadanos cabales que no sean meros espectadores, sino capaces de exigir a sus autoridades lo que les corresponde, es decir, que tengan programas serios de gobierno.

Estamos retrocediendo por una pendiente peligrosa. Es hora de comprometernos todos para terminar con esta seguidilla de fracasos e intentar recuperar aquella tierra de oportunidades (porque sin dudas las tenemos) antes de que nuestra sociedad, en vez de ser pujante, siga siendo esta triste realidad de hoy donde todos los sueños mueren.

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